En su último libro, ‘Hacia una nueva política sexual’, Rosa Cobo explica algunos procesos que alimentan la actual reacción patriarcal contra las mujeres. Para ella, “el nuevo capitalismo neoliberal, las servidumbres provocadas por la reinvención de algunas tradiciones “culturales” y la violencia sexual son los pilares fundamentales sobre los que se asienta este intenso rearme ideológico masculino”.
Profesora de
Sociología del Género de la Universidad de A Coruña, Cobo considera que la
conquista de derechos y las luchas de muchas mujeres y la influencia de las
ideologías de la igualdad de género y de los derechos humanos han puesto en
situación de alerta a los patriarcados contemporáneos. “Estos sistemas de
dominio han reaccionado con violencia, desde los feminicidios hasta el tráfico
de mujeres y niñas para la prostitución”.
Para Cobo,
el movimiento feminista debe reflexionar sobre su nuevo papel, identificar
nuevas estructuras de poder patriarcal que se están creando y producir
estrategias para conceptualizar y desactivar esos nuevos núcleos de dominio
masculino. Según su visión, es necesario aparcar momentáneamente las disputas
intrafeministas y concentrarse en la creación de solidaridades, vínculos y
pactos políticos entre mujeres para neutralizar a esos “nuevos bárbaros del
patriarcado” y conquistar espacios de libertad, autonomía e igualdad para las
mujeres.
Rosa Cobo
fundó y fue la primera directora del Seminario Interdisciplinar de Estudios
Feministas. Además, ha dirigido también el Máster sobre Género y Políticas de
Igualdad de la Universidad de A Coruña y ha sido miembra del Equipo Asesor de
la Unidad de Mujeres y Ciencia (UMYC), del Ministerio de Educación y Ciencia y
en 2008 fue asesora del Ministerio de Igualdad.
Hablas de
estrategias frente al patriarcado, ¿A cuáles te refieres?
En los años
setenta del siglo XX, con la explosión del feminismo radical, se cambió por
completo el imaginario de las mujeres. Ese momento marcó el comienzo de
conquistas de derechos y de politización del espacio que hasta entonces se
había considerado privado. Las mujeres nos colocamos a la ofensiva,
reivindicamos derechos y politizamos nuestra opresión. Ese momento histórico,
en el que por segunda vez en la historia el feminismo se convirtió en un
movimiento de masas, fue el principio de un periodo de avances para las mujeres
en muchas partes del mundo. Sin embargo, desde hace casi dos décadas estamos
asistiendo a un retroceso que nos ha colocado en una posición de defender y no
perder lo que conquistamos en ese periodo. Ante esta reacción patriarcal se
necesitan estrategias feministas que deben pasar por establecer pactos entre
mujeres. Y también por que el feminismo tome conciencia de que juntas podemos
parar esto que está comprometiendo los derechos de varias generaciones.
Apuestas por
el desarrollo de alianzas entre mujeres. ¿Puedes poner un ejemplo?
La historia
demuestra que cuando hacemos pactos sobre la base de determinadas afinidades
políticas, obtenemos mejores resultados. Cuando los grupos oprimidos están
disgregados y separados, la dominación sobre ellos se ejerce con más facilidad.
Tenemos delante el desafío de establecer alianzas políticas entre las
feministas y a la vez seguir con nuestros discursos y nuestras prácticas
específicas. Proteger la singularidad de los diversos feminismos y crear las
condiciones para hacer pactos políticos es posible y necesario en estos
momentos. El caso del aborto es el más claro que tenemos en estos momentos.
Todas las feministas estamos comprometidas contra el recorte de este derecho
civil y hemos sido capaces de articularnos en torno a este objetivo
estratégico. Y los resultados en términos de movilización social están siendo
muy buenos. Hemos sabido estar a la altura de las circunstancias. Las
feministas tenemos una responsabilidad histórica con las mujeres y por ello no
sólo tenemos que mirar hacia dentro, hacia las discusiones intrafeministas,
sino que tenemos que mirar hacia afuera y poner encima de la mesa propuestas,
alternativas y luchas que les resulten beneficiosas a mujeres que no están en
el feminismo.
Los
desencuentros en temas como la prostitución explican la fragmentación del
feminismo. A las abolicionistas las otras corrientes del feminismo las acusan
de victimizar a las trabajadoras del sexo.
Mi punto de
vista es que la prostitución es un efecto de la estructura patriarcal de la
sociedad y, por ello, no es una forma deseable de vida. Si los varones no
tuviesen el dominio sobre las mujeres, las personas que ejercen la prostitución
no serían casi en exclusiva, como lo son ahora, mujeres. Pero también la
prostitución en esta época marcada por la globalización neoliberal es una gran
industria que proporciona grandes beneficios a quienes mercantilizan los
cuerpos de las mujeres. Sobre los cuerpos de las mujeres prostituidas se cruzan
dos dominios: el patriarcal y el de clase. Como feminista, soy muy crítica con
esta práctica social que es la prostitución, pero me siento muy solidaria con
las mujeres que tienen que ejercerla.
Es
fundamental separar las prácticas sociales de las personas que están inscritas
en esas prácticas. Se puede ser crítica con la prostitución como práctica
social y muy solidaria con las mujeres que la ejercen. Se puede ser solidaria
con los trabajadores y trabajadoras y muy crítica con el capitalismo. Se puede
ser crítica con las religiones que se tornan fundamentalistas y muy solidaria
con las mujeres que son creyentes. Si analizamos como idénticas la prostitución
y las prostitutas, el capitalismo y la clase obrera y las religiones
fundamentalistas y las mujeres creyentes, entonces no podríamos hacer
pensamiento crítico.
¿Pensar que
no llevan una forma deseable de vida no es juzgarlas, no implica cierto
paternalismo?
Criticar una
práctica social no es juzgar a las personas que están en el marco de esa
práctica. La crítica al trabajo infantil no implica juzgar a los niños y niñas
que realizan trabajos para las multinacionales. La crítica a las maquilas nunca
podría ser juzgar negativamente a las mujeres y hombres que trabajan en esas
zonas francas. No es una forma deseable de vida la prostitución, pero tampoco
lo es trabajar 12 horas diarias en una maquila. La cuestión de fondo es el
escaso margen de maniobra que tienen muchos seres humanos para poder vivir en
sociedades presididas por estructuras patriarcales y neoliberales. De hecho,
las dos grandes metáforas que dan cuenta de la globalización neoliberal son la
prostitución y la maquila. Ambas prácticas ejemplifican la alianza entre
patriarcado y capitalismo neoliberal.
Las
feministas islámicas también han expresado sentirse cuestionadas por teóricas
reconocidas del feminismo español. ¿Cuál es tu postura?
No es fácil
que crezca el feminismo en religiones de la salvación que en este momento son
tan fuertemente fundamentalistas como el islam o el cristianismo. O por lo
menos no es fácil vincular el feminismo a religiones que apuestan por el
mantenimiento de los roles de género y de las estructuras patriarcales de la
sociedad, como tampoco es fácil el vínculo entre los movimientos LGTB y estas
religiones que son tan fuertemente homófobas. Ahora bien, creo posible que
germine el feminismo en las bases críticas de estas religiones, como sucede,
por ejemplo, con Católicas por el Derecho a Decidir. El laicismo favorece el
pensamiento crítico y las religiones fundamentalistas tienen como objetivo
imponer su moral, que siempre apuesta por el poder masculino y la familia
patriarcal. Cualquier resquicio que abra posibilidades de luchas de las mujeres
por sus derechos debe aprovecharse.
¿Incluye por
tanto al feminismo islámico y a las trabajadoras sexuales en ese pacto entre
mujeres?
Los pactos
que hagamos los tenemos que hacer sobre objetivos políticos concretos, no sobre
grupos o colectivos. Si pactamos, como lo estamos haciendo ahora, contra el
anteproyecto de ley del aborto de Ruíz Gallardón, cuántas más seamos, mejor.
¿Qué piensas
de Femen?
El día que
vi a las Femen subidas a la barandilla del Congreso con el lema ‘El aborto es
sagrado’ pintado en su cuerpo, me sentí reivindicada frente a esta derecha
ultramontana que tenemos. Fue una alegría política inmensa. Las acciones
políticas que están haciendo las mujeres de Femen se inscriben en la tradición
de las luchas feministas. Y la utilización del cuerpo como una herramienta
política crítica también forma parte de la tradición de las luchas feministas.
¿Debemos
seguir peleando en el ámbito institucional ahora que el PP está en todas
partes?
Para la
derecha las políticas públicas de igualdad son innecesarias porque cuestan
dinero y los recursos que tiene que distribuir el gobierno prefiere dárselo a
las rentas del capital. Estas políticas de igualdad son políticas de
redistribución y han estado en la agenda de los gobiernos socialdemócratas.
Cuando son diseñadas por feministas y tienen suficientes recursos benefician a
las mujeres y en tanto que derechos sociales, amplían la democracia. La
cuestión es que en estos momentos no me parece lo más importante a nivel
estratégico seguir luchando por las políticas públicas. Creo que nuestra lucha
ahora debe concentrarse en la sociedad civil, en las calle, con movilizaciones
sociales. Es el único lenguaje que entiende la derecha y quizá lo único que
puede parar esa misoginia institucional que habita en el corazón del PP. El
movimiento feminista quizá perdió demasiada energía en las políticas públicas y
desatendió el papel del feminismo como movimiento social. Y el movimiento es el
origen y la base sobre la que se sustenta la conquista de derechos. Por otra parte,
los movimientos sociales politizan la sociedad y contribuyen decisivamente a
crear una cultura política crítica. Y, desde luego, necesitamos una cultura
política feminista sólidamente anclada en nuestra sociedad.
¿Entonces
hay que priorizar la lucha en las calles?
El sistema
de dominio patriarcal, que expropia los recursos y derechos de las mujeres,
debe ser combatido desde todas las instancias sociales sin exclusión. Frente a
la dominación, todos los espacios son potencialmente lugares de lucha y de resistencia.
Sin embargo, creo que ésta es la hora de la sociedad civil. Es la hora de las
movilizaciones sociales, de la politización de la sociedad, de la
reconstrucción del feminismo como un sujeto político colectivo fuerte y de la
creación de una cultura política feminista que tenga la fuerza suficiente para
entrar en el imaginario colectivo. Y en esta dirección, creo que las feministas
tenemos que volver a poner en el centro de la agenda política feminista la
cuestión de la coeducación. La educación es una fuente inagotable de
ensanchamiento de la subjetividad, de ahí que la coeducación en las aulas sea
un poderoso instrumento contra la subordinación de las mujeres.
¿El
feminismo debe cuestionar también el capitalismo?
A lo largo
de los tres siglos de historia del feminismo, como movimiento social y como
tradición intelectual, se puede rastrear la existencia de una corriente de
feminismo liberal. Y eso está bien porque las mujeres feministas debemos estar
presentes en todos los espacios y en todas las teorías. Sin embargo, un
pensamiento y una práctica feminista que arraigue en la sociedad, es decir, que
tenga la capacidad de dar respuestas a los problemas sociales de las mujeres,
solo puede ser de izquierdas. El feminismo no puede cerrar los ojos ante las
políticas económicas neoliberales, ni ante la feminización de la pobreza, ni
ante las maquilas, porque el capitalismo neoliberal es hoy una de las
principales fuentes de opresión para las mujeres. Si el feminismo no hiciera
una crítica política del capitalismo se quedaría fuera de la historia. Creo que
la lucha contra la desigualdad económica debe estar ahora mismo en el centro de
la agenda política feminista. Las políticas económicas neoliberales son, en
este momento, el principal obstáculo para la emancipación de las mujeres. El
feminismo debe identificar analíticamente y combatir políticamente la política
sexual del neoliberalismo, que empobrece a la mayoría de las mujeres del mundo
y se aprovecha de las opresiones específicas marcadas por la raza, la cultura,
etc. para precarizar sus condiciones de vida y bajar sus salarios.
Si digo
Gallardón, ¿qué se te viene a la cabeza? ¿Qué hacemos con él?
Hace algún
tiempo denominé a Ruíz Gallardón ‘el hombre que no amaba a las mujeres’ y sigo
pensando que está bien definido con el título del libro del escritor sueco,
pero creo que hay que completar esa definición: es uno de los nuevos bárbaros
del patriarcado. Es insólito recortar un derecho civil en un contexto como el
europeo, en el que los derechos sexuales y reproductivos parecían estar
sólidamente anclados. La acción de este bárbaro del patriarcado es un aviso
para navegantes: en cualquier momento, incluso en los espacios políticos más
avanzados, las mujeres podemos ser expropiadas de nuestros derechos, siempre
hay payasos como Ruíz Gallardón que se prestan a esa operación misógina. El
subtexto de este anteproyecto de ley es la negación de la autonomía y libertad
de las mujeres y, al mismo tiempo, nos envía el mensaje de que nuestros cuerpos
no nos pertenecen.
¿Qué hacer?
Lo que estamos haciendo: aparcar nuestras diferencias y concentrarnos en
paralizar este anteproyecto. Y hacer de la calle el escenario político
prioritario de las luchas feministas, sin desdeñar, desde luego, otros espacios
que también nos son útiles. El aborto se puede convertir en un elemento clave
en el rearme ideológico del feminismo.