Bernardine P. Healy El término "síndrome de Yentl" fue acuñado por Bernardine Patricia Healy, física, cardióloga, profesora y la primera mujer en dirigir el National Institute of Health y el American Red Cross. Con este término -que hace referencia a la película del mismo título protagonizada por Barbra Streisand, en la que la joven Yentl tiene que simular ser un hombre para poder acceder a la escuela- denunció la situació de invisibilidad médica de las mujeres en el estudio y tratamiento de las enfermedades del corazón.Julia Ojuel, médica de familia, expone con todo detalle en el artículo que reproducimos a continuación, publicado en MYS, (Mujeres y Salud) el sesgo de género y el edaismo con el que se tratan determinadas enfermedades comunes a ambos sexos.
La administradora del blog
SESGO DE GÉNERO Y DISCRIMINACION POR EDAD (EDAISMO)
Al
pensar en las enfermedades del corazón existe la tendencia en muchas
personas, incluidas profesionales, a identificarlas con la población
masculina. La epidemia de muertes por causa cardiovascular en hombres de
mediana edad que se produjo en la década de los 50 en Estados Unidos,
ha generado un sesgo de percepción sobre la frecuencia y la distribución
por sexos de estas enfermedades. La prevalencia de enfermedad coronaria
es superior en hombres respecto a mujeres en todos los grupos de edad.
Sin embargo, la principal asociación con las enfermedades cardiovasculares
se produce con la edad. La mayor esperanza de vida de las mujeres y, por
lo tanto, su mayor presencia en los grupos de edad más longevos, supone
que el número absoluto de mujeres con EC sea mayor que el de hombres.
No debemos olvidar que la enfermedad cardiovascular globalmente es la
primera causa de muerte en mujeres a partir de los 70 años. A este
primer sesgo de género en la percepción de la frecuencia, se suma un
segundo sesgo. Las mujeres padecen las enfermedades coronarias más tarde
que los hombres. Se ha definido como 'edadismo' ('ageism'), la
discriminación y prejuicio que se produce por razón de edad sin
evidencia que la justifique. Por esta doble vía. las mujeres mayores
constituyen en volumen de personas y en precariedad de recursos
destinados, uno de los grupos más maltratados por los sistemas
sanitarios.
Menos estudiadas
Otro
error frecuente es que se ha considerado que los factores de riesgo y
protectores son iguales para ambos sexos. Muchos de los ensayos clínicos
y estudios comunitarios sobre enfermedades cardiovasculares se han
realizado sólo en hombres -habitualmente jóvenes y blancos-,
extrapolando los resultados al resto de la población. Encontramos
ejemplos en el Multiple Risk Factor Intervention Trial que estudia a
12.000 varones y sus factores de riesgo para la cardiopatía isquémica y
en el Physician Heart Study, realizado sobre 22.000 varones para valorar
el efecto de la aspirina como prevención de los ataques cardíacos. De
hecho, el papel del AAS todavía no ha sido bien establecido en mujeres.
En los estudios sobre factores de riesgo cardiovasculares, se incluyen
factores clásicamente 'masculinos' como el tabaquismo o el consumo de
alcohol con más frecuencia que otros que parecen tener más peso en las
mujeres, es el caso de los estudios que consideren la obesidad, el
hipotiroidismo o nuevos factores como la proteina c reactiva o
homocistinemia.
El estudio de Framingham, demostró que los factores de riesgo para la
muerte súbita eran, para hombres, la edad, el colesterol sérico, el
número de cigarrillos, el peso relativo y la tensión arterial sistólica.
Para mujeres los factores predictores eran la edad, la capacidad vital y
el hematocrito, por este orden. Sin embargo no existen medidas ni estudios preventivos que tengan en cuenta estos factores
determinantes. Tampoco existe una consideración de riesgos diferenciales
asociados a los roles de género como el efecto del trabajo doméstico,
de la carga familiar o del cuidado de enfermos o ancianos en la familia.
Con peor prevención
Esta
situación previa, provoca que la intervencion y el esfuerzo terapéutico
sobre la EC en las mujeres sea menor que en los hombres, en todas las
etapas de la historia natural de la enfermedad.
En prevención primaria, antes de que aparezca la enfermedad, el control
de los factores de riesgo cardiovasculares -clásicamente diabetes,
hipertensión, hipercolesterolemia y tabaquismo- es menor, lo que
determina que cuando se produce un evento coronario agudo en forma de
angina o infarto, las mujeres lleguen en peores condiciones. Presentan
mayor edad, mayor número de enfermedades asociadas y, en particular,
mayor presencia de determinados factores de riesgo que tienen más riesgo
específicamente en mujeres, como la hipertrigliceridemia, la
insuficiencia cardiaca de causa hipertensiva y la diabetes. Esta última
enfermedad, eleva en las mujeres la probabilidad de desarrollar una
enfermedad cardiovascular hasta siete veces, cuando en hombres la eleva
dos veces.
Las mujeres presentan peor supervivencia ante un evento coronario
agudo. Esto se explica en parte por la mayor comorbilidad a la que nos
referíamos y la atribución del exceso de mortalidad a la mayor edad de
las mujeres (sin profundizar más en el tema). Se ha comprobado que las
personas mayores de ambos sexos presentan peor pronóstico, pero se ha
confirmado también como especialmente letal la combinacion de sexo
femenino y mayor edad siendo un grupo especialmente vulnerable del que
parece asumirse que no tiene salida sanitaria
Y peor tratamiento
También
está documentado ampliamente un menor esfuerzo diagnóstico y
terapéutico. En el ámbito de Catalunya, el estudio RESCATE, (Recursos
empleados en el Sindrome Coronario agudo y tiempos de espera), ha
mostrado un un tiempo medio de una hora más de retraso en las mujeres
respecto a los hombres, desde el inicio de los síntomas hasta la
consulta en los servicios de urgencias. Ha mostrado también una
diferencia de dos horas (9.3 horas para las mujeres y 7 horas para los
hombres) a favor de los hombres en el tiempo de admisión a una unidad
coronaria de agudos desde la consulta a urgencias. Se ha documentado un
menor uso en mujeres de angiografia coronaria y de técnicas de
revascularización coronaria, que no son explicables por la edad ni por
las patologías asociadas.
Un artículo, pionero ha hablado del Sindrome de Yentl (NEJM) cuando las
mujeres, para tener consideración clínica deben ser 'como hombres' en
la expresión de sus síntomas. (Igual que la divina Barbara Streisand en
la película se debe travestir para poder acceder a la educación
religiosa). Cuando un infarto en una mujer se presenta como un dolor
centrotorácico opresivo e irradiado merece más atención clínica que el
malestar epigástrico de irradiación atípica que también puede ser
expresión de patología cardíaca isquémica en la misma mujer. De alguna
manera las mujeres tienen que demostrar que son como los hombres en el
dolor para recibir el mismo trato, pasando por alto que las mujeres que
sufren un infarto presentan con más frecuencia síntomas como náuseas,
dolor abdominal y dificultad respiratoria.
Ante la enfermedad coronaria ya establecida, en prevención secundaria, se utilizan menos los fármacos aconsejados especialmente los betabloqueantes se recetan un 15% menos y la aspirina se receta en la mitad de mujeres que hombres. Persiste el sesgo en la prevencion secundaria de factores de riego, recetando menos hipolipemiantes en mujeres con cifras de colesterol elevadas.
En terapéuticas concretas, la industria farmacética ha seguido
presentando datos globales aunque en algunos estudios se haya demostrado
un efecto diferencial de algunos fármacos según el sexo de pacientes,
como es el caso de la digoxina en la insuficiencia cardiaca, donde se ha
encontrado mayor mortalidad en las mujeres tratadas con este
medicamento respecto al placebo.
Finalmente, en prevencion terciaria, el acceso a los
programas de rehabilitación cardiovascular es menor en las mujeres. La
conjunción sexo/edad vuelve a determinar que el grupo peor tratado sea
el de las mujeres mayores.
No todo es tan desolador. Esta situación flagrante ha provocado una
corriente de investigación, liderada por mujeres en muchos casos, que
está releyendo las estadísticas, desenmascarando las discriminaciones en
el diagnóstico y el tratamiento y llevando a cabo una práctica clínica
con visión de género. Las enfermedades cardiovasculares se han
convertido en el caballo de batalla de muchas profesionales feministas y
han generado un corpus de conocimiento y pensamiento que está
impregnando otros campos de la medicina. Que no decaiga, que nuestro
corazón se lo merece.
Bibliografía
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Julia Ojuel
Médica de familia
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