Tawakkul Karman,Premi Nobel de la Pau 2011 |
Ewa Strzelecka, investigadora de la Universitat de Granada i consultora internacional en gènere i desenvolupament, i membre fundador del grup d'investigació AfricaInEs, ha viscut durant 2 anys a la ciutat yemení de Sana'a, on ha treballat com a investigadora especialitzada en moviments de dones. La interessantísima comunicació transcrita en aquest post va ser presentada el 9 de febrer de 2012 al Euro-Mediterranean University Institute (EMUI) de la Universidad Complutense de Madrid. En ella, la investigadora exposa la seva anàlisi sobre la participació de les dones en la revolució de Yemen, els seus èxits i canvis socials i les seves derrotes i decepcions.
Un important document que posa en relleu la greu situació de les dones el país de les quals, en el darrer índex de desigualtat de gènere, (IDH-IDG 2011), que mesura la pèrdua d'èxits en 3 dimensions del desenvolupament humà: salut reproductiva, apoderament i mercat laboral, a causa de la desigualtat entre homes i dones, ocupa la darrera posició. És a dir, de 146 països, ocupa el número 146.
Movimientos de mujeres en Yemen en el contexto de las Primaveras Árabes
Yemen es uno de los países más empobrecidos del mundo. Casi la mitad de la población yemení vive con 2 dólares o menos al día y un tercio sufre de hambre crónica. Yemen ocupa la posición 154 sobre los 187 países evaluados en el último Índice del Desarrollo Humano del PNUD (IDH 2011), con un valor de 0,462*.
Es también uno de los países más desiguales en términos de género y del empoderamiento de las mujeres. En el último Índice de Desigualdad de Género (IDH-IDG 2011), Yemen se clasifica en la última posición, es decir la 146 sobre 146 países evaluados, obteniendo un valor de 0,769**. Además de los altos índices de pobreza y de desigualdad de género, Yemen destaca por sus niveles elevados de corrupción, analfabetismo, desempleo, riesgos terroristas y conflictos armados, y por tener una creciente población mayoritariamente joven, sin oportunidades ni recursos para lograr un nivel de vida digno, creativo y valorable en términos del desarrollo humano. Esta situación ha contribuido a un descontento social, que inspirándose en los alzamientos populares de Túnez, estalló en enero de 2011 en protestas y manifestaciones callejeras para reivindicar reformas político-sociales y poner fin a los 33 años de presidencia de Ali Abdullah Saleh. Dicha sublevación popular se prolongó en tiempo, convirtiéndose en una verdadera revolución.
Es una revolución que todavía está en proceso, ya que hasta ahora se han logrado a implementar solamente algunas demandas de la sociedad civil. Entre los cambios más importantes destaca la dimisión del presidente Ali Abdullah Saleh y la transformación pacífica del poder político según el acuerdo del compromiso entre los partidos de la oposición y el parido del antiguo régimen. No obstante, todavía hay demandas importantes de la revolución que no se han conseguido, con lo cual las protestas continúan en las calles. La gente pide, ente otras cosas, la implementación de la justicia y la prosecución del antiguo régimen por los crímenes cometidos durante la revolución. El acuerdo de transición respaldado por el Consejo de Cooperación del Golfo, que fue firmado por el presidente Alí Abdulah Saleh el día 23 de noviembre de 2011, estipulaba su dimisión y el traspaso pacífico del poder a cambio de la inmunidad para el y para sus colaboradores. De acuerdo con esta estipulación, el 21 de enero de 2012 el parlamento yemení votó a favor de una ley que garantizaba la inmunidad total para Alí Abdulah Saleh y la inmunidad parcial para los casos de sus colaboradores políticos. Fue una ley muy criticada tanto por las organizaciones de los derechos humanos como por las Naciones Unidas, ya que se contradice con la ley internacional que estipula que la amnistía no puede concederse en los casos de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra o la violación grave de los derechos humanos. Todo esto se ha dado en Yemen. Miles de personas han sido asesinadas, disparadas o torturadas a manos de las fuerzas armadas del antiguo régimen durante la revolución. La tragedia humana y el dolor, así como la insatisfacción por los cambios implementados hasta ahora y la marginalización de algunos grupos políticos (el movimiento del Sur, los Hutís y los jóvenes) del actual diálogo nacional, hace pensar en las etapas siguientes de la revolución, y en una posible radicalización de algunos sectores políticos.
Lo que me interesa destacar en esta presentación son las fases de la revolución que ya se han completado. La revolución como una manifestación espectacular de los cambios sociales. La revolución que supone un cambio radical, una ruptura con el pasado, una transformación en las estructuras y en el modo del funcionamiento de una sociedad, así como los cambios en la vida cotidiana, en la mentalidad y en el posicionamientos de los miembros de esta sociedad. La revolución que refleja también el protagonismo y la movilización masiva de diversos sectores de la sociedad, así como su capacidad de transformarse a sí misma de una manera radical y en un tiempo excepcionalmente corto.
En este contexto, me interesa estudiar hasta qué punto los cambios político-sociales que tuvieron lugar durante la revolución, han afectado también a las transformaciones de los roles y las relaciones de género tradicionales. ¿Qué papel han jugado las mujeres en la revolución yemení y qué significado ha tenido para ellas esta revolución, y para el movimiento de mujeres en Yemen en general?
Voy a argumentar que las mujeres han jugado un papel determinante en la revolución yemení. Y que la revolución ha tenido un impacto importante en su empodermiento, tanto a nivel individual como el colectivo. Durante la revolución se han observado algunos cambios sociales a nivel de la mentalidad de la gente, manifestándose en sus respuestas a las preguntas emergentes que se lanzaba en los debates públicos. Por ejemplo: si la sociedad yemení está preparada y dispuesta a elegir y ser gobernada por una mujer – presidenta. También se han observado cambios en algunas actitudes de la sociedad durante la revolución. Por ejemplo, se han trasgredido algunas tradiciones vinculadas a las normas de género tradicionales, y éstas han sido aceptadas sin ningún reproche. Antes de la revolución, por ejemplo, era impensable ver a una mujer soltera y joven de una conocida "buena familia” en el exterior participando en alguna actividad compartida con los hombres después de la oración del magrib (después de la puesta del sol). Más aún, era completamente inimaginable que las mujeres en Yemen pudiesen acampar en las calles y las plazas públicas para manifestarse y expresar su compromiso político con la revolución. Eso era inimaginable, porque se trataba de pasar la noche en una tienda de campaña situada a una distancia minima de la zona donde se alojaban los hombres, que muchas veces no eran ni siquiera sus familiares.
Desde el principio de la revolución, las mujeres en Yemen no sólo han acampado y han participado de manera activa en todo el proceso de las protestas y las marchas callejeras, sino que también se han convertido en las verdaderas protagonistas y en la cara visible de la revolución yemení. Basándome en los datos de mi investigación, y concretamente en los testimonios de algunas activistas y jóvenes, puedo afirmar que las mujeres han jugado un rol fundamental en la convocación de la revolución yemení. Más aún, la participación de las mujeres se ha visto como un símbolo de la fuerza y del cambio radical que se reivindicaba en la revolución. Desde el principio de las protestas, la revolución ha tenido una cara visible y fue la cara de una mujer - Tawakkul Karman, conocida en Yemen como la madre de la revolución.
El 7 de octubre de 2011, esta periodista y activista por los derechos humanos, fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, «por su batalla no violenta a favor de la seguridad de las mujeres y de su pleno derecho en la plena participación de la obra de construcción de la paz». Con este nombramiento se destacó no sólo a la primera mujer árabe y la única persona de nacionalidad yemení con un premio Nobel, sino que también se dio simbólicamente el reconocimiento internacional al liderazgo de las mujeres en las primaveras árabes. Tawakul es el ejemplo de la generación joven de mujeres y activistas en Yemen, que rompen con los modelos de género tradicionales y que lideran la plena integración de las mujeres en la vida pública y política del país. Es importante destacar que el liderazgo político de Tawakul Karman y su lucha por los derechos humanos resulta desafiante también hacia la ideología islamista y conservadora de su partido político, el Islah, que siempre se ha mostrado ambivalente en cuanto a la participación femenina en la política, siendo bastante restrictivo respecto a la nominación de las mujeres como candidatas en las elecciones.
Por estas cuestiones político-culturales, las mujeres van a proseguir una doble lucha a lo largo de todo el proceso de la revolución. El cambio que pidan será interpretado como una revolución cultural de género dentro de la revolución nacional yemení. Por un lado, las mujeres han luchado por los objetivos comunes a todos los grupos presentes en la revolución, es decir, por el cambio del régimen. Y por otro lado, se han visto obligadas a salir a las calles para denunciar su discriminación y lanzar algunas demandas vinculadas a su propia agenda de mujeres, una agenda política construida durante la revolución en sus propios espacios de encuentro. Las mujeres, por lo tanto, han participado en las marchas anti-régimen junto con los hombres o en los movimientos paralelos en las calles de las grandes ciudades de Yemen. Pero también han convocado sus propias marchas de protesta, denunciando su discriminación y desigualdad.
Uno de los acontecimientos más conocidos tuvo lugar el 15 de abril de 2011, cuando el Presidente Ali Abudulah Saleh pronunció un discurso en el que sugería que la mezcla de los sexos en la Plaza del Cambio estaba prohibida por el Islam. La breve propaganda mediática, que acompañó a este discurso, sugería que las activistas femeninas que participaban en la revolución, eran las mujeres malas, perdidas, las escandalosas y de una reputación cuestionable. Los hombres que permitían su participación en el movimiento revolucionario, actuaban en contra de las normas del Islam. El polémico discurso, contextualizado políticamente y culturalmente, ha sido interpretado como una estrategia del presidente para dividir a sus oponentes, apelando a su sensibilidad religiosa y de género. El Islam y las mujeres, como en tantas otras ocasiones, han sido utilizadas de nuevo como un arma político del poder. El intento de deslegitimar y desacreditar a las mujeres revolucionarias, demuestra también el temor del régimen por el alcance de su participación, su liderazgo y su importancia en la revolución. Su influencia y su visibilidad se ha convertido en un peligro real para el régimen y el antiguo sistema patriarcal. La respuesta de las mujeres al discurso del presidente ha sido inmediata, multitudinaria y de una importancia sin precedentes (incluso el asunto ocupó las portadas de todos los periódicos nacionales). Las mujeres salieron a las calles no sólo para denunciar el uso político del Islam y su deshonra por el presidente, sino también para reivindicar sus derechos de plena ciudadanía. La protesta de las mujeres ha sido tan abrumadora, que el mismo presidente tuvo que desdecirse, y asegurar públicamente que las mujeres en Yemen tienen pleno derecho a participar en la vida política en igual condiciones que los hombres.
Desde el principio de las revueltas, las mujeres han tomado el liderazgo y han participado activamente en todo el proceso de la revolución, en las movilizaciones, negociaciones, formulación de demandas, captación de fondos y otras modalidades de soporte para las protestas y las sentadas. Aunque es cierto que su presencia en las calles nunca ha alcanzado el numero masivo de los hombres, hay que tener en cuenta y sumar a todo ello sus manifestaciones de lucha y protesta desde sus lugares de enunciación propios. Desde sus espacios femeninos y de menos exposición pública, desde sus casas y lugares de trabajo, desde sus ordenadores y blogs, y desde los espacios de encuentro femeninos, las mujeres han apoyado la revolución de manera constante y significativa en su rol de lideresas, trabajadoras profesionales y como activistas políticas. Además, su participación desde su rol reproductivo, como madres, esposas, hermanas o amas de casa, ha sido fundamental. Las mujeres diariamente han suministrado el combustible de la revolución, es decir la comida y la bebida para las personas que vivían en las “ciudades de las tiendas de campaña” o los que marchaban en las calles. Además, con la cada vez más inadecuada provisión del Estado en materia de servicios básicos como agua, electricidad o combustible, las mujeres han sido no solamente las que más han sufrido, sino quienes han asumido la responsabilidad de distribución de los escasos recursos para asegurar la supervivencia de los hogares. Han sido las mujeres quienes, como extensión de su rol doméstico, han asumido la responsabilidad para la formación y la organización de los grupos de protesta a nivel local en contra de esta situación de pobreza y privación de los recursos básicos, y han luchado para organizar a sus vecindarios. También fueron las mujeres las que se han manifestado a favor de una revolución pacifica, y han pedido en tantas ocasiones que no se utilizase las armas. Las mujeres siguen denunciado la violencia y la injusticia de la ley de inmunidad para el régimen, porque también son ellas las que más sufren a causa del asesinato y la incapacitación por el régimen de sus esposos, padres y hermanos, los que en la mayoría de los casos eran los únicos sostenedores económicos de la familia.
Las mujeres también han sido víctimas mortales de la violencia y los conflictos armados durante la revolución. A pesar de que apuntar con armas hacia las mujeres en Yemen está en contra de los códigos tribales y las costumbres locales. El 16 de octubre de 2011, unos días después de que se conoció la noticia sobre Tawakul Karman como ganadora del Premio Nobel de la Paz, la primera mujer fue asesinada a propósito con un disparo en la cabeza a manos de un francotirador durante una marcha de protesta en Taíz. La victima, Aziza Othman Kaleb se ha convertido en la primera mujer –mártir de la revolución. A partir de entonces, hay más mujeres que mueren ya no como victimas casuales de la población civil, sino que son asesinadas con premeditación y de un modo selectivo, por ser consideradas un verdadero peligro para el régimen y el sistema de dominación masculina. No es algo nuevo, ya que el patriarcado siempre ha utilizado la violencia como arma contra las mujeres. La importancia de las mujeres- victimas morales de la revolución ha sido de tal consideración dentro de la cultura yemení, que el 18 de Noviembre 2011, los grupos opositores al régimen convocaron y nombraron este viernes, el día del rezo musulmán, como el Viernes de las Mujeres Mártires de la Revolución ("Friday of Female Martyrs of the Revolution”) para honrar a las mujeres revolucionarias.
Concluyendo, la participación de las mujeres en la revolución yemení, dentro del contexto de las Primaveras Árabes, forma parte de la trayectoria histórica de los movimientos de mujeres contemporáneos en Yemen. Con una agenda de acción propia, sus expectativas emancipatorias se han incrustado siempre en las dinámicas sociales e históricas específicas. Dentro de estos procesos las mujeres han sido capaces de formular sus propias estrategias de resistencia y cambio, incluyendo las reivindicaciones de sus derechos específicos y renegociando los nuevos roles sociales y libertades particulares. Las narrativas históricas de sus itinerarios emancipatorios reflejan los discursos y los códigos de género que han condicionado sus vidas y sus opciones, así como han determinado sus respuestas colectivas para negociar los cambios y alcanzar mayores cuotas de derechos y de autonomía. Las mujeres en Yemen siempre han luchado por sus derechos y por el reconocimiento de su estatuto desde sus lugares de enunciación, desde sus vivencias de género y aprendizajes cotidianos, y desde sus espacios de poder, formulando las estrategias que plantean formas de relacionar lo «tradicional» y lo «moderno», desafiando la consideración antitética de ambos términos.
La experiencia de las mujeres como lideresas en la revolución ha sido totalmente transformadora para el colectivo femenino. El Premio Nobel de la Paz de Tawakul Karman, sin duda, ha permitido reafirmarlas en este rol, reconociendo su importancia en los procesos de cambio y en la formación de un Estado democrático. Alguien que ha pasado por una experiencia de empoderamiento de este tipo no quiere volver atrás. Las mujeres piden el cambio, y eso es algo que ha reforzado al movimiento de mujeres en Yemen.
Hasta ahora el movimiento de mujeres se ha visto bastante fragmentado, lleno de conflictos, pero también se ha observado su capacidad de unión, a pesar de las diferencias, para incidir en un cambio político y estructural en términos de las transformaciones de género. La participación de las mujeres en la revolución yemení ha sido el ejemplo de que hay grupos femeninos y feministas dispuestas a unirse en torno a los mismos objetivos, manteniendo la diversidad del movimiento, que está formado por mujeres activistas, independientes y de partidos políticos, de edades y procedencias sociales diferentes, con niveles económicos y de educación distintos, de ocupaciones variadas, etc. La representación renovada de las mujeres abre asimismo un nuevo capítulo en la historia de los movimientos de mujeres en Yemen.
Aunque el movimiento de las mujeres ha salido fortalecido de la revolución, y que ha obligado a las mujeres a establecer un diálogo interno para reevaluar y repensar sus recursos y sus estrategias de resistencia y de lucha, y diseñar su propia agenda política para el periodo de la transición y en la era post-Saleh. A pesar de todo esto, los cambios reales no son fáciles de implementar.
El acuerdo de transición del poder, firmado por el presidente Alí Abdulah Saleh el día 23 de noviembre de 2011, ha recogido la obligación de asegurar una representación femenina en el nuevo gobierno y en todas las instituciones mencionadas en el documento. En las versiones anteriores del borrador se sugería un mínimo del 20% de cuota para las mujeres en el nuevo gobierno. No obstante, en la versión oficial esta garantía se redujo a unas palabras ambivalentes que sugieren sólo una “representación apropiada” de las mujeres en el gobierno. Las analistas sospechan que fue el Islah el que empujó para que la especificación del 20% de la representación femenina desapareciera del documento final. La expresión de la “representación apropiada” permite muchas divagaciones. Pues ¿quién va a decidir lo qué es lo apropiado para las mujeres: ¿los hombres del Islah o las activistas feministas de Yemen? Sus visiones sobre la participación política de las mujeres representan dos extremos ideológicos.
Como en tantas otras ocasiones a lo largo de la experiencia histórica, las mujeres han sido bienvenidas en la revolución de una manera excepcional, y su liderazgo ha sido recibido sin ninguna objeción mayor por parte de sus compañeros masculinos. Se necesitaban a las mujeres para la causa de la revolución. No obstante, una vez lograda la victoria, cuando pasamos a las etapas post-revolucionarias, donde la política implica el reparto del poder, todo cambia. Los puestos de poder son limitados y eso implica una lucha por el reparto del poder y el control sobre los recursos.
A pesar de que las mujeres de ambos lados, de la revolución y las que han apoyado al antiguo régimen, han participado activamente en los debates sobre el pasado, el presente y el futuro de Yemen, y han tomado parte activa en las acciones políticas. Han sido tratadas como expertas y lideresas durante la revolución. Han sido bienvenidas para expresar sus opiniones y sus programas del cambio político-social públicamente, en frente de las cámaras o en frente de la muchedumbre masculina. Cuando tocó el reparto del poder, su representación no ha aumentado de manera significativa. Al formar el gobierno de unidad nacional mediante el decreto nº 184, de 7 de diciembre de 2011, tan sólo tres mujeres han sido incluidas en el nuevo gabinete, de un total de 35 miembros; a saber: Houria Ahmed Mashhour - Ministra de Derechos Humanos, Amat al-Razzaq Hummad - Ministra de Asuntos Sociales y Trabajo, y Jawhara Hamoud Thabet - Ministra de Estado para Asuntos del Gabinete.
Las mujeres han sido decepcionadas, porque está claro que la situación de exclusión y de discriminación de las mujeres no va a cambiar sin la representación adecuada de las mujeres, comprometidas con el tema de género, en las estructuras de poder. No obstante, el movimiento de mujeres no ha sido pasivo. Las mujeres se están movilizando para presionar y demandar una representación del 30% en el poder y en todas las comisiones de trabajo durante los dos años del periodo de la transición política, estipulado en el acuerdo del 23 de noviembre. El 28 de enero de 2012, casi 100 mujeres, representantes de diversos sectores políticos y de la sociedad civil, se han convocado en Sana´a para preparar una estrategia política y definir las prioridades de consenso de los grupos femeninos, para poder avanzar en su lucha feminista por la implementación de los derechos de las mujeres en Yemen. El 8 de marzo 2012 se ha convocado la , con el fin de poder avanzar en este campo. El movimiento de mujeres en Yemen después de la revolución se ve como un movimiento más consolidado y consciente de su protagonismo, lo cual es necesario para liderar el cambio social, y se tiene presente su reto para influir e incidir en el desarrollo humano sostenible, en la equidad de género y en la democracia participativa y paritaria en Yemen.
* El Índice del Desarrollo Humano del PNUD mide tres dimensiones del desarrollo: salud educación y estándar de vida; a través de la combinación de cuatro indicadores: esperanza de vida, años de escolarización previstos y promedios, así como ingresos nacionales brutos per cápita.
** El Índice de Desigualdad de Género del PNUD mide la pérdida de logros en tres dimensiones del desarrollo humano: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral, debido a la desigualdad entre hombres y mujeres.
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