Ante estos despropósitos, hay aún quien se pregunta qué ocurre
para que los asesinatos lejos de reducirse sigan en aumento, y qué
falla en las políticas de igualdad para que los roles y estereotipos
sexistas pervivan, para que la maté porque era mía siga siendo
un lema tristemente ejecutado. Al tiempo que quienes se formulan
semejante pregunta, ni plantean la urgencia de cambiar las actuaciones
arriba mencionadas, o el introducir en el currículum educativo líneas
para promover la equidad entre alumnas y alumnos que compondrán la
futura sociedad, o replantear el sistema económico y político
androcéntrico.
Debemos de afrontar la situación de forma global, tanto por
parte de la ciudadanía en su conjunto como por parte de las
administraciones y estructuras sociales presentes, porque este incesante
goteo de asesinatos hay que enfrentarlo desde todos los frentes, y
porque es un problema de todas y todos. Porque cuando un hombre mata a
una mujer, la sociedad, como conjunto de derechos y libertades, se
empobrece, se degrada y fracasa. No nos cansaremos de recordar que la
violación de los derechos humanos tiene como última expresión de la
barbarie el asesinato de una persona, más aún, si el asesinato parte de
la mano ejecutora del machismo y se mata por su condición de mujer. Urge
por tanto, determinar acciones preventivas, conciliadoras y punitivas
sin vuelta, que bajen a la raíz, que aborden la desigualdad estructural
de derechos entre mujeres y hombres, con determinación y responsabilidad
política.
El terrorismo machista no es primera plana de la agenda
política y social, ni abre los telediarios; apenas ocupa las páginas de
sucesos. Las víctimas del terrorismo machista no reciben homenajes, las
administraciones públicas no condenan dichos asesinatos, los gobiernos
no definen políticas antiterroristas para enfrentar semejante sangría,
ni la ciudadanía se moviliza en masa ante cada uno de los asesinatos,
las familias de las asesinadas ni siquiera son contempladas y menos
compensadas moral y económicamente.
Son los grupos feministas y de mujeres quienes diariamente siguen
denunciando que no podremos hablar sobre democracias saneadas, ni
sociedades normalizadas, mientras exista un solo caso de maltrato,
asesinato y agresión sexual contra las mujeres, mientras exista un solo
terrorista machista que se crea en el derecho de matar a una mujer
porque ya no controla su vida ni las decisiones que la mujer adopta.
Parece que la movilización y la alarma encendida ante semejante
violación del derecho fundamental a la vida, en este caso, en el caso de
las mujeres, es cosa de unas cuantas que seguimos estando solas en el
momento de alzar la voz en el "basta ya".
El terrorismo machista, presente en todas las sociedades
desarrolladas o no, sigue matando, y aquí no pasa nada más allá de
declararse públicamente en contra de la lacra. Es hora de que nombremos a
las situaciones como lo que son: terrorismo machista. Es hora de que
tomemos conciencia individual y colectiva para enfrentar cada quien
desde su ámbito las diferentes violencias ejercidas contra las mujeres,
que derivan como máxima expresión en un asesinato.
Es hora de recomendar a los hombres que se consideran con el
derecho y hasta el deber de matar a una mujer, cuando han perdido el
control sobre ella, y que "por el peso de la culpa por el acto cometido"
después de matarla se suicidan, en un gesto heroico para salvar el
honor:
Si crees que la vida de una mujer te pertenece, busca ayuda con urgencia.
Si por el contrario piensas que, como varón tienes en tus
manos la potestad de quitar una vida, no lo pienses demasiado y empieza
por la tuya.
Por Ainhoa Beola Olaziregi y Azu Serrano
Artículo publicado el 8 de abril de 2010 en Notícias de Guipúzcoa
Fuente de la imagen:
http://http://memesfeministas.wordpress.com/2013/04/04/un-consejito/
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