skip to main | skip to sidebar

1 de noviembre de 2013

La violencia obstetra

Excelente artículo de la periodista Alba Onrubia García, Máster en 2010 en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos (UAM) y colaboradora de Paz con Dignidad y la revista Pueblos, donde ha publicado el artículo que reproducimos a continuación.  La periodista denuncia el modelo de parto tecnocrático que prima en Brasil, pero extendido ya en prácticamente todo el mundo, en el que se antepone la eficacia y eficiencia mercantiles a los intereses de las mujeres que van a dar a luz, convirtiendo el hospital en una fábrica de reproducción de la fuerza de trabajo. Consideradas objetos y no sujetos con capacidad para protagonizar y decidir sobre su propia experiencia vital, son sometidas a un protocolo en el que no se observan las especificidades y particularidades que, como seres únicos, todxs poseemos, así como a un trato vejatorio verbal y asistencial. En muchos casos, debido a la asiduidad con la que se producen, algunos comportamientos violentos se han "normalizado". 

Así mismo, la historiadora e investigadora de origen italiano afincada en New York, Silvia Federici, en una entrevista publicada en SIN PERMISO afirmava que "Hoy en día, en Estados Unidos al menos, el parto también se ha mecanizado. En algunos hospitales, obviamente no los de lxs ricxs, las mujeres dan a luz en una línea de montaje, con tanto tiempo asignado para el parto, si exceden ese tiempo se les hace una cesárea."

Te invitamos a leer...
 La administradora del blog

La lucha social en Brasil por un parto humanizado libre de violencia institucional

Cosificadas, infantilizadas y desposeídas de cualquier toma de decisión, el cuerpo de las mujeres ha sido el campo de la batalla[1] a dominar por los distintos intereses patriarcales de la esfera pública y privada. Históricamente nos hemos visto sometidas a toda clase de imposiciones legislativas, maritales, religiosas, sociales, éticas y estéticas que nos han relegado a un segundo plano, cuando no al “exilio”, en el control sobre nuestros cuerpos.

Hoy en día sigue existiendo un gran número de esas prácticas que, mantenidas, transformadas, escondidas, aplaudidas y/o criticadas, pretenden seguir haciendo de nuestros cuerpos una disputa exógena a nosotras mismas, no sin encontrarse con las voces colectivas e individuales de los feminismos que mantienen una respuesta clara: el cuerpo es mío, yo decido. Aunque a cada paso los obstáculos y los frentes de batalla se vayan multiplicando.


Como mujeres tenemos la capacidad genética (y la presión social) de engendrar vida. El acto de parir es tan propio de la mujer que algunas personas consideran que la maternidad “es lo que hace a las mujeres auténticamente mujeres”, como se atrevió a señalar el ministro de Justicia Ruiz-Gallardón[2], en una muestra más de cómo la mujer es relegada al rol de madre. Y sin embargo, hasta en esta materia nuestra toma de decisión se ve coartada por un discurso que deliberadamente infravalora nuestra capacidad natural. Unas veces con la fe en la ciencia y la modernidad como bandera, otras evocando los fantasmas del “peligro” y otras muchas simplemente por la mecanización del proceso de parto, éste ha quedado deshumanizado y las instituciones médicas se han apoderado del derecho de la mujer a controlar su propio cuerpo y sexualidad.


La violencia obstetra es una de las formas en las que la violencia de género o violencia sexual se manifiesta de manera silenciosa, cuando menos camuflada por lo ha- bitual. No tan visibilizada como la violencia en el hogar, es ejercida de igual forma por las estructuras asimétricas de poder. Durante el proceso del embarazo, parto y posparto, numerosas mujeres se ven sometidas a prácticas humillantes, violentas y vejatorias, siendo relegadas a meros pacientes sin voz, poder de decisión ni control sobre su proceso.


En este contexto, determinados agentes de la sociedad civil, como grupos feministas, casas de parto y los y las profesionales de la salud del “modelo de la asistencia basado en evidencias y no en hábitos” (que veremos más adelante), vienen denunciando desde la década de los 60 el modelo de parto tecnocrático, ya normalizado en muchas partes del mundo, donde prima el factor productivo por encima del humano. Este modelo médico ha conseguido construir una serie de mitos en torno a la eficacia y eficiencia de la ciencia médica en el proceso de parto que ha generalizado el intervencionismo. Y Brasil, donde la hospitalización se ha convertido en casi la única elección para la gran mayoría de mujeres brasileñas que quieren dar a luz, es el máximo exponente en el continente latinoamericano.


Los procesos de industrialización y “modernización” que se dieron en Brasil en lo económico a principios del siglo XX se fueron extendiendo a todas las esferas de la vida, imperando una cultura capitalista que ha calado hasta los ámbitos de la atención en la salud. El paralelismo de la fábrica con el sistema sanitario ha llevado a generar deshumanización[3]: el hospital, como centro de producción, tiene que mantener unos parámetros de eficacia y eficiencia en términos económicos que desnaturalizan a la mujer y el proceso en sí del parto.


La falta de recursos, en muchos casos, o la productividad para sacar el máximo beneficio, en otros, llevan a encorsetar lo que debería ser un proceso único de cada mujer en una pieza de la maquinaria de fabricación de bebés en serie. La estandarización del “parto modelo” más responde a la idealización de un proceso de parto fácil y rápido para el médico y el hospital que a consideraciones de salud y bienestar del feto y la mujer. De hecho, un amplio porcentaje de las prácticas que se ejercen de manera habitual en los hospitales brasileños y de gran parte del mundo han sido desaconsejadas en informes internacionales, como la Declaración de Fortaleza de 1985 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por tratarse de prácticas que, como la cesárea, la episiotomía, la administración de hormonas o la maniobra de Kristeller, no se justifican en su empleo rutinario. Hay técnicas alternativas más naturales que favorecen tanto el parto como la disminución del dolor: la movilidad libre, los masajes, el afecto, el acompañamiento de una persona querida, un entorno tranquilo…

0 comentarios :

Publicar un comentario