Artículo de Inés Benítez publicado en Periodismo HumanoCada día, ella y otras miles de mujeres atraviesan los puestos limítrofes que comunican Marruecos con las ciudades de Melilla y Ceuta, enclaves españoles en el norte de África, para proveerse de productos dispuestos en pesados bultos y transportarlos por el pasaje fronterizo a pie, en un comercio que mueve millones de euros y del que se benefician los comerciantes de ambos territorios.
Los empresarios de Melilla “viven de este contrabando”, que hacen
posible las miles de mujeres porteadoras “para sobrevivir y dar de comer
a sus hijos”, dijo el fundador de la Asociación Pro Derechos de la Infancia, José Palazón, quien vive en la ciudad hace 14 años.
“Son madres solteras, viudas, maltratadas, con maridos inválidos,
mujeres excluidas por la sociedad que echan mano del contrabando para
poder salir adelante”, afirmó el dirigente sindical Abdelkader
El-Founti, de la melillense Central General de Trabajadores.
A las 9:00 abre el puesto fronterizo melillense del Barrio Chino, la
porteadora muestra el pasaporte y camina hacia una explanada en la que
varias furgonetas dejaron temprano en el suelo los bultos preparados
para la carga.
Amarra con cuerdas el paquete sobre su espalda y anda en sentido
contrario más de 200 metros, sorteando la multitud que se amontona en
el estrecho lugar, para entregar pronto la carga en el lado marroquí y
volver a hacer más portes, antes del cierre del paso a la 13:00 horas.
A esta actividad los melillenses y ceutíes la llaman “comercio atípico” y los marroquíes lo viven como contrabando tolerado.
De las altas verjas de hierro del estrecho pasaje del Barrio Chino
cuelgan carteles con siluetas de porteadores y porteadoras que indican
la entrada.
Las mujeres cobran cuando entregan el fardo en el lado marroquí,
donde hay hombres con carretillas o vehículos esperando para
transportarlo. La cuantía depende de los kilos que carguen. “Lo máximo
son 10 euros (13 dólares) diarios. Por cada porte les pagan de tres a
cinco euros (cuatro a seis dólares), según el peso”, afirmó El-Founti.
Al peso que soportan se añaden “todo tipo de vejaciones que sufren por parte de la policía española y marroquí”, denunció.
“El trato que se da a los porteadores es humillante. Hay malos tratos
por la policía de ambos lados de la frontera. Solo hay que permanecer
cinco minutos allí para darse cuenta”, subrayó a IPS el marroquí Amin
Souissi, de laAsociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en la sureña ciudad española de Cádiz.
Souissi recordó la muerte en septiembre de 2013 de un joven porteador
de la ciudad marroquí de Tetuán que, “harto de tanta humillación”, se
quemó a lo bonzo en el paso fronterizo de El Tarajal de Ceuta, después
de que las autoridades de su país le quitasen la mercancía que
transportaba.
“No queremos que pierdan su medio de vida, pero pedimos que se
respeten los derechos humanos de estas personas en las fronteras de
Ceuta y Melilla”, reivindicó Souissi, quien ha visto a policías
empujando con sus porras a las porteadoras.
El activista lamentó la corrupción de las autoridades marroquíes que
cobran la “rasca” (soborno), así como la arbitrariedad imperante a la
hora de permitir cruzar a los porteadores, “que depende del funcionario
que toque”.
En los enormes bultos se transportan todo tipo de objetos, como
mantas, neumáticos usados, alimentos y pañales. La inmensa mayoría de
los porteadores son mujeres, pero también lo hacen hombres, sobre todo
jóvenes sin recursos.
Muchas mujeres cruzan la frontera con paquetes más pequeños. Otras
ejercen como empleadas domésticas en domicilios de Melilla y Ceuta y, a
última hora, regresan a dormir a Marruecos.
De las alrededor de 40.000 personas que circulan diariamente entre la
localidad marroquí Beni Enzar y Melilla, solo 10 por ciento lo hace
con visado, advirtió El-Founti. Los porteadores deben mostrar su
pasaporte y el resto cuenta con un permiso especial, acordado entre el
gobierno español y marroquí, para trabajar durante el día a Melilla y
regresar a pernoctar a sus hogares.
“Son trabajadores de la construcción, empleadas del hogar y del
sector de la hostelería que trabajan 10 o 12 horas por menos de 200
euros (270 dólares) mensuales y sin derechos”, denunció.
El-Founti lamentó que los empresarios melillenses aprovechen el miedo
de los “empleados transfronterizos” a perder su trabajo y su situación
de necesidad. “Muchas de las mujeres marroquíes empleadas domésticas en
Melilla son analfabetas y desconocen sus derechos laborales”, subrayó.
El trasiego de mercancías de las porteadoras “mueve muchísimo dinero a
ambos lados de la frontera”, comentó Palazón, quien cree “muy difícil”
acabar con esta situación, pero exhorta a dignificar su trabajo y
mejorar las instalaciones fronterizas por donde pasan diariamente.
“No hay ni un grifo para beber”, aseveró Souissi sobre el paso
fronterizo de El Tarajal de Ceuta, que “más que un paso de peatones
parece una jaula” con pasillos muy estrechos donde las porteadoras casi
no caben.
Este comercio reporta 1.400 millones de euros anuales (1.800 millones
de dólares) en los dos lados de la frontera y supone un tercio de la
economía de las dos ciudades autónomas españolas.
De la actividad viven directamente 45.000 personas y 400.000
indirectamente, según datos de la Cámara Americana de Comercio en
Casablanca, en Marruecos, citados en la Declaración de Tetuán, firmada allí por casi una treintena de organizaciones en abril de 2012.
En esta declaración se alerta sobre la “importante cantidad de
ingresos obtenidos a través del soborno”, 90 millones de euros anuales
(121 millones de dólares), según datos del semanario independiente
marroquí Al Ayam.
Las condiciones de paso por los puestos fronterizos, donde se agolpan
miles de personas, ya han causado muertes. En noviembre de 2008, Zafia
Azizi murió aplastada en Melilla y el 25 mayo de 2009 fallecieron las
marroquíes Busrha y Zhora en una avalancha en el paso ceutí de Biutz.
Activistas consultados por IPS coincidieron en que la Unión Europea
(UE) no atiende debidamente las vulneraciones de los derechos humanos
que sufren las porteadoras marroquíes.
Ceuta y Melilla tienen un régimen fiscal especial con importantes rebajas impositivas y son ajenas a la Unión Aduanera del
bloque, lo que permite a ambas ciudades importar con aranceles
inferiores a los de la UE y vender a los ciudadanos marroquíes esos
productos para su posterior ingreso irregular en Marruecos para su
reventa.
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