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Amy Goodman

Periodista, investigadora, escritora... Ha demostrado que SÍ es posible la independencia de los medios de comunicación y ha dado voz a lxs excluídxs en los mass media. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Vandana Shiva

Doctora en física, filósofa, activista por la justícia global y la soberanía alimentaria... Ha demostrado que SÍ es posible la producción sostenible y plural de alimentos. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Tawakkul Karman

Periodista, política, activista por los Derechos Humanos... Ha demostrado que SÍ se puede luchar desde el pacifismo por la Revolución política, social y de género en Yemen. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Joumana Haddad

Poeta, traductora... Ha demostrado que SÍ se puede trabajar por la secularización de la sociedad, la libertad sexual y los derechos de las mujeres en Líbano. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Leymah Gbowee

Trabajadora social, responsable del movimiento que pacificó su país en 2003... Ha demostrado que SÍ es posible la Paz en Liberia y que las mujeres son sus constructoras. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Ada Colau

Filósofa de formación y miembra visible de la PAH... Ha demostrado que SÍ es posible hacer frente a la ilegitimidad de las leyes movilizando a la sociedad pacíficamente. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Marama Davidson

Activista por los derechos del pueblo maorí... Ha demostrado que SÍ es posible identificarse con la idea universal de la descolonización del Planeta. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Teresa Forcades

Doctora en salud pública, teóloga... Ha demostrado que SÍ es posible un discurso humanista, feminista y combativo por la justícia social dentro de la Iglesia Católica. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Sheelah McLean, Nina Wilson, Sylvia McAdam y Jessica Gordon

Fundadoras del movimiento Idle No More... Han demostrado que SÍ es posible mobilizar a la sociedad en defensa de los derechos de los pueblos autóctonos en Canadá. SIN ELLAS NO SE MUEVE EL MUNDO.

21 de marzo de 2013

El piropo o cómo el patriarcado perpetúa su ideología machista

Entrevista a Alicia Murillo, autora del proyecto  EL CAZADOR CAZADO, y a la periodista June Fernández, de la revista feminista PÍKARA MAGAZINE, sobre el piropo, una forma agresiva de imponer la ideología patriarcal a través de la legitimación del cuestionamiento, por parte de los hombres, del cuerpo femenino en la escena pública.

En agosto de 2012, una periodista freelance, colaboradora del suplemento de El País SModa, me pidió que contestase unas preguntas para un reportaje sobre acoso machista callejero que estaba preparando, en el que hablaría de iniciativas como Hollaback. Yo acepté y le recomendé a Alicia Murillo, por su proyecto ‘El cazador cazado’. Ambas contestamos a sus preguntas (Alicia a todas y yo, por no redundar, añadí algunas ideas) en seguida, ya que la periodista nos dijo que la publicación sería inminente. Nunca se publicó.

El argumento oficial fue que por esas fechas El País sacó un reportaje sobre el mismo tema (pero sin centrarlo en el contexto español ni contar con activistas locales) y que resultaba redundante. A nosotras nos consta que el reportaje se llegó a escribir y a entregar, y que nuestro discurso no gustó. Así que, como nos sentimos censuradas, a continuación reproducimos las preguntas que la periodista nos propuso y nuestras respuestas:

¿Cuál es el límite entre un halago y un piropo ofensivo?

Alicia Murillo: El sentido común. Si es ofensivo no es un piropo. Un piropo se dice para halagar. Las agresiones callejeras son aquellas que incluyen cosas como: dar una opinión que no te han pedido, tono de burla o tono paternalista, palabras malsonantes, acercamiento físico intimidatorio, etc. Las mujeres no nos permitimos el lujo de opinar sobre la forma de caminar o de vestir de un hombre desconocido que nos cruzamos en plena calle. ¿Por qué ellos sí lo hacen? Porque es una demostración de poder, porque si un conjunto amplio de hombres intimidan a las mujeres de una sociedad podrán ofrecer “protección” a la que tienen en casa creando así una situación de dependencia. El acoso callejero, el mal llamado piropo, no es un halago, es otra forma que el patriarcado tiene de hacer ver que el cuerpo de las mujeres es un espacio comunitario que se puede tocar, maltratar y sobre el que se puede opinar libremente. Es una manera de robar independencia a las mujeres que caminarán más inseguras por las calles y, por tanto, serán más vulnerables y más dependientes de los hombres.

June Fernández: Sentirse con el derecho de hacer un comentario a una desconocida sobre su aspecto o su vestimenta, o transmitir una actitud lasciva de buenas a primeras, es una práctica machista censurable. Pero además hay agravantes, como el que te habla a tus espaldas, el que te habla de noche en una calle solitaria, el que te toca además de hablarte… Hace apenas unos días una lectora escribió a Pikara contando que un hombre le tocó la vulva en un parque de Barcelona, y cuando compartimos esos testimonios casi todas las mujeres dicen que a ellas tambien les ha ocurrido algo así.

¿Podríais compartir alguna situación en la que os hayáis sentido acosadas o molestas por alguna actitud masculina en la calle?

A.M.:Las más desagradables las viví quizás de pequeña, aproximadamente a los 13 años. Fueron las más duras porque fueron las primeras y porque en la adolescencia la vulnerabilidad de las personas está más a flor de piel. Yo siempre fui muy alta para mi edad pero era también muy delgada. Los hombres se permitían el lujo de dar su opinión sobre mi cuerpo diciéndome cosas como “Ey, morena, qué canija estás pero te follaba igualmente”. A eso es a lo que se enfrenta una niña española de manera cotidiana al salir a la calle sola y aún nos permitimos mirar por encima del hombro a los países musulmanes diciendo que aquí gozamos de igualdad y que somos un país desarrollado. Me machacaron la autoestima. Afortunadamente crecí en un entorno familiar que contrarrestó todo aquello dándome herramientas para desarrollar la seguridad en mí misma.

J.F. Yo vivo en un barrio en el que hay una alta presencia de hombres en la calle y cada día me enfrento a varios comentarios sobre mi aspecto, silbidos, besitos, miradas lascivas… Es una práctica normalizada y creo que a quien la hace le mueve más la necesidad inconsciente de reafirmar su virilidad que el deseo de relacionarse con la mujer a la que acosa. La prueba es que en grupo se crecen más y es raro que uno del grupo cuestione al resto.

¿Por qué están tan arraigados los micromachismos en España? ¿Qué características tienen? 

A.M. El peligro del término “micromachismos” es que a veces puede pensarse que son “males menores”. Es como decir que hay drogas duras y blandas. Cualquier acto discriminatorio, por cotidiano y frecuente que sea, es una muestra que el sistema patriarcal tiene de reafirmarse. Por tanto no hay actos pequeños de discriminación. ¿Me pide que enumere alguno de los que veo cotidianamente en mi país? Pues, por ejemplo, que esta entrevista no se publique en el apartado de política y que tenga que hacerse una revista aparte exclusiva para las mujeres que, por supuesto, está estructurada en moda, belleza, celebrities, etc. en lugar de asuntos como violencias patriarcales, medicalización del cuerpo femenino, sexualidad, recuperación de la memoria histórica de la mujer, etc. Es como si la prensa quisiera decirnos: sí, sabemos que existís, pero no podéis pretender que vuestros problemas ocupen las grandes secciones periodísticas ni que en las revistas femeninas abandonemos las frivolidades, es importante teneros narcotizadas con chorradas. Me pregunto si, por ejemplo, una oleada de violencia verbal callejera se desatara contra, no sé, el sector chino de la población. Que de pronto los/as inmigrantes chinos/as no pudiesen salir a la calle de madrugada solos/as, que necesitasen de la protección de otras personas, que los intimidasen por la calle con palabras malsonantes y groseras. Eso ocuparía primeras planas y se hablaría de una ola de racismo. En cambio las mujeres tenemos que asumir esa violencia sin que la sociedad lo catalogue de problema sociopolítico de importancia, incluso si somos el 50% de la población. Cuando las revistas femeninas hablen de autoras como Virginie Despentes, Itziar Ziga, María Llopis, Beatriz Preciados o Diana J. Torres en lugar de hablar de Valentino o Armani, quizás por fin mis congéneres se conciencien de que, como decía Beauvoir, hoy por hoy seguimos siendo ciudadanas de segunda, El segundo sexo.

¿Qué podemos hacer para tratar de revertir esta situación?

A.M. Reconocer nuestra agresividad. Nos robaron la agresividad, nos dijeron: vosotras, niñas dulces, no debéis defenderos porque vuestra feminidad quedaría lisiada. Pero no es así, la legítima defensa es eso, legítima. No necesitamos que nos defiendan, podemos hacerlo solas y podemos hacerlo canalizando la agresividad a través de la creatividad, la sororidad, el sentido del humor y la alegría. Reír descaradamente es lo más subversivo y agresivo que podemos hacer ante el patriarcado. Reír con esas risas histéricas de brujas que nos han dicho que no eran nada femeninas y saber que todo esto está ocurriendo por una razón: nos saben poderosas y tienen miedo de nosotras. Yo no confío en la justicia ni en la policía. Creo que son dos instituciones que, hoy por hoy, y salvo contadas excepciones, sirven al patriarcado. Las cosas están cambiando pero demasiado lentamente y no puedo esperar cuatro generaciones para que la situación se arregle. La vida es corta, prefiero defenderme sola.

J.F. Una propuesta fundamental es la autodefensa feminista, en la que no se aprenden sólo técnicas físicas para enfrentar una agresión sexual, sino que sobre todo se trabaja en reconocer situaciones violentas, incluido el acoso callejero, y se comparten estrategias para enfrentarlas. Recomiendo muchísimo como formadora a Maitena Monroy. Me parece muy importante también que los hombres cuestionen a  sus amigos o compañeros de trabajo cuando ‘piropean’.

Alicia, ¿por qué empezaste el proyecto de El cazador cazado?

A.M. Pasé 12 años viajando por todo el mundo. Viví en tres continentes diferentes y entré en contacto con infinidad de culturas. Eso me ayudó a darme cuenta de que había lugares donde las mujeres podían caminar por la calle sin ser ofendidas en cada esquina. La gente era capaz de relacionarse entre ella, ligar, hablar, etc. sin asumir roles de superioridad/inferioridad. Cuando volví a España se me hacía insoportable convivir con esta costumbre tan rancia del acoso callejero. A veces las situaciones eran tan desagradables que terminaba llorando. Pensé que debía darle la vuelta a la situación. Yo quería reír. Si alguien tenía que llorar, que fueran ellos.

¿Es España un país donde el acoso callejero se ha convertido en algo habitual?

A.M. Depende de la ciudad, pero sí, en general se tiene muy interiorizado tanto por hombres como por mujeres. Cuando mis amigos de Seattle (EEUU), ciudad donde viví una larga temporada, ven mis vídeos no dan crédito. Allí la gente es muy espontánea y te dicen cosas por la calle pero de manera completamente diferente. Vas paseando y alguien (hombre o mujer) se acerca a ti y comenta: “me encanta la camiseta que llevas”, o bien “tu sonrisa me ha alegrado la mañana”, o bien “¡qué maravilla de corbata!”… pero el matiz es completamente distinto porque no hay juicio de valores, ni paternalismo, ni jerarquía de géneros: un hombre se lo puede decir a otro hombre, por ejemplo. No existe un acoso sexual, existe un acercamiento amigable, espontáneo y respetuoso que puede o no terminar en amistad, sexo o, simplemente, un saludo cordial a un/a desconocido/a. Y por supuesto esos acercamientos no incluyen insultos, palabras malsonantes ni tocamientos.

¿Qué podemos contestar a aquél que nos tilde de “paranoicas” por quejarnos ante un piropo o un halago pasado de rosca y claramente machista?

J.F. Me preocupa que cada comentario aislado no parece suficientemente grave como para darle una respuesta contundente. ¿Es una agresión algo aparentemente inofensivo como que te digan “hola, guapa”? ¿Cómo contestar a eso sin que te tachen de agresiva y exagerada? Pero el problema es que no es un “hola, guapa aislado”, sino que las mujeres, por el hecho de serlo, estamos expuestas a recibir ese tipo de comentarios de forma habitual, unido al riesgo de ser agredidas física y sexualmente en la calle, incluidos esos tocamientos tan habituales que mencionaba antes. Y esa situación, que definimos como violencia simbólica, nos hace sentirnos vulnerables, expuestas, nos recuerda que la calle aún no es nuestra. Que se trate de un bombardeo de piropos aparentemente inofensivos hace que nos acostumbremos a ignorarlos, a intentar que no nos afecten. Pero claro que nos afectan, y callárnoslo nos genera una impotencia y una rabia contenida que creo que hay que empezar a expresar. Por eso creo que es importante que respondamos cuando nos sintamos con ánimos. Es fundamental que las mujeres compartamos estrategias de cómo hacer frente a estas pequeñas agresiones, así como propuestas como la de Alicia o Hollaback.

A.M. Hay que decirles que no nos interesa su opinión. Yo no quiero convencer a nadie de nada, no me interesa el juicio que el patriarcado haga de mi persona, lo que yo quiero es que me dejen pasear tranquila por la calle. ¿Ellos/as piensan que soy una paranoica? Uf, pues si supieran lo que yo pienso de ellos/as… lo mismo hasta les traumatizaba.

¿Podemos esperar que las cosas mejoren?

A.M. Las cosas ya están yendo a mejor. Recibo mensajes casi a diario de mujeres que me cuentan lo importante que ha sido mi proyecto para ellas, todo lo que ha significado, cómo han logrado empoderarse, sentirse más fuertes. Para mí eso es haber avanzado muchísimo. Y sé que cada vez somos más. Por desgracia aún queda mucha gente que no ha vivido otra manera de relacionarse con el otro sexo que no sea a través del acoso. Hay quien me dice: “Pero entonces, ¿cómo voy a hacerle saber a una chica que me gusta si no es diciéndoselo?” No se enteran de nada, no entienden que para gustar a alguien lo primero que tienes que hacer es preocuparte por su bienestar, por que se sienta cómoda. Pero llegará un día en que los hombres entiendan que decirle a una mujer “¡Borreeeeeegaaaa!” a gritos desde un andamio no tiene nada que ver con la seducción. Es una cuestión de sentido común.

Entrevista publicada en Píkara magazine

11 de marzo de 2013

El tratamiento mediático del asesinato de Reeva Steenkamp

Jina Moore
Jina moore, periodista independiente, especialista en temas relacionados con el continente africano y los derechos humanos -particularmente los que afectan a la seguridad de la mujer- cuestiona el tratamiento que la publicación norteamericana Time Magazine ha dado al asesinato de Reeva Steenkamp a manos de su novio, el atleta sudafricano Oscar Pistorius. 

La periodista pone de manifiesto la clara intencionalidad del escritor Alex Perry, autor del artículopara presentar el caso como un problema relacionado con la violencia imperante en el país sudafricano, debido a sus particularidades sociales, económicas  y políticas,  y no como un caso  de violencia de género. Para ello, omite,  de manera intencionada, datos relacionados con  la persona y la personalidad de la víctima, su posible situación de vulnerabilidad como consecuencia de haber podido vivir situaciones de violencia con anterioridad a su asesinato y los testimonios de familiares y amigos, al tiempo que hace hincapié en el atleta y no en el asesino.

Tal y como Marta Mediano García escribía el 22 de febrero de 2013 en Píkara Magazine “El drama es el fin de su carrera, (de  Pistorius), no que se imponga sobre las víctimas de violencia machista el recuerdo de que nunca fueron lo suficientemente importantes, importantes para vivir y para ser resarcidas”

La administradora del blog

 'South African Violence' Only Explains the Pistorius Case If He's Not Guilty


There's a please-click-thru-six-screens cover story just published by TIME about the shooting, by track athlete Oscar Pistorius, of his girlfriend, Reeva Steenkamp. Pistorius, if you don't know, is a darling. Handsome. Charming ("but with a fiery temper," says The Australian ). And fast, even as a double-amputee -- so fast that in London last year, he became the first Paralympic athlete to compete against able-bodied contenders in an Olympic Games. In a country that "articulates its dreams through sports," Pistorius is, in writer Alex Perry's words, the "latest incarnation of South African hope." 

Perry says that you can't understand the Pistorius shooting -- Pistorius denies murder -- if you don't understand Cape Town. And class. And wealth disparity. And race. And sports. And -- of course -- Apartheid. 

All of these things combine in Perry's story to explain a privileged white man's fear of an imagined assailant which, according to his defense, led him to shoot his privileged white girlfriend. The only thing that doesn't seem to merit inquiry in this American banner publication -- ironically, published within 24 hours of the reauthorization of the Violence Against Women Act -- is domestic violence.

Race, class and politics work differently in different countries. I've no doubt that the intersection of those three with fear is something different than most Americans, who are TIME's intended readership, might understand. I also know, as (even!) Afrikaner friends have put it to me, that these are favorite diversionary topics of Americans: How much easier to talk about other countries' racial violence -- and, now, other countries' domestic violence -- than to talk about our own long history of violence against blacks (or women). To be sure, some of those conversations are necessary and genuine; and just as surely, others are a salve. 

But here's something else a lot of Americans understand: When a man kills his partner, anywhere in the world, there's cause for concern. Not just about race, class and politics, but about domestic violence. And not just in foreign countries we categorize as especially violent: In the U.S., domestic violence accounts for more than 20 percent of all violence committed against women. 

Pistorius' defense is that he shot her accidentally, thinking she was an intruder. The legal truth is playing out in court. But the defense sounds to many of us, myself included, an awful lot like the abuser's version of, "He didn't hit me, I fell down the stairs." 

The South African Police don't consider domestic violence a discrete crime. If you're beaten by your boyfriend in your kitchen, it gets written up as assault, no different than if you were punched by a stranger at a bar. But in a recent study in Gauteng -- South Africa's wealthiest, most densely populated and most cosmopolitan province -- more than 50 percent of women reported experiencing some form of domestic abuse - and more than 75 percent of men admitted to abusing women. That makes it difficult to say what the rates of domestic violence might be in South Africa, but it's impossible to deny, or even to downplay, domestic violence there any longer. 

The Pistorius shooting, and the violent rape and murder of 17-year-old Anene Booysen , have fueled the demand for accountability, including a national commission on gender-based violence. 

And yet there's only one mention of domestic violence in Perry's piece, and it's at the top, where Perry notes that the murdered woman tweeted on the day of her death: "I woke up in a happy safe home this morning. Not everyone did. Speak out against the rape of individuals." 

Perry leads with "the painful irony of a woman killed by gunshots having tweeted about violence against women" but he doesn't seem to consider it more than a good opener. Where are the interviews with people who knew Steenkamp? Where are the statements about whether her friends or family believed she felt afraid of him, or knew if he'd violated her before? Where is the requisite "he didn't/did have any prior charges filed against him for abusing women" sentence? Where is the flat-out copycatting of The Australian's nod to his violent temper? Where are so many things that would be there if the journalist thought for just a moment that this might not be about white Americans' favorite South Africa memes -- who doesn't love to talk soccer in Mandela country -- but that it might be about violence committed by a man against his partner? 

Then there's this: Equating a tweet about her alleged feelings of safety from rape in her own home, clearly produced to advocate against societal silence against that crime, with the idea that she was safe from any abuse in the home, physical or verbal, is pitifully myopic. Rape is one form of assault, often against women. But saying you feel safe from rape doesn't mean you feel safe in the presence of your partner. There are a lot of other things that could come next: "I woke up in a happy safe home this morning. But I am afraid to go outside." Or: "I woke up in a safe happy home this morning. Until I remembered what happened last week." Or: "I woke up in a happy safe home this morning. Until he reached for me." 

Those are not the kind of things you'd tweet if you were a public figure trying to push a pro-voice, anti-rape agenda. But apparently platitudes on a personal digital billboard are enough to conclude everything was hunky dory at the homestead -- or close enough, at least, that one need never return to the question of domestic violence. 

While I'm womansplaining, let's make this clear: The tweet not only doesn't tell us anything about Steenkamp's experience with domestic violence. It also doesn't tell us about her experience with rape. The majority of rapes are committed against women by intimates, and as Nancy Schwartzman explains so wonderfully succinctly in the trailer for her documentary The Line, society doesn't make it easy for women to understand what they've experienced as rape. You were drinking? Your skirt was short? You're just too damn pretty every day? You might've been asking for it. Nothing about a publicly intended anti-rape tweet allows us to assume, as Perry did, that Steenkamp felt safe from rape -- let alone, as Perry did, all forms of violence against women. 

Like any of us, I've no idea what happened in their house when Steenkamp was shot, because I wasn't there. Personally, I haven't been following the day-to-day legal proceedings closely. But any journalist who can spill six screens' worth of ink on the Big Themes of post-truth-and-reconciliation South Africa can fit a quote or two from the victim's friend -- and, what the hell, a domestic violence specialist -- into the story. Our profession's hard up, but it's not that bad. 

Unless you prefer not to tarnish your virulent, handsome sports stars. And why should you, when you can get away with merely weighing them down with the usual South Africa stereotypes?

3 de marzo de 2013

Cuando el espejo de Venus reflejó a la sufragista

Hace 99 años, la activista Mary Richardson entró en la National Gallery de Londres cuchillo en mano, y rasgó el famoso lienzo de Velázquez. El suceso dio la vuelta al mundo, pero estereotipado como una protesta aislada de una feminista loca. Se obviaron las causas y detonantes de la radicalización de la lucha por el voto femenino, y se silenciaron muchas de las transgresiones individuales y colectivas que protagonizaron las activistas


El cuadro de Velázquez, rasgado por Richardson
Miércoles, 11 de Marzo de 1914. The Times publica información bajo el siguiente titular: “Atropello a la National Gallery. La Venus del Espejo. Sufragista presa en el Tribunal”. Tras éste, y bajo un encabezado que expone: “Magnitud de los daños”, el artículo hace una extensa reproducción de los hechos en la que la imagen del cuadro de Velázquez recibe el tratamiento de una mujer de carne y hueso con expresiones como “fue mutilada” (by la sufragista) y descripciones propias de un intento de asesinato: “El golpe más grave fue una herida cruel en el cuello”.

La protagonista del suceso -y responsable de generar un antes y un después en las políticas de seguridad de los museos británicos-, fue la periodista, sufragista y afiliada a la Women´s Social and Political Union (WSPU), Mary Raleigh Richardson (1889-1961) quien había encabezado ya varias protestas impactantes. Hay que enmarcar los hechos dentro de la decisión del grupo de las suffragettes (como se las llamaba de forma despectiva y como se llamaban ellas de forma reivindicativa) de radicalizar la militancia y, por ende, las acciones de protesta ante la falta de efectividad que habían demostrado tener las políticas normativas en la búsqueda de legalizar el voto femenino.

Así, el 10 de marzo de 1914, Richardson (a quien rebautizaron en la época como Slasher Mary, María la Acuchilladora) entró en la National Gallery y, cuchillo en mano, rasgó decidida el lienzo de Velázquez: siete cortes limpios que no impidieron que el cuadro se recuperara a posteriori.

Fue condenada al máximo de pena contemplado por la “destrucción de una obra de arte”: seis meses de prisión. La acción fue recogida desde la opinión pública como un rechazo y aversión de una feminista radical que tachaba de intolerables los desnudos femeninos: los dirigentes pretendían transmitir la idea de que la protesta no era más que un hecho aislado de una loca eventual. Sin embargo, los motivos profundos del hecho se sustentaban en unas razones claras que desembocaron en acciones nada aisladas.

Emmeline Pankhurst, "la más notable agitadora social y política"
En una declaración realizada por Richardson a la WSPU, ésta afirmó: “He tratado de destruir la imagen de la mujer más bella en la historia mitológica como protesta contra el Gobierno de la destrucción de la señora Pankhurst, que es el personaje más bello de la historia moderna. La justicia también es un elemento de belleza al igual que el color y el contorno sobre el lienzo. Mrs. Pankhurst busca obtener justicia para la mujer y, por esto, están siendo lentamente asesinada por un gobierno de políticos Iscariote. Si hay clamor en contra de mi escritura, que cada uno recuerde que tal protesta es una hipocresía si éstos siguen permitiendo la destrucción de la señora Pankhurst y otras mujeres hermosas de la vida […]”.
Su compañera de batalla, Emmeline Pankhurst, había sido detenida el día anterior a la acción de protesta.

Emmeline Pankhurst (1858-1928). “La más notable agitadora política y social de la primera parte del siglo XX”. “El personaje más bello de la historia moderna”.
De la primera forma la definió The New York Herald Tribune tras su muerte y, de la segunda, su compañera Mary Richardson. La biografía de Emmeline Pankhurst es imposible de rescatar en poco espacio y está llena de auto-biografías, contra-biografías y sucesos que, por muy extraños que nos parezcan, hacen que acercarse a su figura y entender sus razones sea una tarea apasionante.

Pankhurst fue, sin duda, una de las lideresas más difíciles de callar en el camino a la campaña hacia el derecho al voto electoral de las mujeres: el hueso más duro de roer para los asentados políticos británicos. Si por algo se la puede caracterizar es por no haber vacilado ni un segundo ante las estrategias que consideraba oportunas en cada momento (aunque supusiera no llegar a consenso a veces). Tan persistente era que incluso cambió su fecha de nacimiento para que coincidiera con el Asalto de las mujeres a la Bastilla. Su empeñó fue tal que la mayoría de biografías acabaron optando por la fecha que ella eligió y con la que se sentía identificada, en vez de citar la que constaba en su partida de nacimiento.

Fundadora de la WSPU, organización que se dedicaba según ella misma “a los hechos, no a las palabras”, la sufragista provenía de una extensa familia militante a la que, luego se unirían sus hijas, quienes fueron a su vez importantes lideresas de la causa sufragista.

Con tan solo ocho años, esta devoradora de libros ya sabía lo que era trabajar desde el movimiento sufragista. Sin embargo, su trayectoria política no se reduce a esta causa y su “currículum” señala constantes cambios de opinión seguidos de cambios de partidos; algunos incluso rechazaron su presencia (por razón de sexo) en la toma de decisiones. Esto implicó también que el movimiento de la Unión fuera exclusivo de mujeres.

Si algo consiguió la WSPU fue llevar la voz feminista al centro de la noticia. Tanto, que sus acciones han trascendido a la Historia casi como una definición estereotípica del movimiento feminista en general: “feministas radicales”. Las suffragettes pasaron de ser “las agredidas” a “las agresoras” y se mostraban “cómodas” ante la idea de ir a prisión si aquello implicaba visibilización. Así, tras se preguntada por un periodista acerca de si estaría dispuesta a ser encarcelada, ni corta ni perezosa Pankhurst contestó: “Oh, sí, absolutamente. No sería tan terrible, ya sabes, y sería una experiencia valiosa”.

El punto de inflexión en la acciones tomadas por la organización llegó el 21 de junio de 1908, cuando 500.000 activistas se reunieron en Hyde Park para exigir el voto para las mujeres. Los líderes parlamentarios respondieron una vez más con indiferencia y la WSPU, decide ir un paso más allá en la protesta. Acciones espectaculares como el Viernes negro, el asalto al Ministerio del Interior y los incendios provocados en mansiones y campos de golf masculinos, se convirtieron en el sello constante de las suffragettes para conseguir sus derechos. Una de las acciones más conocidas de la Unión fue cuando Emily Davison saltó delante del caballo del rey en el Derby Epsom en 1913, falleciendo poco después.

No es hasta 1918 que se concedió el derecho a votar a las mujeres en Gran Bretaña. Eso sí, únicamente para mayores de 30 años y con algunas restricciones.

Actualmente, espacios tan contemporáneas y virales como la Wikipedia (esa “fuente de sabiduría”) sitúan la acción realizada contra la Venus dentro de un epígrafe genérico y rotundo: “Vandalismo”. Parece que lo de negar derechos, todavía, está muy lejos de colocarse debajo de definiciones como ésa.

Artículo escrito por Mar Gallego el 28/02/2013 en PÍKARA MAGAZINE