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Amy Goodman

Periodista, investigadora, escritora... Ha demostrado que SÍ es posible la independencia de los medios de comunicación y ha dado voz a lxs excluídxs en los mass media. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Vandana Shiva

Doctora en física, filósofa, activista por la justícia global y la soberanía alimentaria... Ha demostrado que SÍ es posible la producción sostenible y plural de alimentos. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Tawakkul Karman

Periodista, política, activista por los Derechos Humanos... Ha demostrado que SÍ se puede luchar desde el pacifismo por la Revolución política, social y de género en Yemen. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Joumana Haddad

Poeta, traductora... Ha demostrado que SÍ se puede trabajar por la secularización de la sociedad, la libertad sexual y los derechos de las mujeres en Líbano. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Leymah Gbowee

Trabajadora social, responsable del movimiento que pacificó su país en 2003... Ha demostrado que SÍ es posible la Paz en Liberia y que las mujeres son sus constructoras. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Ada Colau

Filósofa de formación y miembra visible de la PAH... Ha demostrado que SÍ es posible hacer frente a la ilegitimidad de las leyes movilizando a la sociedad pacíficamente. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Marama Davidson

Activista por los derechos del pueblo maorí... Ha demostrado que SÍ es posible identificarse con la idea universal de la descolonización del Planeta. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Teresa Forcades

Doctora en salud pública, teóloga... Ha demostrado que SÍ es posible un discurso humanista, feminista y combativo por la justícia social dentro de la Iglesia Católica. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Sheelah McLean, Nina Wilson, Sylvia McAdam y Jessica Gordon

Fundadoras del movimiento Idle No More... Han demostrado que SÍ es posible mobilizar a la sociedad en defensa de los derechos de los pueblos autóctonos en Canadá. SIN ELLAS NO SE MUEVE EL MUNDO.

24 de junio de 2014

El modelo de medicina occidental se esfuerza por buscar diferencias entre hombres y mujeres para encasillarnos, para que todo permanezca desigual, para que nada ni nadie pueda cambiar el status quo

Artículo de Nuria Gregory publicado en Píkara Magazine




Si la sociedad no acosara y discriminara a las personas que se comportan y viven en una expresión de género atípica, ¿realmente existiría un deseo tan fuerte de modificar quirúrgicamente genitales o pechos?



La iniciativa de DocumentosTV de emitir El sexo sentido es aplaudida por su compromiso social y por su sensibilidad para mostrarnos una realidad sobre la cual no era posible hablar públicamente hasta hace bien poco: la transexualidad. Pero mientras su perspectiva y compromiso es celebrado por una inmensa mayoría, una parte de nosotras y nosotros fruncimos el ceño cuando confirmamos un guión oculto —seguramente no intencionado—, una ideología y una moral escondidas entre bastidores. El malestar no se dirige hacia las personas y familias que han tenido la valentía de visibilizar sus experiencias, y mucho menos hacia las estrategias que éstas han desarrollado para vivir en una sociedad que se define por su sexismo, su misoginia, su homofobia, su transfobia, y en definitiva, por su rígida y desigual construcción binaria de género. El malestar apunta a la orientación del documental, al hilo conductor que sin darnos cuenta nos alecciona y dirige, mostrándonos soluciones únicas y sesgadas. Hay quien ha denunciado que el documental no es suficientemente representativo de las experiencias de personas transexuales, porque obvia a quienes no tienen una experiencia binaria de género. Aunque nos parece importante, aquí no trataremos esta polémica. Lo que queremos problematizar es que este documental, al igual que otros con el mismo formato, construye una historia tutelada por el punto de vista de «expertos» biomédicos que nos informan de causas y correcciones, en el cual las personas transexuales y sus familias aparecen como mero telón de fondo testimonial. Las vivencias quedan entretejidas por la mirada del experto, que es el que dictamina qué es y qué no es la transexualidad y cuáles son las soluciones posibles. El SABER, en mayúsculas, conduce las historias con una mirada única. Es la mirada del cirujano plástico, de los catedráticos de psicobiología, de los psiquiatras y de los endocrinos. «Los que saben» no son las personas que encarnan las experiencias, a pesar de que también poseen conocimientos suficientes para describir y analizar la realidad social que los discrimina. El discurso de la cirugía plástica aparece en cuatro ocasiones a lo largo del metraje para vendernos su producto, que no es otro que el de la modificación corporal disfrazada de evidencias científicas.


Y es que actualmente no hay otra verdad que la de las ciencias experimentales, la neurociencia, la psiconeuroendocrinología o la psicobiología, que buscan el origen de la identidad sexual en escáneres y resonancias magnéticas. Ya no nos resulta creíble ninguna evidencia científica que no aparezca con un plano de fondo donde se muestran imágenes radiológicas (así es como aparece el catedrático de psicobiología, Antonio Guillamón). Todo está perfectamente colocado y milimetrado para enseñarnos a quién hay que creer y quién tiene la verdad. El cirujano plástico Iván Mañero inaugura el documental dirigiendo la mirada del espectador: «Hoy la neurociencia nos está enseñando que ya nacemos con un cerebro masculino o femenino y que por mucha cultura, mucha cirugía y mucha presión que sometas jamás cambiarás su orientación». A continuación Guillamón, lo corrobora: «Lo mismo que el organismo y todo nuestro cuerpo se desarrolla en una dirección hacia hombre o hacia mujer, lo mismo sucede con nuestro cerebro. Y eso es lo que estamos nosotros estudiando en transexuales». Hoy vivimos en una sociedad en la que son los cirujanos quienes hacen diagnósticos sociales. Y su diagnóstico asegura una estructura dimórfica del cerebro y de su desarrollo neuronal según el cual, genes, enzimas y hormonas aparecen como responsables de la diferenciación sexual. En mucha de la inmensa literatura que se ha preocupado por el tema —entre ella un gran número de textos de divulgación científica— se desvela el lugar del cerebro o el gen que regula los diferentes comportamientos, deseos o expectativas en hombres y en mujeres, mostrando, por ejemplo, genes responsables de la homosexualidad o estructuras específicas en el cerebro de personas transexuales. El modelo de medicina occidental se esfuerza por buscar diferencias entre hombres y mujeres para encasillarnos, para que todo permanezca desigual, para que nada ni nadie pueda cambiar el status quo. Los nuevos protagonistas del género se llaman hipotálamo, septum, Bed Nucleus of Stria Terminali (BSTc), amigdala del cerebro, molécula ER-beta, gen receptor de andrógenos o una enzima conoscida como cytochrome P17. Muchos hemos oído hablar de ellos pero únicamente los expertos elegidos para descifrar los entresijos de nuestro «sexo código» (Machado, 2008) pueden interpretarlos. ¿Cómo podríamos atrevernos a cuestionar estas verdades de las cuales no conocemos su lenguaje?


Afortunadamente no toda la comunidad científica comparte los mismos presupuestos. Existe un sector de científicos, mucho menos mediático y con titulares menos sensacionalistas, que se ha preocupado por escrutar la propia construcción del conocimiento científico y sus metodologías. Es decir, ha analizado las presunciones culturales e ideológicas en las que descansa la «cientificidad» de la biomedicina y en definitiva, sus lecturas sobre la biología. Al hacerlo lo que han descubierto es que las ideas preconcebidas acerca de sexos y géneros condicionan los productos y procesos de las biotecnologías, y éstas, a su vez, contribuyen a modelar y reforzar los cuerpos y sus significados sociales y de género (De Lauretis, 1989; Laqueur, 1994; Haraway 1995; Lewontin, 1996; Hausman, 1998; Barral, 1999; Butler, 2002, 2006; Pérez y Ortega, 2014; Tiefer, 2006; Fausto- Sterling, 2006; Vázquez y Cleminson, 2011, etc.). Como dirá Cordelia Fine (2011), ni las mujeres son de Venus ni los hombres de Marte. Solo nuestras mentes, la sociedad y el nuevo «neuroseximo» crean la diferencia. Las teorías de Mañero solo se pueden leer desde un contexto capitalista de progresiva medicalización de los problemas sociales, en la cual la única solución posible al estigma o discriminación que sufren muchas personas pasa por la mano del bisturí. El documental también se presenta —de forma nada casual— en un momento histórico de progresiva medicalización de la vida y de la infancia —sin ir más lejos sirvan como ejemplo los tratamientos en el trastorno del déficit de atención e hiperactividad en niños—, en el cual se busca legalizar determinados fármacos como los inhibidores de la pubertad en la infancia o las cirugías tempranas.


El mensaje del audiovisual coloca la esperanza en fármacos y en cirugías cada vez más perfectas. Nos los presenta como fármacos inofensivos, como tratamientos reversibles si la persona cambia de parecer (¿es esto cierto, si sabemos que los tratamientos hormonales en personas transexuales producen esterilidad?). Sin embargo, el documental no problematiza que las personas transexuales tengan que arrastrar un diagnóstico psiquiátrico para poder vivir la identidad que sienten, y tampoco se cuestiona los test de género absolutamente sexistas a los que se les somete en las UTIG para conseguir su objetivo. La evaluación psicológica de la verdadera identidad en los test o Prueba de la Vida Real que muchas personas con identidades trans se ven obligadas a superar para ser beneficiarios de tecnologías médicas de transformación corporal, además de plantearse en términos absolutamente binarios, parte de un modelo de expresiones de género obsoleto y desfasado que no refleja las vivencias de género de nuestra sociedad (Missé y Coll-Planas, 2011). Verse obligados a decir que les gusta el fútbol para que se les legitime como hombres o que les gusta pintarse las uñas para que se les legitime como mujeres, es discriminatorio frente a quienes no hemos tenido que justificar nuestra identidad.


Es el momento de asumir que no todas las respuestas las tienen las ciencias experimentales, por mucho que avancen sus tecnologías diagnósticas y de tratamiento— resonancias magnéticas, cirugías, ingeniería de tejidos, etc.—. Un reconocido activista intersexual español, suele responder a estos dilemas con esta frase: “Las sociedades necesitan filosofías, pero las personas necesitamos soluciones”. Bien. Busquemos soluciones que garanticen una asistencia médica y quirúrgica gratuita y de calidad a quienes lo requieran, porque obviamente no es un capricho. Pero no olvidemos el tipo de sociedad que estamos construyendo mientras cortamos o diseñamos «cuerpos a la carta» en el quirófano (Davis, 2007): una sociedad intolerante con la diferencia, con las diferentes expresiones de género y también con los signos raciales o de la edad. Si la sociedad no acosara y discriminara a las personas que se comportan y viven en una expresión de género atípica, ¿realmente existiría un deseo tan fuerte de modificar quirúrgicamente genitales o pechos? Las sociedades no son muros de hormigón. También las componen esas personas que necesitan soluciones. Y las filosofías, las ciencias sociales, y en general el pensarnos en sociedad, es lo que nos va a llevar a esas soluciones definitivas, esas que a largo plazo construirán una sociedad más posible y más vivible para todas y todos.

Referencias:
  • Barral, Magallón, Miqueo, Sánchez (eds.), Interacciones ciencia y género, Barcelona Ed.: Icaria, pp. 129-
  • 159.
  • Butler, Judith (2002) Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Paidós,Barcelona.
  • Butler, Judith (200
  • Barral, Mª José y Delgado, I. (1999): “Dimorfismos sexuales del cerebro: una revisión crítica”, en
  • 6) Deshacer el género. Paidós, Barcelona.
  • Davis, Kathy (2007) El cuerpo a la carta. Estudios culturales sobre cirugía cosmética, La Cifra Editorial,
  • México D.F.
  • De Lauretis, T. (1989). Technologies of gender: Essays on theory, film, and fiction. London: MacMillan.
  • Fausto-Sterling, Anne (2006) [2000]: Cuerpos sexuados. La política de género y la construcción de la
  • sexualidad, Barcelona: Melusina.
  • Fine, Cordelia (2011) Cuestión de sexos. Roca, Barcelona.
  • Haraway, Donna (1995) [1991] Ciencia, cyborg y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Cátedra, Madrid.
  • Haussman, B. (1998) “En busca de la subjetividad: transexualidad, medicina y tecnologías de género”, en Nieto, J. A. (comp.) Transexualidad, transgenerismo y cultura. Antropología, identidad y género.
  • Pérez Sedeño, E.; Ortega, E. (Ed.) (2014) Cartografías del cuerpo: Biopolíticas de la ciencia y la tecnología. Cátedra, Madrid
  • Laqueur, T. (1994). La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los Griegos hasta Freud. Madrid: Cátedra (Feminismos).
  • Lewontin, R. C.; Rose, S.; Kamin, L.J. (1996)[1984]: No está en los genes. Crítica del racismo biológico, Barcelona: Crítica (Grijalbo Mondadori).
  • Machado, Paula S. (2008): “Intersexualidade e o “Consenso de Chicago” as vicissitudes da nomenclatura e suas implicações regulatórias”, Revista Brasileña de Ciencias Sociales, 4, São Paulo.
  • Missé, Miquel; Coll-Planas, Gerard (2010) El género desordenado. Críticas en torno a la patologización de la transexualidad. Barcelona, Egales.
  • Tiefer, Leonor (2006) El sexo no es un acto natural. Ed Talasa. Madrid.
  • Vázquez, F. ; Cleminson, R. (2011). Los hermafroditas. Medicina e identidad sexual en España (1850-1960). Granada: Comares.

22 de junio de 2014

Desde 2011, 550 mujeres egipcias han sido secuestradas y forzadas a convertirse al islam

A raíz del secuestro de 300 jóvenes en Nigeria, hace ya dos meses, por el grupo islamista armado Boko Haram, otras voces se han alzado para denunciar una práctica que se lleva a cabo con toda impunidad en diferentes países. Egipto, del que trata el artículo que reproducimos a continuación, es uno de ellos. En este caso, menos de un 5% de mujeres coptas que son secuestradas, separadas de sus familias y obligadas a casarse y convertirse al islam, son sometidas a través de la violencia. Todo comienza con una relación romántica en la que, sin embargo, una vez que las jóvenes son alejadas del ámbito familiar, se ven igualmente atrapadas y sin alternativas para escapar de una situación no deseada. De las 550 mujeres que han sufrido esta situación en los últimos 3 años, solamente 10 han conseguido volver a sus hogares y hacer público su testimonio. 

Te invitamos a leer el siguiente artículo publicado en Fox News.
La administradora del blog

Hundreds of Egyptian women and girls kidnapped, forced into Islam, claims report

Fifteen-year-old Amira Hafez Wahim slipped out of the Christian church in Luxor, Egypt, where she had attended services with her mother in February, promising to dash to a nearby store and return quickly.


Five months later, she has not been seen since, although her parents immediately suspected a 28-year-old Muslim man named Yasser Mahmoud, who had tried to kidnap her before, had succeeded this time.  When her father went to the Civil Status Authority for a copy of her birth certificate, his fears were confirmed: Her name had been changed and she was now listed as Muslim.


Amira is one of approximately 550 Coptic Christian girls and women who have disappeared in Egypt over the last three years, according to a report from the Egyptian Association of Victims of Abduction and Enforced Disappearances.


Ebnar Louis, the Cairo activist who founded the association in 2010, said police are typically indifferent to reports of missing girls.


“We file an official police report, but it is often ignored,” Louis told the humanitarian think tank Atlantic Council.

The reasons behind this alleged police indifference are unclear. It could be individual sectarian bias, inadequate resources and funding, or plain incompetence.


The report concluded that many of the missing females were abducted by Salafi Muslims and forced to convert to Islam and marry their captors once estranged from their families. It found the abductions increased after secular strongman Hosni Mubarak was overthrown in 2011 and replaced by Muslim Brotherhood-aligned Mohammed Morsi. Although Morsi was in turn ousted by the military nearly a year ago, the abductions have continued.


Of the 550 missing females AVAED has investigated, only 10 have returned home and offered testimony. But the 10 who made it back tell a familiar tale that Louis’ group believes reveals an organized effort by Salafi extremists to kidnap, marry and convert Coptic women and girls.


The American Center for Law and Justice, which has called on the Obama administration to speak out for religious freedom in the Middle East and Africa, believes there is an ominous goal behind the abductions.


“The kidnappings are increasing, and many in the Coptic community believe that it is an attempt to systematically reduce the population of the Coptic community,” said ACLJ Executive Director Jordan Sekulow.


Sekulow noted that the 550 figure far exceeds the approximately 300 Nigerian school girls recently kidnapped and forced to convert by Muslim terrorist group Boko Haram. That case drew international condemnation, but the lower-profile, drawn-out wave of abductions in Egypt has gone largely under the radar.


“The international community must stand boldly to let the Egyptian authorities know that this is a matter of grave concern," Sekulow said.


Women who escaped their captors told Louis’ group that Salafi Muslim men threatened them, moved them through a network of safe houses and forced them into conversion and arranged marriage. Once they had converted, they said, they were threatened that fleeing as an Islam apostate is punishable by death.


Coptic advocates acknowledge that many of the women and girls initially go willingly with their captors, after being romantically wooed. But once they are away from their families, they soon find they have no options.


“Not all examples are forced,” said Louis. “Some begin as love affairs but then spiral into warnings. ‘What will your family do to you if you go home? Convert to Islam so we can be together.’ But afterwards she is told if you go back you will be killed as an apostate.”


George Nushi, the chief field researcher for AVAED, reports that of the 550 cases investigated, said as few as five percent of the abductions are violent kidnappings.  But preying on women under the guise of romance brings the same result, he said, claiming that most these relationships are formed with ill-intentions on the part of the man.


Zaid Fahmy, a professor of Near Eastern Studies at Cornell University, called the report a “fabrication” and said Egypt’s real problem with abductions involves holding hostages for ransom.


“Since 2011, there has been a collapse of law and order in Egypt and crime rates have dramatically increased,” Fahmy said. “Kidnappings for monetary ransom have been taking place. Most of the victims, however, are wealthy adult males and religious conversion of any kind is not the object of these criminal acts.”
  
Fuente fotografía: http://libertadusa.com/?p=8479

14 de junio de 2014

‘Los hermosos años del castigo’, de Fleur Jaeggy: densidad emocional

Fleur Jaeggy
Artículo de Ana Matellanes García, licenciada en Periodismo y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, sobre la inquietante obra de la enigmática escritora suiza Fleur Jaeggy, publicado en su blog personal Koratai

Qué importantes son las recomendaciones para descubrir buenos libros. Importantes y necesarias. La autora de Los hermosos años del castigo, por ejemplo, me llegó a través de una buena amiga, que me habló con enorme entusiasmo de una autora de la que yo no había oído hablar y cuya prosa le había fascinado.

Fleur Jaeggy (Zúrich, 1940) es, efectivamente, una autora bastante desconocida, alejada de las grandes masas y del circuito comercial, y a cuyo desconocimiento contribuye ella misma con una fama de escritora esquiva que no frecuenta los corrillos literarios. Pese a haber nacido en Zúrich, escribe en italiano, y son muy pocas las noticias que de su vida personal se tienen. A esto se le suma una producción lenta y condensada, que en cuarenta años apenas ha dado lugar a seis libros.

Los hermosos años del castigo: atmósferas y densidad emocional

Los hermosos años del castigo (I beati anni del castigo, 1989) es uno de esos libros que se leen en una especie de nebulosa, que penetran en la carne del lector como la gota lenta y constante que horada la piedra. El de Fleur Jaeggy es un libro de atmósferas, de ambientes enigmáticos y opresivos que gravitan en torno a los personajes y sus emociones. Como indica Enrique Vila-Matas, “al dejar sólo en pie lo esencial, no tiene a veces salida más natural que la inteligencia y la crueldad“.

Nos encontramos con una prosa muy personal. El trabajo de Jaeggy, vertido al castellano por la traductora Juana Bignozzi, es sutil y frío, de frases breves y cortantes. Pese a ello, la textura de la prosa es satinada, capaz de transmitir emociones ocultas justo a través de lo que no dice. Es una escritura de vacíos, de volúmenes ausentes, de profunda densidad emocional.

Así, la escritora suiza juega a crear un mundo etéreo y flotante, ofreciendo al lector una historia (o, más bien, un viaje de conciencia) que se lee a través de un velo que difumina los bordes de los personajes y modela la trama a través de la sugerencia y el silencio.

  
La vida imaginada de Fleur Jaeggy
Los hermosos años del castigo se sitúa en Bausler Institut, un internado femenino del cantón de Appenzell, uno de los más conservadores de Suiza. La escuela, levantada cerca del lago Constanza, se encuentra próxima a Herisau, el manicomio en el que el escritor Robert Walser estuvo ingresado y en donde pasó los últimos años de su vida antes de suicidarse. Una referencia que no será gratuita en la historia y que marcará el tono opresivo y melancólico de la novela.

Allí estudió la narradora-protagonista, que evoca desde el presente sus años en el internado. La construcción de la historia va, por tanto, del presente al pasado en dos direcciones que oscilan entre la mujer narradora del presente y la joven del pasado, una muchacha de quince años enclaustrada en un colegio de ambiente denso y sensual, donde el descubrimiento y el aburrimiento conviven de manera simultánea. La novela se condensa en sus vivencias en el internado y el profundo impacto que le supuso conocer a una nueva alumna, Frédérique, una hermosa y perfecta compañera de la que se sentirá inmediatamente atraída. Es, en definitiva, el recuerdo de un primer amor que, desde el presente, se observa con nostalgia y melancolía.

El fantasmagórico ambiente en el que se mueven las internas, vigiladas por el matrimonio Hofstetter, es denso y marcado por la monotonía y la soledad. Las alumnas se encuentran atrapadas en una factoría de mujeres perfectas, donde aprenden a hablar idiomas y a comportarse con corrección, tal y como se espera que lo hagan en el futuro. Las ambiciones se estrangulan y el alcanzar un buen matrimonio parece ser el único objetivo de felicidad posible que se inculca en sus mentes. No hay lugar para la inocencia en el Bauler Institut. Si acaso, algún pequeño rincón para buscar el contacto humano en medio de la frialdad que les rodea (“Nosotras, quizá, todavía éramos inocentes. Y la inocencia, tal vez, alberga cierta tosquedad, pedantería y afectación, como si estuviéramos vestidas de zuavos“). Por eso la aparición de Frédérique resulta un revulsivo para la narradora.

Para las alumnas del internado la vida es un lento transcurrir, una vida en la que el mundo se imagina: “Suena la campana, nos levantamos. Vuelve a sonar la campana, dormimos. Nos retiramos a nuestros cuartos, la vida la hemos visto pasar a través de las ventanas, de los libros, de la alternancia de las estaciones, de los paseos. Siempre es un reflejo, un reflejo que parece relegado a los balcones“.

Los hermosos años del castigo es un libro bello, de los que te tocan profundo. Le acompaña la hermosa imagen de portada de la edición de Tusquets, el Estudio de mujeres de Fernand Khnopff, que muestra dos rostros de mujer en los que, el del primer plano, se muestra definido y real, aunque ausente, mientras que el del segundo plano se presenta borroso e irreal, como si de la joven protagonista se tratase. Sugerente.

Referencias

Fleur Jaeggy, Los hermosos años del castigo (traducción de Juana Bignozzi), Barcelona, Tusquets, 2009, 118 páginas.

Fuente fotografía: http://trabalibros.com/autores/i/6925/56/fleur-jaeggy

7 de junio de 2014

“Es tiempo de pactos políticos entre mujeres, no de disputas intrafeministas”

Entrevista de la periodista Emilia Laura Arias Domínguez a la profesora titular de Sociología del Género Rosa Cobo, publicada en la revista Píkara Magazine

En su último libro, ‘Hacia una nueva política sexual’, Rosa Cobo explica algunos procesos que alimentan la actual reacción patriarcal contra las mujeres. Para ella, “el nuevo capitalismo neoliberal, las servidumbres provocadas por la reinvención de algunas tradiciones “culturales” y la violencia sexual son los pilares fundamentales sobre los que se asienta este intenso rearme ideológico masculino”. 
Profesora de Sociología del Género de la Universidad de A Coruña, Cobo considera que la conquista de derechos y las luchas de muchas mujeres y la influencia de las ideologías de la igualdad de género y de los derechos humanos han puesto en situación de alerta a los patriarcados contemporáneos. “Estos sistemas de dominio han reaccionado con violencia, desde los feminicidios hasta el tráfico de mujeres y niñas para la prostitución”.



Para Cobo, el movimiento feminista debe reflexionar sobre su nuevo papel, identificar nuevas estructuras de poder patriarcal que se están creando y producir estrategias para conceptualizar y desactivar esos nuevos núcleos de dominio masculino. Según su visión, es necesario aparcar momentáneamente las disputas intrafeministas y concentrarse en la creación de solidaridades, vínculos y pactos políticos entre mujeres para neutralizar a esos “nuevos bárbaros del patriarcado” y conquistar espacios de libertad, autonomía e igualdad para las mujeres.

Rosa Cobo fundó y fue la primera directora del Seminario Interdisciplinar de Estudios Feministas. Además, ha dirigido también el Máster sobre Género y Políticas de Igualdad de la Universidad de A Coruña y ha sido miembra del Equipo Asesor de la Unidad de Mujeres y Ciencia (UMYC), del Ministerio de Educación y Ciencia y en 2008 fue asesora del Ministerio de Igualdad.


Hablas de estrategias frente al patriarcado, ¿A cuáles te refieres?


En los años setenta del siglo XX, con la explosión del feminismo radical, se cambió por completo el imaginario de las mujeres. Ese momento marcó el comienzo de conquistas de derechos y de politización del espacio que hasta entonces se había considerado privado. Las mujeres nos colocamos a la ofensiva, reivindicamos derechos y politizamos nuestra opresión. Ese momento histórico, en el que por segunda vez en la historia el feminismo se convirtió en un movimiento de masas, fue el principio de un periodo de avances para las mujeres en muchas partes del mundo. Sin embargo, desde hace casi dos décadas estamos asistiendo a un retroceso que nos ha colocado en una posición de defender y no perder lo que conquistamos en ese periodo. Ante esta reacción patriarcal se necesitan estrategias feministas que deben pasar por establecer pactos entre mujeres. Y también por que el feminismo tome conciencia de que juntas podemos parar esto que está comprometiendo los derechos de varias generaciones.


Apuestas por el desarrollo de alianzas entre mujeres. ¿Puedes poner un ejemplo?


La historia demuestra que cuando hacemos pactos sobre la base de determinadas afinidades políticas, obtenemos mejores resultados. Cuando los grupos oprimidos están disgregados y separados, la dominación sobre ellos se ejerce con más facilidad. Tenemos delante el desafío de establecer alianzas políticas entre las feministas y a la vez seguir con nuestros discursos y nuestras prácticas específicas. Proteger la singularidad de los diversos feminismos y crear las condiciones para hacer pactos políticos es posible y necesario en estos momentos. El caso del aborto es el más claro que tenemos en estos momentos. Todas las feministas estamos comprometidas contra el recorte de este derecho civil y hemos sido capaces de articularnos en torno a este objetivo estratégico. Y los resultados en términos de movilización social están siendo muy buenos. Hemos sabido estar a la altura de las circunstancias. Las feministas tenemos una responsabilidad histórica con las mujeres y por ello no sólo tenemos que mirar hacia dentro, hacia las discusiones intrafeministas, sino que tenemos que mirar hacia afuera y poner encima de la mesa propuestas, alternativas y luchas que les resulten beneficiosas a mujeres que no están en el feminismo.


Los desencuentros en temas como la prostitución explican la fragmentación del feminismo. A las abolicionistas las otras corrientes del feminismo las acusan de victimizar a las trabajadoras del sexo.


Mi punto de vista es que la prostitución es un efecto de la estructura patriarcal de la sociedad y, por ello, no es una forma deseable de vida. Si los varones no tuviesen el dominio sobre las mujeres, las personas que ejercen la prostitución no serían casi en exclusiva, como lo son ahora, mujeres. Pero también la prostitución en esta época marcada por la globalización neoliberal es una gran industria que proporciona grandes beneficios a quienes mercantilizan los cuerpos de las mujeres. Sobre los cuerpos de las mujeres prostituidas se cruzan dos dominios: el patriarcal y el de clase. Como feminista, soy muy crítica con esta práctica social que es la prostitución, pero me siento muy solidaria con las mujeres que tienen que ejercerla.


Es fundamental separar las prácticas sociales de las personas que están inscritas en esas prácticas. Se puede ser crítica con la prostitución como práctica social y muy solidaria con las mujeres que la ejercen. Se puede ser solidaria con los trabajadores y trabajadoras y muy crítica con el capitalismo. Se puede ser crítica con las religiones que se tornan fundamentalistas y muy solidaria con las mujeres que son creyentes. Si analizamos como idénticas la prostitución y las prostitutas, el capitalismo y la clase obrera y las religiones fundamentalistas y las mujeres creyentes, entonces no podríamos hacer pensamiento crítico.


¿Pensar que no llevan una forma deseable de vida no es juzgarlas, no implica cierto paternalismo?


Criticar una práctica social no es juzgar a las personas que están en el marco de esa práctica. La crítica al trabajo infantil no implica juzgar a los niños y niñas que realizan trabajos para las multinacionales. La crítica a las maquilas nunca podría ser juzgar negativamente a las mujeres y hombres que trabajan en esas zonas francas. No es una forma deseable de vida la prostitución, pero tampoco lo es trabajar 12 horas diarias en una maquila. La cuestión de fondo es el escaso margen de maniobra que tienen muchos seres humanos para poder vivir en sociedades presididas por estructuras patriarcales y neoliberales. De hecho, las dos grandes metáforas que dan cuenta de la globalización neoliberal son la prostitución y la maquila. Ambas prácticas ejemplifican la alianza entre patriarcado y capitalismo neoliberal.


Las feministas islámicas también han expresado sentirse cuestionadas por teóricas reconocidas del feminismo español. ¿Cuál es tu postura?


No es fácil que crezca el feminismo en religiones de la salvación que en este momento son tan fuertemente fundamentalistas como el islam o el cristianismo. O por lo menos no es fácil vincular el feminismo a religiones que apuestan por el mantenimiento de los roles de género y de las estructuras patriarcales de la sociedad, como tampoco es fácil el vínculo entre los movimientos LGTB y estas religiones que son tan fuertemente homófobas. Ahora bien, creo posible que germine el feminismo en las bases críticas de estas religiones, como sucede, por ejemplo, con Católicas por el Derecho a Decidir. El laicismo favorece el pensamiento crítico y las religiones fundamentalistas tienen como objetivo imponer su moral, que siempre apuesta por el poder masculino y la familia patriarcal. Cualquier resquicio que abra posibilidades de luchas de las mujeres por sus derechos debe aprovecharse.


¿Incluye por tanto al feminismo islámico y a las trabajadoras sexuales en ese pacto entre mujeres?


Los pactos que hagamos los tenemos que hacer sobre objetivos políticos concretos, no sobre grupos o colectivos. Si pactamos, como lo estamos haciendo ahora, contra el anteproyecto de ley del aborto de Ruíz Gallardón, cuántas más seamos, mejor.


¿Qué piensas de Femen?


El día que vi a las Femen subidas a la barandilla del Congreso con el lema ‘El aborto es sagrado’ pintado en su cuerpo, me sentí reivindicada frente a esta derecha ultramontana que tenemos. Fue una alegría política inmensa. Las acciones políticas que están haciendo las mujeres de Femen se inscriben en la tradición de las luchas feministas. Y la utilización del cuerpo como una herramienta política crítica también forma parte de la tradición de las luchas feministas.


¿Debemos seguir peleando en el ámbito institucional ahora que el PP está en todas partes?


Para la derecha las políticas públicas de igualdad son innecesarias porque cuestan dinero y los recursos que tiene que distribuir el gobierno prefiere dárselo a las rentas del capital. Estas políticas de igualdad son políticas de redistribución y han estado en la agenda de los gobiernos socialdemócratas. Cuando son diseñadas por feministas y tienen suficientes recursos benefician a las mujeres y en tanto que derechos sociales, amplían la democracia. La cuestión es que en estos momentos no me parece lo más importante a nivel estratégico seguir luchando por las políticas públicas. Creo que nuestra lucha ahora debe concentrarse en la sociedad civil, en las calle, con movilizaciones sociales. Es el único lenguaje que entiende la derecha y quizá lo único que puede parar esa misoginia institucional que habita en el corazón del PP. El movimiento feminista quizá perdió demasiada energía en las políticas públicas y desatendió el papel del feminismo como movimiento social. Y el movimiento es el origen y la base sobre la que se sustenta la conquista de derechos. Por otra parte, los movimientos sociales politizan la sociedad y contribuyen decisivamente a crear una cultura política crítica. Y, desde luego, necesitamos una cultura política feminista sólidamente anclada en nuestra sociedad.


¿Entonces hay que priorizar la lucha en las calles?


El sistema de dominio patriarcal, que expropia los recursos y derechos de las mujeres, debe ser combatido desde todas las instancias sociales sin exclusión. Frente a la dominación, todos los espacios son potencialmente lugares de lucha y de resistencia. Sin embargo, creo que ésta es la hora de la sociedad civil. Es la hora de las movilizaciones sociales, de la politización de la sociedad, de la reconstrucción del feminismo como un sujeto político colectivo fuerte y de la creación de una cultura política feminista que tenga la fuerza suficiente para entrar en el imaginario colectivo. Y en esta dirección, creo que las feministas tenemos que volver a poner en el centro de la agenda política feminista la cuestión de la coeducación. La educación es una fuente inagotable de ensanchamiento de la subjetividad, de ahí que la coeducación en las aulas sea un poderoso instrumento contra la subordinación de las mujeres.


¿El feminismo debe cuestionar también el capitalismo?


A lo largo de los tres siglos de historia del feminismo, como movimiento social y como tradición intelectual, se puede rastrear la existencia de una corriente de feminismo liberal. Y eso está bien porque las mujeres feministas debemos estar presentes en todos los espacios y en todas las teorías. Sin embargo, un pensamiento y una práctica feminista que arraigue en la sociedad, es decir, que tenga la capacidad de dar respuestas a los problemas sociales de las mujeres, solo puede ser de izquierdas. El feminismo no puede cerrar los ojos ante las políticas económicas neoliberales, ni ante la feminización de la pobreza, ni ante las maquilas, porque el capitalismo neoliberal es hoy una de las principales fuentes de opresión para las mujeres. Si el feminismo no hiciera una crítica política del capitalismo se quedaría fuera de la historia. Creo que la lucha contra la desigualdad económica debe estar ahora mismo en el centro de la agenda política feminista. Las políticas económicas neoliberales son, en este momento, el principal obstáculo para la emancipación de las mujeres. El feminismo debe identificar analíticamente y combatir políticamente la política sexual del neoliberalismo, que empobrece a la mayoría de las mujeres del mundo y se aprovecha de las opresiones específicas marcadas por la raza, la cultura, etc. para precarizar sus condiciones de vida y bajar sus salarios.


Si digo Gallardón, ¿qué se te viene a la cabeza? ¿Qué hacemos con él?


Hace algún tiempo denominé a Ruíz Gallardón ‘el hombre que no amaba a las mujeres’ y sigo pensando que está bien definido con el título del libro del escritor sueco, pero creo que hay que completar esa definición: es uno de los nuevos bárbaros del patriarcado. Es insólito recortar un derecho civil en un contexto como el europeo, en el que los derechos sexuales y reproductivos parecían estar sólidamente anclados. La acción de este bárbaro del patriarcado es un aviso para navegantes: en cualquier momento, incluso en los espacios políticos más avanzados, las mujeres podemos ser expropiadas de nuestros derechos, siempre hay payasos como Ruíz Gallardón que se prestan a esa operación misógina. El subtexto de este anteproyecto de ley es la negación de la autonomía y libertad de las mujeres y, al mismo tiempo, nos envía el mensaje de que nuestros cuerpos no nos pertenecen.


¿Qué hacer? Lo que estamos haciendo: aparcar nuestras diferencias y concentrarnos en paralizar este anteproyecto. Y hacer de la calle el escenario político prioritario de las luchas feministas, sin desdeñar, desde luego, otros espacios que también nos son útiles. El aborto se puede convertir en un elemento clave en el rearme ideológico del feminismo.