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Amy Goodman

Periodista, investigadora, escritora... Ha demostrado que SÍ es posible la independencia de los medios de comunicación y ha dado voz a lxs excluídxs en los mass media. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Vandana Shiva

Doctora en física, filósofa, activista por la justícia global y la soberanía alimentaria... Ha demostrado que SÍ es posible la producción sostenible y plural de alimentos. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Tawakkul Karman

Periodista, política, activista por los Derechos Humanos... Ha demostrado que SÍ se puede luchar desde el pacifismo por la Revolución política, social y de género en Yemen. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Joumana Haddad

Poeta, traductora... Ha demostrado que SÍ se puede trabajar por la secularización de la sociedad, la libertad sexual y los derechos de las mujeres en Líbano. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Leymah Gbowee

Trabajadora social, responsable del movimiento que pacificó su país en 2003... Ha demostrado que SÍ es posible la Paz en Liberia y que las mujeres son sus constructoras. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Ada Colau

Filósofa de formación y miembra visible de la PAH... Ha demostrado que SÍ es posible hacer frente a la ilegitimidad de las leyes movilizando a la sociedad pacíficamente. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Marama Davidson

Activista por los derechos del pueblo maorí... Ha demostrado que SÍ es posible identificarse con la idea universal de la descolonización del Planeta. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Teresa Forcades

Doctora en salud pública, teóloga... Ha demostrado que SÍ es posible un discurso humanista, feminista y combativo por la justícia social dentro de la Iglesia Católica. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Sheelah McLean, Nina Wilson, Sylvia McAdam y Jessica Gordon

Fundadoras del movimiento Idle No More... Han demostrado que SÍ es posible mobilizar a la sociedad en defensa de los derechos de los pueblos autóctonos en Canadá. SIN ELLAS NO SE MUEVE EL MUNDO.

22 de abril de 2015

La cultura del lazo rosa produce y reproduce la violencia androcéntrica y biomédica más salvaje

Artículo de la antropóloga Ana Porroche-Escudero, investigadora en la División de Investigación para la Salud de la Universidad de Lancaster y miembro del Breast Cancer Consortium, publicado en la revista Diagonal



Hoy en día se habla mucho de concienciar a la población sobre el cáncer de mama. Se supone que contribuimos a esta causa al comprar camisetas, lacitos y todo tipo de productos rosas de lo más diverso, o participando en multitud de eventos benéficos. Con el objetivo de esta ‘concien­ciación colectiva’ se ha generado un ambiente festivo y un interés público sin precedentes en el ámbito de la salud. El problema principal es que el término ‘concienciación’ se ha despolitizado, lo que tiene consecuencias gravísimas.

La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) es una de las máximas exponentes de esta lectura controvertida. Básicamente, reduce la concienciación a la provisión de información para que las mujeres cumplan con los mandatos médicos haciéndose mamografías y adoptando un estilo de vida que se considera saludable. El adoctrinamiento proviene del tono parternalista, monocromo, basado sola y únicamente en fomentar el acatamiento de las normas sobre el comportamiento personal y coercitivo, apelando al miedo a la enfermedad, a la responsabilidad social y a las responsabilidades de género para influir en el comportamiento de las mujeres.

Esta visión instrumentalista y violenta contrasta radicalmente con el planteamiento de la ‘concienciación crítica’, promovido por el movimiento feminista allá por los años 70, basado en la información crítica y la promoción de la autonomía personal. Uno de los principios de éste es que la información proporcionada debe ser “correcta, relevante, accesible, efectiva y basada en la evidencia científica”. Algunas de las preguntas alternativas que la concienciación crítica plantearía son: ¿por qué la incidencia del cáncer de mama continúa aumentando a pesar de los avances de la medicina? ¿En qué tipo de investigación se invierte el dinero? ¿Cuánto dinero se recauda con la mercadotecnia rosa, a dónde va a parar y a quién beneficia? ¿Qué grupos de mujeres desarrollan determinados tipos de cáncer, y quién tiene más probabilidades de sobrevivir? ¿Cuál es el impacto económico, social, emocional y físico del diagnóstico y tratamiento de cáncer? ¿Cuáles son las diferentes opciones terapéuticas disponibles para las personas afectadas? ¿Cuáles son los beneficios y los efectos secundarios de las intervenciones?

Cualquier medio es válido

Como consecuencia de esta despolitización, cualquier tipo de crítica al modelo actual es rápidamente acusada de “poco ética e inmoral” y de ir en contra de los intereses de las mujeres. De igual manera, cualquier interveción que se hace en nombre de la ‘buena causa’ se considera legítima, lo que ha llevado a malgastar millones de euros en esfuerzos educativos que no fomentan la autonomía personal. Estos esfuerzos se han aprovechado de la solidaridad de la población, creándoles la falsa sensación de estar haciéndolo bien y de estar informada, sin que sea cierto.

Asimismo, raramente se cuestionan los medios empleados para conseguir los fines. El sexismo, la sexualización, la infantilización de las mujeres, la difusión de información sesgada o totalmente irrelevante son frecuentes en muchas campañas, junto al uso de la pedagogía del miedo o el adoctrinamiento, acciones todas ellas justificadas dentro de un marco patriarcal y monopolizado por la autoridad biomédica.

La tendencia a infantilizar a las personas enfermas no es nueva en la medicina, a pesar de las duras batallas para repensar el paradigma dominante de atención médica basado en relaciones de poder médico-paciente. La suposición es que las personas enfermas, y el público en general, son incapaces de comprender la información médica y tomar decisiones por sí mismas. De ahí el énfasis en la tutela paternalista, obsesionada con dictar cuáles son los comportamientos ‘adecuados’. La ensayista Barbara Ehrenreich explica en su artículo Bienvenida a la tierra del cáncer cómo la promoción de juguetes como ositos de peluche y elefantitos rosas “animan a las mujeres a regresar a su estado de niñez, a no cuestionar y aceptar cualquier medida que los doctores, como padres sustitutos, imponen”.

La infantilización está íntimamente ligada con la tendencia a trivializar la enfermedad. Las investigadoras Gayle Sulik, Susan Love y Barbara Ehrenreich explican que el uso del color rosa y toda la parafernalia en torno a este cáncer crea una (falsa) sensación de festividad, suaviza la crueldad de la enfermedad, minimiza el dolor y ridiculiza el miedo a través de la negación de la mortalidad y de la psicopatologización de las mujeres que no comulgan con el eslogan impositivo y peligroso “piensa en positivo y vencerás el cáncer”.

Esta trivialización también invisibiliza las cicatrices emocionales, económicas y físicas a corto, medio y ­largo plazo, anestesia la rabia y suprime el espíritu crítico. Las reivindicaciones de la activista y enferma Beatriz Figueroa son un ejemplo desalentador de la falta de conocimiento público sobre el impacto de la enfermedad. Como señala Figueroa, “la vida no sigue igual después del cáncer”, al menos no para muchas personas. Con todo esto no sugiero que tengamos que recurrir a un lenguaje apocalíptico, ni tampoco niego los posibles beneficios de una actitud positiva frente a la vida; sin embargo, la concienciación crítica requiere ‘realismo’, entendido como “la actitud o práctica de aceptar una situación tal y como es y de estar preparada para ocuparse/lidiar/enfrentarse con ella como corresponde”, según palabras del Breast Cancer Consortium.

La sexualización de la enfermedad y la cosificación de los pechos como objetos de placer sexual masculino son otras dos formas omnipresentes de violencia. De hecho, se ha denunciado durante décadas que este tipo de cáncer ha conseguido atraer la atención pública simplemente porque es una ‘enfermedad sexy’. Ven­de. En otras palabras, la concienciación justifica el modo en que los pechos y los cuerpos de las mujeres han sido representados, escudriñados de una manera casi pornográfica por muchas de las denominadas campañas que se suman al rosa.

Preservar la feminidad

Estas campañas no constituyen actos reivindicativos para reclamar la diversidad corporal de las mujeres y despatologizar los cuerpos mastectomizados. Todo lo contrario. Los pechos se muestran como objetos donde el placer (del otro) y el consumo van a la par. Además de invitarnos a comprar productos, instigan a que hagamos todo lo posible para preservar nuestra feminidad y sexualidad –tristemente reducida a los pechos, como si fuesen el único atributo que hace mujer a una mujer–. Raramente se conceptualizan los pechos como un órgano importante para la propia mujer, en su vertiente estética, encarnada o sexual, que las prótesis y cirugía no pueden imitar.

Además, en estas campañas, el arquetipo propuesto de mujer (re)pro­duce una sexualidad encorsetada e inaccesible, donde la delgadez, la hiperfeminidad, la heterosexualidad, la juventud, la salud y la simetría corporal representan el ideal. De este modo, cualquier síntoma de enfermedad que amenace este ideal se convierte en una fuente de estigma y debe ser escondido. Según la poeta Audre Lorde, los pañuelos, el maquillaje, las prótesis y la obligatoriedad de las reconstrucciones mamarias son artefactos al servicio del patriarcado.

La desinformación es otra forma de violencia. Es preocupante la falta de información realista y precisa sobre los tratamientos e intervenciones quirúrgicas. La Federa­ción de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) denuncia que la Asociación Española contra el Cáncer “no advierte de las fuertes controversias existentes sobre el cribado del cáncer de mama a nivel mundial, de los posibles perjuicios para la salud de una parte de las participantes y de los déficits informativos en el consentimiento informado, tratando a las mujeres como menores de edad”. Lo mismo se podría decir de la información sesgada sobre la cirugía reconstructiva. Y no hablemos del silencio estruendoso sobre la falta de inversión en el área de investigación de la metástasis.

Resulta curioso, además, que se permita que compañías que patrocinan muchas de estas acciones ‘educativas’ sean responsables de producir agentes contaminantes en sus productos (como en el caso de Ford o Avon) o estén ligadas directamente a la industria farmacéutica (Novartis, Procter&Gamble). Esto evidencia la falta de escrúpulos de estas organizaciones, donde los intereses monetarios se anteponen a la salud pública.

Culpabilizar de la enfermedad

Existe también el peligro de que los esfuerzos de prevención se centren exclusivamente en modificar el comportamiento de las personas. Esto conlleva que se haga responsable a éstas de prevenir el cáncer, de detectarlo y curarlo, y de culpabilizarlas si las cosas salen mal. Igualmente, este paradigma centrado en la mujer oscurece la responsabilidad de los gobiernos de actuar y evita la investigación sobre las causas del cáncer.
En definitiva, la cultura del lazo rosa produce y reproduce la violencia androcéntrica y biomédica más salvaje. La lógica de que concienciar es una acción positiva, liberadora y colectiva ha sido secuestrada por la industria privada y por la salud pública más paternalista y menos política con el objetivo de promocionar determinados tipos de comportamientos y consumismo.

Mamografías periódicas a examen

La radiofísica hospitalaria Guadalupe Martín explica cómo “la implementación de los programas de cribado mamográfico está basada en estudios de hace más de 30 años, cuyos resultados sobreestimaron los beneficios y no mencionaron el perjuicio más importante, el sobrediagnóstico o diagnóstico de cáncer de mama en mujeres sanas. El sobrediagnóstico es un hecho constatado en los programas de cribado, que cuestiona seriamente la justificación de un programa de prevención de la salud, en el que la máxima debería ser “primum non nocere ” (lo primero es no hacer daño). Aunque el nivel de sobrediagnóstico es un asunto sometido actualmente a debate por la comunidad científica, es fundamental la reevaluación de la justificación de los programas de cribado, en los que los beneficios son pequeños y los daños son numerosos e importantes, y en particular, cuando nuevas evidencias contradicen las creencias previas bajo las que se implantaron dichos programas".

 

 

19 de abril de 2015

El feminismo contra las políticas neoliberales, por Rosa Cobo

Artículo de Rosa Cobo, profesora titular de Sociología del Género de la Universidad de A Coruña, publicado en eldiario.es. Una reflexión sobre el ataque del capitalismo globalizado, y la intensificación de sus políticas neoliberales, a los derechos de las mujeres conquistados en los tres últimos siglos.

El feminismo es un movimiento social interclasista, pues todas las mujeres, de todas las clases sociales, de diferentes culturas o razas y con distintas orientaciones o identidades sexuales pueden ser abusadas sexualmente, agredidas, explotadas en el hogar y en el mercado laboral y discriminadas en aquellos ámbitos en los que hay recursos y poder. Las estructuras simbólicas y materiales sobre las que está edificada la desigualdad afectan en mayor o menos medida a todas y cada una de las mujeres y ninguna de ellas puede sustraerse a algunos de los rostros de esa desigualdad. 

En sus tres siglos de historia, el feminismo ha sabido identificar los nudos de la opresión y ha luchado políticamente para deshacerlos. En el siglo XVIII, el feminismo se articuló como una interpelación moral a los privilegios masculinos y en ese contexto las mujeres reclamaron la consideración de sujetos racionales como base para conseguir otros derechos que ya tenían los varones. En el siglo XIX, el feminismo exigirá el estatuto de sujeto político para las mujeres y se articulará políticamente en torno al derecho al voto. En el siglo XX, las feministas pondrán de manifiesto el dominio masculino en el marco doméstico y familiar y el feminismo subrayará el carácter político de aquello que había sido definido por el liberalismo y el socialismo como privado.

El feminismo del siglo XXI, en medio de intensos cambios sociales, se interroga acerca de las vindicaciones sobre las que articular la lucha bajo una poderosa reacción patriarcal y neoliberal. En efecto, como hemos podido ver en España recientemente con el derecho al aborto, ninguno de los derechos que hemos conquistado está plenamente consolidado. La reacción patriarcal pesa como una losa sobre las vidas de las mujeres debido a los intentos de restablecer los antiguos códigos patriarcales. 

La idea que quiero desarrollar es que en este comienzo de siglo, el capitalismo neoliberal se ha convertido en el dispositivo de mayor opresión para las mujeres. Todos los datos ponen de manifiesto que las políticas de austeridad son devastadoras para ellas. La idea, asentada entre la izquierda, de que las políticas económicas neoliberales afectan negativamente a las clases trabajadoras y medias es cierta, pero es una idea insuficiente. Hay una parte en esta afirmación que no se suele contar y es que las políticas de austeridad empobrecen y subordinan más a las mujeres que a los varones. 

La economía feminista subraya que uno de los efectos más rotundos de los programas de ajuste estructural es el crecimiento del trabajo gratuito de las mujeres en el hogar, resultado directo de los recortes de las políticas sociales por parte del estado. En efecto, aquellas funciones de las que el estado abdica, vuelven a recaer invariablemente en la familia y una vez más son asumidas por las mujeres. Si bien los trabajos reproductivos y de cuidados han sido asignados históricamente a las mujeres, las políticas de austeridad aumentan el trabajo en el hogar, pues algunas tareas que estaban ‘externalizadas’, ahora vuelven a la familia. 

Por otra parte, la entrada de considerables contingentes de mujeres al mercado global de trabajo en unas condiciones de sobreexplotación difíciles de imaginar es un requisito necesario para la supervivencia del nuevo capitalismo neoliberal. La alta participación de mujeres en las maquilas o zonas francas vinculadas al vestido y al montaje electrónico pone de manifiesto que hay sectores económicos ocupados mayoritariamente por mujeres. Como también puede apreciarse que las maquilas más descualificadas son las más feminizadas.

Los nuevos sistemas de producción flexible requieren un nuevo perfil de trabajador. Deben ser personas flexibles, capaces de adaptarse a cambios rápidos, a los que se puede despedir fácilmente y que estén dispuestos a trabajar en horas irregulares. Este segmento del mercado laboral se está convirtiendo en mano de obra heterogénea, flexible, temporal y con salarios de pobreza. Estos grupos de trabajadores, que Manuel Castells denomina ‘genéricos’, son mayoritariamente mujeres. El perfil del trabajador sin derechos y sobreexplotado tiene rostro de mujer. Este hecho es el que ha hecho que el feminismo se haya comprometido y movilizado políticamente junto a la izquierda en la lucha contra el neoliberalismo.

Sin embargo, hay que precisar que el objetivo político feminista no debe ser la crítica a la austeridad en sí misma: debe ir más allá e identificar la política patriarcal del neoliberalismo. El feminismo del siglo XXI ha entendido que el capitalismo neoliberal, en estrecha alianza con los diversos patriarcados, está privando de derechos conquistados a las mujeres, está articulando nuevos espacios de subordinación, incrementando la explotación y feminizando la pobreza. El resultado es un creciente e instrumental aumento de la violencia contra las mujeres con el objetivo de que acepten su nuevo rol en las nuevas sociedades capitalistas y patriarcales. Cualquier estrategia feminista debe articularse en torno al trabajo y al empleo debido a su carácter fuertemente opresivo para las mujeres. Y, además, esta estrategia desembocará en la construcción de diferentes espacios de encuentro entre las feministas y las mujeres que no se encuentran dentro del movimiento feminista. Las políticas neoliberales y patriarcales deben convertirse en uno de los objetivos de la lucha feminista porque se han convertido en la causa fundamental de la feminización de la pobreza.

Fuente fotografïa: http://dcs.uas.edu.mx/index.php?sec=3&op=2&tipo=i&id_noticia=3789

17 de abril de 2015

The radical vision of Toni Morrison

Entrevista a Toni Morrison, premio nobel de literatura en 1993, publicado en el magazine dominical del periódico New York Times, con motivo de la grabación del audiolibro de su última novela "God Help de Child", en la que ella misma ha prestado su voz. Podéis leer esta extensa entrevista al completo clicando en el enlace anterior.

At 84, she sits comfortably as one of the greatest authors in American history, even as her uncompromising dream for black literature seems farther away than ever.

Not too long ago, Toni Morrison sat in the small kitchen attached to the studio where she was recording the audiobook for her newest novel, “God Help the Child,” telling a roomful of strangers stories that I will never forget. The studio, a small, refurbished barn in Katonah, N.Y., was more than a hundred years old, but only a few rustic touches remained, like a sliding barn door and knotty pine floors. A solid kitchen table had been laid with fresh fruits, muffins and tins of jam. Beams of sunlight reflected off the blindingly white snow outside the glass window. A young woman from Random House kept mentioning her sunglasses, how it was bright enough to wear them inside. Everyone giggled at her nervous chatter, but they seemed to be mostly laughing at her brave attempt to make small talk in the presence of Toni Morrison.

The only person not bothered by the glare and the room’s awkward giddiness was Morrison herself, who sat at the head of the table, in a thin, black linen caftan, a wool beret and with a sizable diamond ring on one hand. Morrison wears her age like an Elizabethan regent or a descendant of Othello via Lorain, Ohio. Long before we met, I read that she could be impervious at times, coquettish at others. What was evident that day in Katonah was that had she so much as lifted a finger, every person in the room — the studio’s director and his engineer, her P.R. person from Knopf, her publisher and two young women from the audiobooks division of Random House — would have stopped what they were doing to ask if they could assist. Not because she required it, but because the unspoken consensus was that the person who produced the 11 novels that Morrison has written, the person those books came out of, was deserving of the fuss.

It takes a long time to record a book. Many authors use actors. But that’s not how Morrison hears her own sentences, so she does these tedious sessions herself. That day, she would go into a narrow, low-lit booth, carrying a small pillow for her back, sit down and read from her new book for hours. We followed along in the control room, listening to her barely-a-whisper voice read from a chapter called “Sweetness”: “It’s not my fault. So you can’t blame me. I didn’t do it and have no idea how it happened.”

 

 


9 de abril de 2015

"Devuelve a tu madre su nombre"


De acuerdo con ONU Mujeres, para los hombres egipcios, y de otros países de Oriente Medio, revelar el nombre de la madre es considerado a menudo un tabú. De hecho, si un hombre revela el nombre de su madre será objecto de burla pública. Con el tiempo, el nombre de estas mujeres es olvidado y son conocidas con denominaciones como "la madre de su hijo menor". ONU Mujeres y BBDO Dubai lanzó la iniciativa "Devuelve a tu Madre su Nombre", con la esperanza de crear impacto y tomar medidas para minimizar este horrible tabú.

Para crear conciencia, esta iniciativa pidió a los hombres de Oriente Medio que cambiaran el perfil de su Twitter el Dia de la Madre -que en esta región se celebra el 21 de marzo- por el nombre de sus madres. Hasta ahora la respuesta ha sido positiva, con una mayoría tuiteando los nombres con el hashtag #MyMothersNameIs.

Texto traducido del publicado en BuzzFeed Videos