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Amy Goodman

Periodista, investigadora, escritora... Ha demostrado que SÍ es posible la independencia de los medios de comunicación y ha dado voz a lxs excluídxs en los mass media. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Vandana Shiva

Doctora en física, filósofa, activista por la justícia global y la soberanía alimentaria... Ha demostrado que SÍ es posible la producción sostenible y plural de alimentos. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Tawakkul Karman

Periodista, política, activista por los Derechos Humanos... Ha demostrado que SÍ se puede luchar desde el pacifismo por la Revolución política, social y de género en Yemen. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Joumana Haddad

Poeta, traductora... Ha demostrado que SÍ se puede trabajar por la secularización de la sociedad, la libertad sexual y los derechos de las mujeres en Líbano. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Leymah Gbowee

Trabajadora social, responsable del movimiento que pacificó su país en 2003... Ha demostrado que SÍ es posible la Paz en Liberia y que las mujeres son sus constructoras. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Ada Colau

Filósofa de formación y miembra visible de la PAH... Ha demostrado que SÍ es posible hacer frente a la ilegitimidad de las leyes movilizando a la sociedad pacíficamente. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Marama Davidson

Activista por los derechos del pueblo maorí... Ha demostrado que SÍ es posible identificarse con la idea universal de la descolonización del Planeta. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Teresa Forcades

Doctora en salud pública, teóloga... Ha demostrado que SÍ es posible un discurso humanista, feminista y combativo por la justícia social dentro de la Iglesia Católica. SIN ELLA NO SE MUEVE EL MUNDO.

Sheelah McLean, Nina Wilson, Sylvia McAdam y Jessica Gordon

Fundadoras del movimiento Idle No More... Han demostrado que SÍ es posible mobilizar a la sociedad en defensa de los derechos de los pueblos autóctonos en Canadá. SIN ELLAS NO SE MUEVE EL MUNDO.

15 de diciembre de 2015

“Nada derrota a la muerte como lo hace la palabra escrita… ¿Es por eso que la escritura estaba prohibida para las mujeres y lxs esclavxs?”

Nawal El Saadawi

Artículo publicado en PERIODISMO HUMANO
Se graduó como Doctora en Medicina en 1954. En 1957 fue nombrada Directora General de Sanidad hasta que en el año 1972 fue cesada por la publicación de su primer libro Mujeres y sexualidad, en el que narra el trato humillante que sufren las mujeres en el mundo árabe. Ha trabajado en Naciones Unidas y ha recibido el XV Premio Internacional Cataluña 2003 por su lucha a favor de la libertad de las mujeres en el mundo árabe y por la democratización y justicia social de la sociedad musulmana. Se exilió en el año 1993 a Estados Unidos, donde dio clases en la Universidad de Duke y Seattle. Actualmente vive en Egipto.
Nawal el Saadawi nos la podemos imaginar con siete años paseando por la orilla del río Nilo, al que en su aldea, Al- Kfr, llaman Al-Bahr, que significa el mar. En ese paseo piensa en su entorno familiar: en la vida de sus tías, de sus primas, de su abuela, de su madre, casadas siendo niñas, rezando a Alá para traer hijos y no hijas al mundo, tal y como la tradición manda. Las niñas no pueden cambiar el destino, sólo sirven para trabajar y deben aspirar al matrimonio sin rebelarse contra Dios, aceptar todo lo que venga de la conveniencia familiar e imponerse a sí mismas el silencio en presencia de un hombre.
Se enfurece porque un chico vale lo que quince chicas. El padre es el único que da nombre a los hijos y la mujer cuando muere lo único que se lleva a la tumba es la soledad, la misma con la que ha vivido. En su imaginación se alimenta la idea de que el matrimonio no es un fin ineludible. Sus pretendientes y los sucesivos posibles novios a los que fue presentada se dieron cuenta de que “amaba más el tacto de la pluma que el del cucharón o el del mango de la escoba, y desaparecían como un soplo de brisa en la noche”. Y al mismo tiempo se preguntaba por qué las mujeres de su casa eran cómplices y víctimas de ese fracaso compartido por todas. A lo largo de toda su existencia, escribir ha sido la vida, las respuestas y la búsqueda de la razón, de lo verdadero y lo falso y una mirada comprometida de lo real, sin salidas engañosas: “Escribir ha sido la antítesis de la muerte y, paradójicamente, la razón por la cual en junio de 1992 me pusieron en una lista de muerte”.
Y no es imaginable otro modo de enfrentarse al silencio, a la marginalidad y a la profunda herida que deja en el cuerpo y en lo más hondo del ser humano la experiencia de que un día otras mujeres conocidas cercanas a la familia busquen a la niña de seis años, Nawal, y con una cuchilla le corten el clítoris. Es una herida que nunca se cura y que permanece abierta siempre. Sólo salvar a otras mujeres de ese atroz sacrificio actúa como bálsamo. Su madre no pudo defenderla de la ablación pero Nawal protegió a su hija y a muchas niñas a través de su denuncia. Se trata de un recuerdo imborrable para todas aquellas que han sido circuncidadas en cualquier parte del planeta. Pero a pesar del horror y de las medidas contra la mutilación genital femenina, en el mundo hay más de tres millones de niñas en 28 países de África y algunas regiones de Asia que siguen sufriendo esta brutal violencia.
Nawal el Sadawi se reconoce a sí misma en la tierra de los faraones pero, después de aquellas reinas majestuosas, las mujeres de Egipto no están en la Historia porque no se les ha permitido escribirla. Una generación tras otra la narración de su existencia ha sido oral y ha pasado de abuelas a madres después a hijas y así sucesivamente. Estudió con brillantes notas y con un gran sacrificio personal y familiar. Los ingresos de su padre eran escasos y siempre estuvo a punto de acabar en los fogones con su madre, pero ella fue su principal aliada. Nunca necesitó su ayuda en la cocina. Nawal se salvó.
Después de graduarse en el año 1954 como doctora en Medicina pasó por distintos hospitales, ocupó cargos de responsabilidad, llegó a ser directora general de Sanidad desde 1958 hasta 1972, cargo del que fue destituida por la publicación del libro Mujeres y sexualidad y nunca dejó de pensar que lo que más deseaba en este mundo era cambiarlo y que la mejor herramienta con la que ella contaba era la pluma y no el escalpelo. Escribir ha sido una autopista para despegar, para eludir posibles matrimonios, para luchar contra la discriminación de las mujeres, para respirar en los días, tantos y durante tanto tiempo, de persecuciones políticas sin respiro, para consolarse en el exilio, lejos de Egipto, en Estados Unidos, para volver a construir lo que destruían y para resistir frente a los fundamentalistas que la condenaban a muerte.
Los principios de igualdad y libertad han permanecido junto a ella a lo largo de toda su vida como médica y como escritora. Por su oposición pública a cualquier forma de discriminación por clase, género, nacionalidad, raza o religión, estuvo en la cárcel de mujeres de Al-Kanatir en 1981, durante la presidencia de Sadat. “Los visitantes del alba”, aquellos hombres silenciosos, bien vestidos, con guantes, gafas oscuras que aparecían poco antes del amanecer, la tuvieron vigilada, prisionera en su propia casa durante más de un año hasta que en 1993 tuvo que exiliarse.
En la lista negra de la que formaba parte junto a otros intelectuales egipcios la acusación contra ella siempre era la misma: “incitar a las mujeres a rebelarse contra las divinas leyes del Islam”, una frase que se repetía aunque hubiera cambios de Gobierno. Un enemigo invisible pero peligroso, paralizante. El presidente egipcio Hosni Mubarak ordenó en 1991 cerrar la Asociación de Solidaridad con las Mujeres Árabes que había creado Nawal en 1982. Esta mujer se ha enfrentado a la ignorancia, a la pobreza y a la enfermedad y por ello todos los Gobiernos egipcios la han perseguido.
La mujer que ha dado a conocer la humillación y la violencia en la que viven millones de mujeres en los países árabes soñaba con pianos cuando era niña. No le gustaban ni los secretos ni los susurros, le parecían “repugnantes y sospechosos”. Sus libros, sus artículos han sido un acto de subversión en voz alta y clara, frente a los que ejercen la injusticia en nombre de la moral, la religión y los valores sociales.

25 de noviembre de 2015

Boko Haram: una guerra contra ellas

Boko Haram, la milicia islamista que tiene su base en el noreste de Nigeria, desde hace siete años siembra el terror y ha ocasionado alrededor de 17.000 muertos y 2,5 millones de desplazados. Su nombre deja bien a las claras sus intenciones, Boko Haram significa en lengua hausa que la educación occidental está prohibida, y para lograrlo aplican los más brutales métodos, con una fijación especial por los secuestros de niñas.
Judith Prat ha realizado un documental de imágenes y voces, “Boko Haram, una guerra contra ellas”, que es el fruto de sus visitas a la zona en conflicto y de haber convivido con algunas de las 700 mujeres y niñas que el pasado mes de abril fueron rescatadas por el Ejército en el bosque Sambisa, el territorio donde se esconde la guerrilla. Tras su prolongado secuestro, más de doscientas estaban embarazadas y otras habían tenido hijos, después de haber sido violadas y, en algunos casos, obligadas a casarse con miembros de la milicia.
La fotógrafa Judith Prat tiene un largo curriculum de trabajos relacionados con las más graves situaciones de vulneración de derechos humanos, movida, como ella misma cuenta: “por mi interés en contar lo que ocurre, por sacar a la luz realidades que en ocasiones no son visibles, por plasmar en imágenes pequeñas historias de personas anónimas que en realidad están contando cómo es el mundo en el que vivimos”. Entre su obra fotográfica destacan sus trabajos sobre la vida en las cárceles de Panamá, las consecuencias de la crisis para los inmigrantes que viven en nuestro país, las condiciones de esclavitud de los trabajadores de las minas de Coltán en el Congo o la vida cotidiana de los refugiados sirios.
Texto publicado en la web Be Sincro!

13 de noviembre de 2015

Mujeres saharauis: la lucha que continúa


Fotografía de Laura Toledo Daudén.
Artículo de Zahra Ramdán, fundadora y presidenta de la Asociación de Mujeres Saharauis en España, publicado en la revista PUEBLOS
El 31 de octubre de 1975, el ejército marroquí invadió y ocupó por la fuerza de las armas el Sáhara Occidental, obligando a su pueblo a enfrentarse a una gran injusticia que hoy, cuarenta años después, continúa tratando de silenciar a pesar de la flagrante violación de la legalidad internacional. Las mujeres saharauis, incorporadas desde el inicio a la lucha por la libertad y la justicia para su pueblo, siguen activas y convencidas de que son parte indivisible de ese gran movimiento a nivel mundial que lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres y por la construcción de un mundo más justo y más democrático.

Los bombardeos a principios de 1976 de la aviación marroquí con fósforo blanco y napalm de los civiles saharauis que huían de sus ciudades y aldeas provocaron el éxodo de la población y que ésta se refugiase en el desierto, en los campamentos.
La ocupación provoca cierta similitud con la primera etapa del pueblo saharaui, nómada, en lo que respecta la ausencia de los varones. En este caso, ellos se encuentran en el conflicto bélico, y su ausencia facilita de nuevo la ocupación de los espacios por las mujeres. La vida en los campamentos está subordinada a la organización y supervisión de las mujeres, que se han hecho cargo en un porcentaje muy elevado del poder local y familiar y son parte importante de profesiones anteriormente reservadas a los hombres.
Muchos observadores y analistas internacionales coinciden en que la participación directa de las mujeres saharauis por lograr sus legítimos derechos a la libertad y a la independencia es uno de los grandes símbolos de la resistencia de este pueblo.
La ONU y Marruecos
Tras dieciséis años de guerra, la Organización de Naciones Unidas (ONU) convenció en 1991 al entonces rey de Marruecos, Hassan II, de que aceptara que el pueblo saharaui ejerciese su derecho legítimo a la autodeterminación mediante un referéndum supervisado por la propia ONU y la Unión Africana. Así, se creó la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO).
La política intransigente del gobierno de Marruecos es el principal obstáculo para la implementación del proceso de descolonización del último vestigio colonial en África. Marruecos obstaculiza de manera continuada los esfuerzos que lleva a cabo el enviado personal del secretario general de la ONU, el diplomático estadounidense Christopher Ross.
Nuevo ciclo para las mujeres
En esta etapa histórica del Sáhara Occidental se abre un ciclo diferente para las mujeres saharauis. Terminado el proceso bélico, se produce el retorno de los hombres a los campamentos de refugiados, lo que provoca que mujeres y hombres tengan que compartir de nuevo los mismos espacios.
Las mujeres saharauis demuestran ser firmes defensoras de la autodeterminación de su pueblo y de la creación de un Estado que no merme sus conquistas sociales.
La experiencia de las organizaciones de mujeres en situaciones de conflictos en otros países confirma que los procesos de desmovilización tienden a producir un retroceso en las posiciones logradas por las mujeres. Las personas que han acudido a los campamentos en los años de la guerra (1975-1991), en calidad de observadoras internacionales o visitantes, y que han regresado posteriormente, coinciden en que las mujeres saharauis no han sido ni son una excepción en este sentido.
Pese a esto, las mujeres saharauis gozan de un status jurídico y político muy avanzado con respecto a otros países con condiciones económicas y sociales similares, así como con respectoa otros países de religión islámica, puesto que participan activamente en las esferas administrativa y política. En este sentido, son un ejemplo vivo de que la cultura donde se desarrolla una religión es tan importante como la religión misma. El Islam se entiende como se concibió esencialmente en su origen, sin discriminaciones entre sexos, no contaminada por otras interpretaciones culturales.
Mujeres organizadas
A principios de 2004 se fundó la Asociación de Mujeres Saharauis en España (AMSE), formada por mujeres procedentes de las ciudades ocupadas, de las zonas liberadas y de los campamentos de refugiados y refugiadas. Durante todo este tiempo, AMSE ha llevado a cabo un importante trabajo de sensibilización acerca de la situación del pueblo saharaui, destacando especialmente el protagonismo de las mujeres como ejemplo de emancipación y empoderamiento dentro del mundo árabe y musulmán.
El VII Congreso de la UNMS se celebró entre el 3 y el 5 de abril de 2015 en la Wilaya de Smara, campamento de personas refugiadas saharauis de Tindouf (Argelia), con la participación de delegaciones extranjeras que llegaron de los continentes. Fotografía: Isabel Uria Serrano de la Asociación de Amigxs de la RASD de Bizkaia.
El VII Congreso de la UNMS se celebró entre el 3 y el 5 de abril de 2015 en la Wilaya de Smara, campamento de personas refugiadas saharauis de Tindouf (Argelia), con la participación de delegaciones extranjeras que llegaron de los cinco continentes. Fotografía: Isabel Uria Serrano de la Asociación de Amigxs de la RASD de Bizkaia.
Se han organizado multitud de charlas, conferencias, coloquios, exposiciones fotográficas y actividades de carácter cultural, y se ha publicado abundante material de difusión y sensibilización. Se ha procurado trabajar de manera coordinada con las redes de solidaridad de cada lugar, así como con grupos internacionales.
Uno de los principales objetivos de AMSE ha sido y sigue siendo hacer frente al bloqueo informativo impuesto sobre la lucha del pueblo saharaui, visibilizando siempre a las mujeres como elementos fundamentales en la transformación de la sociedad. Trabajamos para desenmascarar las maniobras y artimañas del régimen ocupante marroquí, que no ha escatimado esfuerzo alguno para confundir a la opinión pública internacional acerca de su presencia colonial en nuestro país.
Futuro incierto
La pasividad de la comunidad internacional, la ambigüedad, la complicidad de ciertos gobiernos occidentales y su insensibilidad ante la continua vulneración de los derechos humanos animan al gobierno de Marruecos a proseguir en su intransigencia, no aplicando las resoluciones de las Naciones Unidas y poniendo condiciones previas e inaceptables a las diferentes rondas de negociaciones.
Después de más de dos décadas del histórico alto el fuego y ante la imposibilidad de la aplicación del Plan de Paz debido a los grandes impedimentos ejercidos por Marruecos, la paciencia del pueblo saharaui se agota. Lo que está en peligro es la resolución pacífica del conflicto. Nadie quiere que esto suceda, pero tampoco nadie podrá hacerle responsable de lo que sería una tragedia anunciada, tras más de veinticuatro años de espera pacífica y confianza en las negociaciones auspiciadas por Naciones Unidas.

4 de octubre de 2015

Papusza, la primera poeta gitana

Texto publicado en el periódico El País. Un dato que no incluye esta breve reseña sobre la película, es que está rodada en romaní, para lo cual, los actores y actrices tuvieron que estudiar esta lengua propia del pueblo gitano durante un año.

Bronislawa Wajs, también llamada Papusza (1910-1987), fue la primera poetisa gitana polaca que vio publicados sus escritos, lo que le valió el reconocimiento literario, aunque también el repudio de la mayoría de su propio pueblo, entonces con demasiados prejuicios con la cultura (de cría había aprendido a leer a escondidas), más allá de la música, sobre todo si en sus escritos se reflexionaba sobre la naturaleza de la etnia, sus arraigadas costumbres y su carácter. Acusada de revelar los secretos de su pueblo, la mujer protagonizó una historia de rebelión y sacrificio que el matrimonio formado por Joanna Kos-Krauze y Krzysztof Krauze (fallecido el año pasado de un cáncer) filmó en 2013 casi como un espectáculo visual, tan pictórico como cinematográfico.

Desde el primer al impresionante último plano, el trabajo de los directores, con encuadres y composiciones cercanas al romanticismo pictórico alemán, y de Krzysztof Ptak como director de fotografía es deslumbrante; una belleza que, por cercanía en el tiempo y en el espacio, sería fácil comparar con la de Lukasz Zal y Ryszard Lenczenwski para Ida,candidata al Oscar, pero que por su tonalidad de alto contraste quizá esté más cerca de la de Fred Kelemen para El caballo de Turín (Béla Tarr, 2011). La imagen, en realidad, es más de media película, porque en lo narrativo la pareja de directores cuenta su relato a través de secuencias muy cortas que intercalan momentos en desorden cronológico entre 1910 y la década de los 70, apenas pinceladas alejadas de la narrativa convencional que no acaban de atrapar la emoción de fondo de la existencia de Papusza. De hecho, las escenas más expositivas sobre la formación del mito de la poeta son las más rancias, lo que lleva a que sean sus secuencias sin texto, exteriores, con sus cielos nublados al acecho de las almas, las absolutamente perdurables de una película desigual con un portentoso trabajo de luz y textura.

Fotografía: http://wyborcza.pl/1,75475,14461929,Z_taboru_bylam__teraz_znikad_jestem___ksiazka_o_Papuszy.html?ssoSessionId=37a5833f36512c22326a343712823c9aec66256d506e9273c3b17aa267aa075b

22 de septiembre de 2015

Agnes Martin: "El equivalente visual al más perfecto sonido"

Artículo de la periodista Julia Luzán publicado en EL ASOMBRARIO &  CO.

Retrato de Agnes Martin. Foto: Gianfranco Gorgoni.
Fue la representante de la abstracción pura. Destruyó más obras de las que conservó; pintaba diez telas y eliminaba nueve. Regla, lápiz y pintura fueron sus herramientas.Cuadrículas, rayas y a veces círculos, triángulos, los motivos de sus cuadros. ¿Se puede con estos elementos crear pinturas que emocionen? La respuesta es un rotundo sí. Las pinturas de Agnes Martin (Canadá, 1912 / Nuevo México, 2004) transmiten inocencia, alegría, belleza en estado puro, un sentimiento de paz que te invade cuando sales de las 11 salas que le dedica la Tate Modern de Londres hasta el 11 de octubre.
Agnes Martin, que como dijo alguien logró “el equivalente visual al más perfecto sonido”, nació el mismo año que el pintor expresionista abstracto Jackson Pollock, cuando Duchamp triunfaba con su Desnudo bajando la escalera, Picasso pintaba en París y un mes antes de que el Titanic, el gran transatlántico británico, se hundiera en su viaje inaugural. Educada en una granja, aprendió desde pequeña a vivir con lo indispensable. En la escuela aprendió caligrafía y ésta posiblemente la condujo a su pintura tan personal. Ascética, mística, vivió como una santa ermitaña alejada de todo y de todos. Su vida en Nuevo México fue espartana; no tenía nada, ni televisión ni música, sólo un gato y un perro por toda compañía. Repetía obsesivamente poemas de Gertrude Stein, leía novelas de Agatha Christie y se imponía retos para cumplirlos y así sentirse viva.
Quiso conocer el budismo, también el cristianismo. Practicó la filosofía Zen, aprendió a vivir en soledad y no quiso que le colgaran la etiqueta de lesbiana y menos aún la de feminista, aunque vivió ocasionalmente en pareja algunos años. Agnes Martin tuvo relaciones largas y serias con la artista Leonore Taeney y la escultora griega Chryssa, una de las primeras en trabajar con las luces de neón. Martin nunca salió del armario. En una entrevista cuando le preguntaron por su postura acerca del feminismo, dio una respuesta insólita: “No soy una mujer”.
Fue diagnosticada en su juventud de esquizofrenia paranoide y hospitalizada en numerosas ocasiones. Gracias al tratamiento que le prescribieron, pudo llevar una vida más o menos normal con periodos de calma y otros de sufrimiento.
En el documental que se exhibe en la Tate, filmado cuando ya era una anciana de 91 años, despliega una energía asombrosa. La cámara sigue a una mujer robusta, vestida con un pantalón de peto, con el pelo corto muy blanco y unos mofletes de manzana sonrosados. Tiene pinta de campesina armada con un metro de sastre con el que va midiendo los contornos del lienzo. Afila el lápiz y con la regla traza líneas. Luego, con el pincel cuadrado, pinta rayas de colores pasteles. Así, con esta aparente sencillez, Agnes Martin conquistó un lugar preferente en la historia del arte norteamericano de mediados del siglo XX, encuadrada durante años en el grupo de los minimalistas. Estudió a Santa Teresa, a Platón y a Gertrude Stein -con ella guarda cierto parecido físico-. Le gustaban las películas del Oeste y se declaraba fan del director de cine Akira Kurosawa.
En los últimos años, concedió algunas entrevistas en las que hablaba con absoluta franqueza de su vida. En el documental de Mary Lance, rodado en 2003, se ve a una Agnes Martin segura de sí misma, proclamando desafiante: “Nací en el norte de Canadá, prácticamente como si hubiera nacido en Siberia. No había ningún futuro en la tierra donde nací. Y a pesar de todo, de niña, tuve oportunidades y pude hacer todo lo que quise y soñé. Ahora soy rica y famosa. Dios sabe lo rica que soy”.
Su familia fueron pioneros. Procedían de Escocia. Llegaron a Macklin, una pequeña ciudad del norte de Canadá, con pocas granjas, un aire cristalino y mucha soledad, la misma que Agnes encontró en la última etapa de su vida en Taos, en Nuevo México. Cuando murió su padre, Agnes tenía siete años y la familia se mudó a Vancouver, donde su madre sacó adelante a la familia limpiando casas. Al terminar la enseñanza superior, Agnes viajó a Estados Unidos, al Estado de Washington, con su hermana Maribel. Le gustaba la natación y se entrenaba para formar parte del Equipo Olímpico. No lo consiguió y en 1941 decidió irse a Nueva York y estudiar en la Escuela de maestros de la Universidad de Columbia. Durante 15 años fue profesora en diferentes escuelas. En 1946 llegó a Alburquerque, a la Universidad de Nuevo México, y se matriculó en los cursos de Arte. Comenzó a pintar paisajes, indígenas y flores. Por entonces, Nuevo México atraía a muchos artistas urbanitas, como Georgia O’Keeffe, y para Martin aquel contacto le reafirmó en su idea de dedicarse a la pintura.
Aquel grupo de artistas de Taos y su admiración por los dibujos geométricos de los indios que ellos representaban en sus obras, comenzaron a tener influencia en los círculos artísticos de Nueva York. El grupo, casi una comuna, coqueteaba con el esoterismo. Invitaron a Josef Albers y a Dore Asthon, una de las críticas de The New York Times –ella fue una de las primeras en escribir sobre los cuadros de Martin años después-, a visitarlos. Después llegaría la galerista Betty Parsons, que representaba a Rothko y Barnett Newman, para conocer la vida de aquel centro de arte. Parsons ofreció a Martin ser su marchante si se mudaba a Nueva York.
Martin vuelve a Nueva York para perfeccionar sus estudios en Bellas Artes. Pero se ahoga en la metropólis y echa de menos los espacios abiertos de Nuevo México. En Taos comparte experiencias con Beatrice Mandelman y su marido, Luis Ribak. La galería de ambos incluye pronto en su catálogo las pinturas de Martin. En la década de los 50 se enrola definitivamente en la abstracción. En aquellos años se aprecia la influencia en sus obras de Joan Miró, Paul Klee o Arshile Gorky. Introduce en sus telas los colores pálidos y líneas trazadas con tinta: “La belleza es el misterio de la vida. No está en la mirada, está en la mente. Es nuestra respuesta a la vida”.
Cumplidos los 45 años, Martin regresa otra vez a Nueva York y trabaja duro. Decide aceptar la oferta de Betty Parsons y en 1958 inaugura en su galería su primera exposición: cuadrados, rectángulos y círculos enmarcados en líneas y en puntos. Luego llegarían para quedarse sus famosas rejillas. “Cuando yo hice una cuadrícula, se me ocurrió pensar en la inocencia de los árboles y fue entonces cuando aquella rejilla me llegó al cerebro y pensé que aquello representaba la inocencia, y aún lo creo, y lo pinto y así me siento satisfecha. Esta es mi visión”. Se refería a su cuadro The Tree, hoy en la colección del MoMa de Nueva York. En aquella etapa, las líneas con las que dibujaba el mapa del cosmos tenían el poder de inundarla de paz, le proporcionaban, como ella reconocía, felicidad e inocencia. Martin se integró en el grupo de Rauschenberg, Robert Indiana, Cy Twombly, que vivían en los edificios Coenties Slip, unos almacenes del siglo XIX abandonados por las empresas navieras en el bajo Manhattan, tomados al asalto por bohemios y artistas. Eran baratos y había espacio. Qué más podían pedir. Agnes Martin era allí como la madre Tierra, un pozo de sabiduría con influencias presbiterianas y taoístas: “Hablábamos de Picasso, que era un buen pintor porque trabajaba sin descanso, aunque también tenía algunas ideas muy tontas. Y me gustaba Andy Warhol, pero sus amigos me daban miedo”. Todos eran competitivos, bullangueros. Sólo Martin era la imperturbabilidad en persona.
En los años 60, Agnes Martin da con lo que sería su estilo característico: el cuadrado de rejilla, que cambió luego a simples líneas, rayas de diferente anchura. “Llegó el momento en que eliminé de mis pinturas las líneas curvas hasta que mis composiciones consistían sólo en líneas verticales y horizontales”. Adoptó para sus cuadros un formato que no cambió nunca: lienzos cuadrados de 1,82 centímetros, en los que dibujaba a lápiz líneas horizontales y pintaba bandas de color con pinceladas sutilmente vigorosas. Alternaba los colores cada año, uno usaba tonos pálidos; y negro, blanco o gris el siguiente.
“Pinto de espaldas al mundo”, llegó a decir en una síntesis de lo que era su vida: soledad, alegría, belleza. En 1967, cuando su carrera en Nueva York estaba empezando a despegar, recayó en su paranoia y hubo de ser internada. Abandonó de un día para otro la ciudad, deambuló por el país durante meses en una caravana y dejó de pintar durante siete años. Al final se estableció en Nuevo México, donde construyó una casa de adobe con sus propias manos en una remota colina. Los inviernos eran tan duros que se quedaba aislada por la nieve durante semanas. “Llegué a un punto en que reconocí que tenía que resolver mi confusión”. La esquizofrenia y las alucinaciones reaparecían periódicamente. Su obsesiva repetición de líneas se alternaba con visiones y pensamientos dolorosos, aunque ninguna de estas turbulencias se aprecia en sus obras. En las conferencias que dio durante su vida y que se reunieron en 1992 enWritings, reitera una y otra vez que sus pinturas no muestran su vida. En sus escritos insistía en cómo el arte no era un instrumento para el cambio social. El valor del arte, decía, residía en la capacidad para contrarrestar pensamientos y emociones negativas, proporcionar orden sobre el caos y dar estabilidad en un mundo de cambios impredecibles.
Cuando volvió a pintar en 1971, abandonó las rejillas y las reemplazó por líneas verticales y horizontales. La paleta de tonos grises, blancos y marrones dio paso a bandas de colores pastel: rosas, amarillos y azules. Seis años después, cambia de nuevo a los grises. “Mis pinturas no tienen objetos, ni espacio, ni tiempo, ni nada. No hay formas. Sólo hay luz, claridad”. En alguna ocasión, Martin escogía un grupo de pinturas para se exhibieran juntas, por ejemplo, The Islands (1979), doce cuadros idénticos que invitan al espectador a concentrarse para observar las finas líneas y los tonos casi evanescentes. Es una composición absolutamente zen, hecha en el periodo en que la artista estaba volcada en la espiritualidad.
En los ochenta, su fama aumentó y sus obras empezaron a cotizarse. Los coleccionistas y museos competían por adquirirlas, pero si su nombre nunca adquirió la notoriedad de sus contemporáneos fue por la imposibilidad de editar obrar gráfica con sus dibujos. La sutileza de sus colores, de sus líneas, lo hacía imposible. “El valor del arte está en el espectador”, dijo en una entrevista a The New York Times. “Cuando descubres lo que te gusta, realmente estás descubriéndote a ti mismo”.
En la última etapa redujo el tamaño de sus telas. De 1,82 centímetros, pasaron a 1,52. De esta forma las podía mover sin ayuda. En algunas pinturas, como Homage to Life (2003), regresó a las formas geométricas de la década de los 50. Estuvo pintando hasta el final de sus días y su obsesión por deshacerse de sus obras se mantuvo intacta. Cuenta su marchante Arne Glimcher que en sus últimos momentos ella le llamó a su lado para decirle: “Hay tres nuevas pinturas en el estudio. La que está apoyada en la pared está terminada, pero las dos que están en el suelo quiero que las destruyas”. Agnes Martin murió en su querido Taos una fría mañana de diciembre de 2004. Está enterrada allí, en el jardín del museo Harwood, porque “la belleza es inalcanzable, es inspiración”.

12 de julio de 2015

Las nuevas “extrañas”: género, emigración e identidad de las mujeres magrebíes en España

Trabajo de Raquel Osborne, becaria Fulbright y Master of Philosophy por la New York University, es Profesora Titular de Sociología. Sus investigaciones giran en torno a cuestiones relativas al género, la sexualidad y la memoria histórica. Ha dirigido varios proyectos de investigación sobre esta temática, publicando numerosos artículos y libros de gran relevancia en el ámbito de los estudios de género. Entre sus libros destacan La construcción sexual de la realidad (1993) y Apuntes sobre violencia de género (2009). Ha dirigido un proyecto de I+D+i sobre memoria y sexualidad de las mujeres bajo el franquismo, que ha dado lugar al libro Mujeres bajo sospecha (Memoria y sexualidad, 1930-1980) (2012) y a la exposición itinerante del mismo título.

Lee el artículo, publicado en la revista ENCRUCIJADAS, en el siguiente link.

4 de junio de 2015

Joumana Haddad talks erotica, atheism, and feminism in the Middle East

Joumana Haddad, escritora, poeta, traductora, feminista, ...dirige la única revista erótica del mundo escrita en lengua árabe, JASAD (cuerpo en árabe). En la entrevista concedida recientemente a la revista Bitch Magazine, desmonta los estereotipos occidentales sobre las mujeres árabes, cosa que lleva a cabo habitualmente en sus trabajos como parte de su activismo por los derechos de las mujeres y la secularización de la sociedad libanesa. Es ella misma, con su modo de vida, ejemplo de la errónea visión, interesadamente distorsionada, que pervive insistentemente en Occidente sobre las mujeres árabes en general. 
La administradora del blog 

Joumana Haddad is an opinionated atheist and the publisher of the only erotica magazine in Arabic. She's also a poet, writer, activist, journalist, and speaks seven languages. How’s that for knocking down Western stereotypes of the passive Arab woman? 
Haddad’s 2010 book I Killed Scheherazade: Confessions of an Angry Arab Woman broke down the idea that Arab woman are voiceless and compromising. Scheherazade, the storytelling harem beauty—who negotiated for her basic human rights for 1,001 nights—is now dead.  Next Haddad tackled Clark Kent with some literary kryptonite with a 2012 book entitled Superman is an Arab: On God, Marriage, Macho Men, and Other Disastrous Inventions. Clearly, Haddad isn’t afraid to court controversy—it helps to get her message out to the world. Last year, she was named one of The World’s 100 Most Powerful Arab Women. 
But all the attention can cause problems, too. Haddad, who is Lebanese and lives in Beirut, told the Guardian, “I grew up in a country that hates me.” Earlier this year, Haddad was denied an entry visa to Bahrain, where she had had been invited to host a banquet of poetry and music as part of a spring festival organized by the Bahrain Authority for Culture and Antiquities. The grounds for the denial: her open atheism. But Haddad sticks to her ideals. She was raised a Catholic but believes all three Abrahamic religions are misogynistic and do not recognize woman as complete. She hates the part in Genesis where Eve is formed from Adam’s rib. To celebrate International Woman’s Day this year, she tweeted “You are not a rib. YOU ARE NOT A RIB.”
In a region in which fine art nudes are rarely shown in public, even at established cultural institutions, Haddad started erotica magazine Jasad in 2008. Its representation of bodies and sexuality through art, literature, and culture remains heavily contentious. Haddad was quick to point out in our interview that there are billboards in Lebanon featurirng scantily clad women pushing home appliances, and that feminist erotica is far more respectful of women. Haddad stopped publishing the print magazine in 2011, but hopes to bring it back in December of this year. 
DANNA LORCH: Contemporary Arabic uses metaphors for the body and sexuality rather than describing physical acts openly. Has that always been the case?  
JOUMANA HADDAD: The words for talking candidly about the body do exist, but the Arabic language has been violated by taboos, fears and prohibitions that have deprived it of part of its inherent erotic potential. If you go back to early literature like The Perfumed Garden or even the uncensored version of One Thousand and One Nights, you’ll find erotica. One reason I wanted to publish Jasad in Arabic rather than French or English was because Arabic is quite capable of conveying all those words, scenes, and ideas in a very beautiful and direct way with no need for metaphors. 
You once said that you had to work your way up to writing erotica in Arabic by beginning first in French. 
The violence that has been imposed on the language has also been imposed on the minds of Arab people. You grow up in a society where you are scared of words, scared of thoughts, scared of acts. So you take refuge in another language in order to be able to say what you don’t dare speak in your own. When I stopped writing erotica in French and began to write in Arabic, it was a declaration of war but also of love. I wanted to claim my language back and show my respect for it at the same time. Writing in French had been an act of cowardice.
Is it possible to write erotically about the body without objectifying it? 
Once you get past the sexist notion that the female body is an object, it is possible.  
You may be surprised to learn that I don’t support the FEMEN Movement even though I publish an erotica magazine. In the Arab world, when you demand, “Listen to me! In order for you to hear me I am showing you my bare breasts,” you are really going to the other extreme of sexism. It is still a patriarchal way of treating your body. This form of protest would be productive only in societies where women’s breasts are no longer charged with erotic significance.
In Superman you write a lot about things that men are doing wrong in the Arab world. What are some practical things that women can do to change the status quo?
It all starts with the mother who raises Superman by telling his sister to serve him, by treating him like a god. Secondly, women need to be financially independent. This is a major issue. You see many women calling for their rights and yet they wouldn’t lift their fingers to be responsible. It’s not about having three maids at home and the latest car. The third thing is for a woman to believe in herself. Stop being Scheherazade and compromising your basic rights. Don’t feel like bribing the man is the only way to get what you want. Have the guts to say no. The hell with being thought of as a good woman! Let other people insult you and point fingers. But believe me, if they do that they will also fear you. Transparency scares the assholes.
In Scheherazade you write, “Being an Arab today means being a hypocrite.” One of the critical aspects of your books is how you unmask what you see as your own society’s duplicity. For example, you mention that Nabokov’s Lolita is banned in much of the region, yet child marriage is practically encouraged according to much of the Islamic legal framework.
People inherit a huge suitcase when they are born. They carry it around without ever thinking about whether the contents fit them. Few people have the courage to unpack the suitcase. This is why there is so much hypocrisy—people don’t want to deal with their truth without defacing the fake status quo.
Correct me if I’m wrong, but there is not a single country in the Arab League in which it is legal to be openly homosexual or transgender, right?
You are completely right. In Beirut, I’m on the Board of Advisors of a [civil rights and anti-censorship] NGO called March, and we were planning next year’s events. I wanted to do something to legalize civil marriage as it’s still not recognized in Lebanon. I suggested, “Next year let’s do an event for gay marriage,” and my colleagues all laughed their asses off because it’s impossible. I could imagine my two sons as old men and gay marriage would still not being legalized here.
In Superman, you call attention to Samira Ibrahim, an Egyptian activist who after being arrested for participating in a 2011 protest in Tahrir Square, was the first woman to speak out publicly about the military practice of subjecting female protestors to virginity tests, as well as torture. Do you feel that the Arab Spring was a failure for women’s rights or did it never have anything to do with improving equality in the first place?
I wouldn’t call it a spring at all. It’s just another winter. We watched many brave women fight on the frontlines during demonstrations, but unfortunately the extremists had been waiting for this opportunity for more than 40 years. They used women as pawns to say, “Look, we have young people, we have women.” Even in Lebanon, which people call the most open country and all that bullshit—we only have three women deputies. 
Danna Lorch is a Dubai-based writer and blogger covering Middle Eastern art and pop culture, with a focus on gender. Her writing appears in BitchArtSlantVogue India and elsewhere. 
This article was updated to include information about Jasad going out of print and its potential return. 

9 de mayo de 2015

Who was Maryam Şahinyan?

Maryam Şahinyan fue una fotógrafa armenia que se resistió a los avances tecnológicos en fotografía y a las nuevas tendencias estéticas que se fueron desarrollando durante las distintas décadas del siglo xx en las que se desenvolvió su vida y su trabajo. Durante los casi 50 años de su carrera profesional, siempre utilizó una cámara de fuelle de madera, adquirida por su padre, y el blanco y negro en todas sus fotografías. Su obra, compuesta por 200.000 imágenes, constituye un archivo único que refleja de manera fiel la sociedad de aquellos años en Estambul, donde tuvo que instalarse tras el inicio de las deportaciones y asesinatos que dieron lugar al primer genocidio del siglo xx, perpetrado por el Imperio otomano contra el Pueblo armenio, y que comenzaron en el año 1915.
 La administradora del blog  

Artículo publicado en http://saltonline.org/en/141

Maryam Şahinyan was born in 1911 at Şahinyan Konağı (Camlı Köşk), one of the most impressive civil structures in Sivas. Her grandfather, Agop Şahinyan Paşa, represented Sivas in the first Ottoman Parliament (Meclis-i Mebusan), established in 1877. Born with the social privilege inherent to a grandchild of a member of parliament, Şahinyan’s life took an unexpected turn when, as a child, she witnessed the historical events of 1915. Her family left behind the considerable real estate it owned in the region, including nearly 30 villages, five flour mills and Şahinyan Konağı, which was located in Sivas’ city center. Relocating to İstanbul via Samsun, the Şahinyans adjusted to the circumstances brought about by the Republican era, resettling in a modest apartment in Harbiye.

In 1933, Maryam’s father, Mihran Şahinyan, became a partner at the Foto Galatasaray studio in Beyoğlu - at the time managed by two Yugoslavian brothers. Typical to bourgeois children of the Imperial era, photography had been a hobby for Mihran growing up. Now, his childhood pastime would determine his family’s future, as Mihran worked at the studio to support them. At the time of Maryam’s mother, Dikranuhi Şahinyan’s, sudden death in 1936, the family’s limited finances were strained. While her brothers continued to pursue their educations, after completing primary studies at Esayan Armenian School, Maryam dropped out of Lycée Français Privé Sainte-Pulchérie during middle school to help her father at the studio. Learning the intricacies of studio photography over a couple of years, the young woman, in contrast to her siblings, developed a passion for her father’s work. By 1937, she decided to shoulder the financial burden of the family and manage the studio independently. As a woman studio photographer, Maryam was preferred by many female clients. The decision to take over the business thus proved advantageous for the studio under the conservative climate of the time. Maryam Şahinyan never married nor had children, and worked uninterruptedly in her studio, which ultimately moved across three Galatasaray locations, over her half-century-long career.

Armed with the wooden bellows camera her father originally took over from a family that immigrated from the Balkans in the aftermath of the First World War and the black-and-white sheet film she continued to use until 1985, Şahinyan, in a sense, arrested time – both against the technological advancements photography was experiencing and contemporary trends. In the end, she created an unparalleled visual coherence without compromising her technical and aesthetic principles. Throughout her professional life, Şahinyan wore a white coat and black over-sleeves to protect her clothing. She had a good command of French and Italian, in addition to Turkish and Armenian, and she used all these languages in her work. Friends with nuns, Italian sirs, and clergymen who came to İstanbul to work in different institutions, as well as the kuyrs of the Armenian Kalfayan Orphanage and Anarat Hığutyun, she provided her services pro bono to these circles throughout her life. Under Şahinyan’s leadership, Foto Galatasaray witnessed various political periods, from the 1942 imposition of Turkey’s Capital tax to the war against Cyprus in 1974, as well as the demographic and socio-cultural transformations İstanbul underwent over the course of five decades. When she retired from the studio in 1985, Şahinyan left behind a unique visual archive made up of approximately 200,000 images. She passed away at her home on Hanımefendi Sokak in Şişli in 1996 and is buried in Şişli Armenian Cemetery.

22 de abril de 2015

La cultura del lazo rosa produce y reproduce la violencia androcéntrica y biomédica más salvaje

Artículo de la antropóloga Ana Porroche-Escudero, investigadora en la División de Investigación para la Salud de la Universidad de Lancaster y miembro del Breast Cancer Consortium, publicado en la revista Diagonal



Hoy en día se habla mucho de concienciar a la población sobre el cáncer de mama. Se supone que contribuimos a esta causa al comprar camisetas, lacitos y todo tipo de productos rosas de lo más diverso, o participando en multitud de eventos benéficos. Con el objetivo de esta ‘concien­ciación colectiva’ se ha generado un ambiente festivo y un interés público sin precedentes en el ámbito de la salud. El problema principal es que el término ‘concienciación’ se ha despolitizado, lo que tiene consecuencias gravísimas.

La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) es una de las máximas exponentes de esta lectura controvertida. Básicamente, reduce la concienciación a la provisión de información para que las mujeres cumplan con los mandatos médicos haciéndose mamografías y adoptando un estilo de vida que se considera saludable. El adoctrinamiento proviene del tono parternalista, monocromo, basado sola y únicamente en fomentar el acatamiento de las normas sobre el comportamiento personal y coercitivo, apelando al miedo a la enfermedad, a la responsabilidad social y a las responsabilidades de género para influir en el comportamiento de las mujeres.

Esta visión instrumentalista y violenta contrasta radicalmente con el planteamiento de la ‘concienciación crítica’, promovido por el movimiento feminista allá por los años 70, basado en la información crítica y la promoción de la autonomía personal. Uno de los principios de éste es que la información proporcionada debe ser “correcta, relevante, accesible, efectiva y basada en la evidencia científica”. Algunas de las preguntas alternativas que la concienciación crítica plantearía son: ¿por qué la incidencia del cáncer de mama continúa aumentando a pesar de los avances de la medicina? ¿En qué tipo de investigación se invierte el dinero? ¿Cuánto dinero se recauda con la mercadotecnia rosa, a dónde va a parar y a quién beneficia? ¿Qué grupos de mujeres desarrollan determinados tipos de cáncer, y quién tiene más probabilidades de sobrevivir? ¿Cuál es el impacto económico, social, emocional y físico del diagnóstico y tratamiento de cáncer? ¿Cuáles son las diferentes opciones terapéuticas disponibles para las personas afectadas? ¿Cuáles son los beneficios y los efectos secundarios de las intervenciones?

Cualquier medio es válido

Como consecuencia de esta despolitización, cualquier tipo de crítica al modelo actual es rápidamente acusada de “poco ética e inmoral” y de ir en contra de los intereses de las mujeres. De igual manera, cualquier interveción que se hace en nombre de la ‘buena causa’ se considera legítima, lo que ha llevado a malgastar millones de euros en esfuerzos educativos que no fomentan la autonomía personal. Estos esfuerzos se han aprovechado de la solidaridad de la población, creándoles la falsa sensación de estar haciéndolo bien y de estar informada, sin que sea cierto.

Asimismo, raramente se cuestionan los medios empleados para conseguir los fines. El sexismo, la sexualización, la infantilización de las mujeres, la difusión de información sesgada o totalmente irrelevante son frecuentes en muchas campañas, junto al uso de la pedagogía del miedo o el adoctrinamiento, acciones todas ellas justificadas dentro de un marco patriarcal y monopolizado por la autoridad biomédica.

La tendencia a infantilizar a las personas enfermas no es nueva en la medicina, a pesar de las duras batallas para repensar el paradigma dominante de atención médica basado en relaciones de poder médico-paciente. La suposición es que las personas enfermas, y el público en general, son incapaces de comprender la información médica y tomar decisiones por sí mismas. De ahí el énfasis en la tutela paternalista, obsesionada con dictar cuáles son los comportamientos ‘adecuados’. La ensayista Barbara Ehrenreich explica en su artículo Bienvenida a la tierra del cáncer cómo la promoción de juguetes como ositos de peluche y elefantitos rosas “animan a las mujeres a regresar a su estado de niñez, a no cuestionar y aceptar cualquier medida que los doctores, como padres sustitutos, imponen”.

La infantilización está íntimamente ligada con la tendencia a trivializar la enfermedad. Las investigadoras Gayle Sulik, Susan Love y Barbara Ehrenreich explican que el uso del color rosa y toda la parafernalia en torno a este cáncer crea una (falsa) sensación de festividad, suaviza la crueldad de la enfermedad, minimiza el dolor y ridiculiza el miedo a través de la negación de la mortalidad y de la psicopatologización de las mujeres que no comulgan con el eslogan impositivo y peligroso “piensa en positivo y vencerás el cáncer”.

Esta trivialización también invisibiliza las cicatrices emocionales, económicas y físicas a corto, medio y ­largo plazo, anestesia la rabia y suprime el espíritu crítico. Las reivindicaciones de la activista y enferma Beatriz Figueroa son un ejemplo desalentador de la falta de conocimiento público sobre el impacto de la enfermedad. Como señala Figueroa, “la vida no sigue igual después del cáncer”, al menos no para muchas personas. Con todo esto no sugiero que tengamos que recurrir a un lenguaje apocalíptico, ni tampoco niego los posibles beneficios de una actitud positiva frente a la vida; sin embargo, la concienciación crítica requiere ‘realismo’, entendido como “la actitud o práctica de aceptar una situación tal y como es y de estar preparada para ocuparse/lidiar/enfrentarse con ella como corresponde”, según palabras del Breast Cancer Consortium.

La sexualización de la enfermedad y la cosificación de los pechos como objetos de placer sexual masculino son otras dos formas omnipresentes de violencia. De hecho, se ha denunciado durante décadas que este tipo de cáncer ha conseguido atraer la atención pública simplemente porque es una ‘enfermedad sexy’. Ven­de. En otras palabras, la concienciación justifica el modo en que los pechos y los cuerpos de las mujeres han sido representados, escudriñados de una manera casi pornográfica por muchas de las denominadas campañas que se suman al rosa.

Preservar la feminidad

Estas campañas no constituyen actos reivindicativos para reclamar la diversidad corporal de las mujeres y despatologizar los cuerpos mastectomizados. Todo lo contrario. Los pechos se muestran como objetos donde el placer (del otro) y el consumo van a la par. Además de invitarnos a comprar productos, instigan a que hagamos todo lo posible para preservar nuestra feminidad y sexualidad –tristemente reducida a los pechos, como si fuesen el único atributo que hace mujer a una mujer–. Raramente se conceptualizan los pechos como un órgano importante para la propia mujer, en su vertiente estética, encarnada o sexual, que las prótesis y cirugía no pueden imitar.

Además, en estas campañas, el arquetipo propuesto de mujer (re)pro­duce una sexualidad encorsetada e inaccesible, donde la delgadez, la hiperfeminidad, la heterosexualidad, la juventud, la salud y la simetría corporal representan el ideal. De este modo, cualquier síntoma de enfermedad que amenace este ideal se convierte en una fuente de estigma y debe ser escondido. Según la poeta Audre Lorde, los pañuelos, el maquillaje, las prótesis y la obligatoriedad de las reconstrucciones mamarias son artefactos al servicio del patriarcado.

La desinformación es otra forma de violencia. Es preocupante la falta de información realista y precisa sobre los tratamientos e intervenciones quirúrgicas. La Federa­ción de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) denuncia que la Asociación Española contra el Cáncer “no advierte de las fuertes controversias existentes sobre el cribado del cáncer de mama a nivel mundial, de los posibles perjuicios para la salud de una parte de las participantes y de los déficits informativos en el consentimiento informado, tratando a las mujeres como menores de edad”. Lo mismo se podría decir de la información sesgada sobre la cirugía reconstructiva. Y no hablemos del silencio estruendoso sobre la falta de inversión en el área de investigación de la metástasis.

Resulta curioso, además, que se permita que compañías que patrocinan muchas de estas acciones ‘educativas’ sean responsables de producir agentes contaminantes en sus productos (como en el caso de Ford o Avon) o estén ligadas directamente a la industria farmacéutica (Novartis, Procter&Gamble). Esto evidencia la falta de escrúpulos de estas organizaciones, donde los intereses monetarios se anteponen a la salud pública.

Culpabilizar de la enfermedad

Existe también el peligro de que los esfuerzos de prevención se centren exclusivamente en modificar el comportamiento de las personas. Esto conlleva que se haga responsable a éstas de prevenir el cáncer, de detectarlo y curarlo, y de culpabilizarlas si las cosas salen mal. Igualmente, este paradigma centrado en la mujer oscurece la responsabilidad de los gobiernos de actuar y evita la investigación sobre las causas del cáncer.
En definitiva, la cultura del lazo rosa produce y reproduce la violencia androcéntrica y biomédica más salvaje. La lógica de que concienciar es una acción positiva, liberadora y colectiva ha sido secuestrada por la industria privada y por la salud pública más paternalista y menos política con el objetivo de promocionar determinados tipos de comportamientos y consumismo.

Mamografías periódicas a examen

La radiofísica hospitalaria Guadalupe Martín explica cómo “la implementación de los programas de cribado mamográfico está basada en estudios de hace más de 30 años, cuyos resultados sobreestimaron los beneficios y no mencionaron el perjuicio más importante, el sobrediagnóstico o diagnóstico de cáncer de mama en mujeres sanas. El sobrediagnóstico es un hecho constatado en los programas de cribado, que cuestiona seriamente la justificación de un programa de prevención de la salud, en el que la máxima debería ser “primum non nocere ” (lo primero es no hacer daño). Aunque el nivel de sobrediagnóstico es un asunto sometido actualmente a debate por la comunidad científica, es fundamental la reevaluación de la justificación de los programas de cribado, en los que los beneficios son pequeños y los daños son numerosos e importantes, y en particular, cuando nuevas evidencias contradicen las creencias previas bajo las que se implantaron dichos programas".