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3 de noviembre de 2013

Violeta Narváez y las mujeres guerrilleras en las FARC


La vida de la mujer en la lucha abarca varios matices, no es sólo heroicidad, valor, entrega. Desde la diversidad de sus posiciones en un conflicto que sobrepasa el calificativo de armado, la mujer debe enfrentar situaciones extremas que la hacen crecerse, pero que están lejos de ser el ideal de vida de cualquier ser humano.

Muchos cuestionamientos se hacen, desde afuera de la montaña, hacia políticas de las FARC-EP relacionadas con las combatientes, por ejemplo, con un tema como la maternidad o su negación.

Más allá de un argumento religioso o basado en la moral humana dominante, es necesario entender la situación particular de las mujeres vinculadas a la lucha armada.

Somos un grupo de mujeres que luchamos por la vida con dignidad, con justicia social, con igualdad; por una vida mejor, en la que las mujeres y los hombres puedan desenvolverse plenamente, sin estar obligados a empuñar las armas, a perder a sus seres queridos, a desconocer el futuro de sus hijos e hijas.

La guerrilla no solo son personas armadas, somos un ejército del pueblo, y como tal, estamos llenos de sensibilidades, de amor, de sueños, de aspiraciones personales, que muchas veces debemos dejar de lado, por la necesidad indiscutible de un cambio real en el funcionamiento de la nación en lo político, en lo económico y en lo social.

Las condiciones impuestas por un estado títere y sanguinario nos han obligado a reprimir procesos naturales en la vida de una persona, por ejemplo, el ser madre.

Cualquier persona, hombre o mujer, que asume un compromiso de lucha de estas características, debe asumir también unas condiciones distintas de vida. En el caso de la mujer, afecta sobremanera los roles sociales acostumbrados. Su papel como sustento de la reproducción de la especie se ve relegado por su participación en la construcción de una nueva sociedad.

Además de estas actividades, las guerrilleras deben asumir tareas de Partido: escribir, hacer análisis político, revisar noticias, leer materiales de formación militar, política y de cultura general, estudiarlos, entre otras tareas que varían según la ubicación de cada combatiente en una comisión, un frente o bloque determinado.

Un embarazo pone a la mujer combatiente en la encrucijada de: ¿Ser madre o ser guerrillera?

No es un tema de opresión a la mujer, de discriminación o desconocimiento de sus necesidades como ser humano: Es conciencia de que al encontrarnos en guerra, las condiciones de seguridad son siempre extremas para quienes asumen la lucha revolucionaria.

Es saber que el carácter insurreccional de nuestra lucha condiciona no solo la vida de la guerrillera, sino también, la de la nueva semilla: “Delito de sangre” le llaman, y no es más que la injusta condena, la persecución, la satanización por parte del estado a los hijos e hijas de quien lucha, por el simple hecho de ser posibles “subversivos en formación”.

Esto significa la persecución implacable, la violación a los derechos humanos, el intento de chantaje afectivo a los combatientes de la organización por medio de la amenaza, desaparición o ejecución de sus familiares.

Pero no es todo en blanco y negro, existen algunos casos en los que, por determinación de la organización, no se ha interrumpido el embarazo, estos casos se producen cuando el aborto constituye una amenaza a la vida de la combatiente, o cuando, previa consulta, la guerrillera es autorizada por la dirección para tener el bebé y hay algún familiar que pueda responsabilizarse de su crianza, siendo ya un problema pues implica entregar el hijo o la hija.

Entonces los problemas son otros, de ser hijo o hija de combatientes farianos que tengan cierta vida pública, la presión aumenta, se extiende a toda la familia, la mayoría de las veces deben salir del país, condenados al exilio, lo que no necesariamente significa que estén seguros, o felizmente realizados. Mientras tanto, pasa el tiempo, la familia dividida, cambio de identidad, una historia de vida oculta, la constante pregunta: ¿Seguirá viva?; pregunta que se hace diaria cuando luego de seis, siete meses...un año, no se tienen noticias de la que lucha.

En la montaña, la guerrillera no siempre puede tener noticias de su familia; por la misma dinámica de la guerra debe movilizarse constantemente y es difícil y peligroso, mantener un contacto.

Situaciones de este tipo no solo afectan a las guerrilleras, también implican a los guerrilleros. Las condiciones de la guerra no son las mejores para establecer una relación de pareja, mucho menos para la conformación de una familia.

Los testimonios relacionados con este tema son incontables, algunos más crueles que otros, son parte del día a día de la guerrillerada. Por eso, internamente, no se cuestiona este tipo de reglas, pues se han visto hasta los efectos más tristes.

Si la mujer decide ser madre, y no guerrillera, entonces se limita a no ser partícipe de la nueva sociedad; o debe bajar el perfil de sus actividades. Esto no es posible en todos los casos, pues de ser conocida por el enemigo, su seguridad siempre será relativa o nula.

No es la situación de las mujeres que pertenecen a la policía o al ejército. La guerrilla no es un trabajo del que te despides después de una jornada de 8, 10 o 15 horas: En todo momento estás en función de desarrollar un proceso, cuando no es para crear, es para sobrevivir. Las mujeres que están del otro lado del conflicto, del lado del Estado quiero decir, son parte de nuestra clase, pero defienden los intereses de la clase que oprime a todos y todas; eso las hace parecer mejores ante la sociedad, y el poder les da la posibilidad de cumplir la doble función de productoras de represión y reproductoras de reprimidos.

Hemos asumido plenamente nuestro compromiso con el pueblo colombiano. Unas decidieron simplemente no ser madres, otras nos pensamos como madres más allá de lo carnal, para acoger a una nación que merece ofrecer dignidad para sus hijos. Todas luchamos por una vida en la que las mujeres no tengan que abortar porque el estado las haya llevado a hacer de la guerra una forma de lucha por la vida, obligándolas a empuñar las armas: Si para construir este proyecto las mujeres actuales debemos negarnos el hermoso placer de la maternidad, creo, personalmente, que habrá valido la pena el sacrificio.

Artículo publicado en La Haine

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