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29 de diciembre de 2012

LES DONES DE SOLAÇ: La lluita de Kim Bok-Dong per la vida

Kim Bok-gong
La sudcoreana  Kim Bok-dong, de 90 anys, explica en un article que recull Amnistia Internacional la seva experiència com a dona de solaç -esclava sexual-  obligada a aquesta pràctica per l’exèrcit japonès durant la II Guerra Mundial, juntament amb altres 200.000 dones, així com el seu activisme per pressionar el govern de Japó perquè demani perdó i indemnitzi a les víctimes. Encara avui, el govern nipó es nega a reconèixer aquest crim de lesa humanitat i sembla ser que espera pacientment la mort de les darreres supervivents per enterrar en l'oblit aquest atac sistemàtic i generalitzat contra una població civil formada íntegrament per dones.

“¡A todas las mujeres del mundo, sed fuertes!”

Tenía 14 años cuando me vi arrastrada a la fuerza a la esclavitud sexual por el ejército japonés. Dijeron que me contratarían como operaria de fábrica, pero en vez de eso nos llevaron a muchas hasta Taiwán, Hong Kong, China, Malaisia e Indonesia. Yo estaba con la comandancia del ejército, así que prácticamente fui a todas partes con ellos.

No tengo palabras para describir lo que me hacían los soldados todos los sábados, desde el mediodía hasta las cinco de la tarde, y los domingos, de ocho de la mañana a ocho de la tarde. Al final del día no podía ni incorporarme. 

Tras ocho años de suplicio me pusieron a trabajar en un hospital del ejército. Su intención era ocultar cualquier prueba sobre las “mujeres de solaz”.

Ni siquiera me enteré de que la guerra había terminado. Cuando volví a casa tenía 22 años. ¿Cómo iba a contarle a nadie lo que me había sucedido? Mis padres no dejaban de decirme que me casara, pero no podía. Al final tuve que decirles la verdad. Al principio no me creyeron, y después dijeron que al menos había sido afortunada por sobrevivir a todo aquello. Han transcurrido varias décadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y Japón todavía no ha dado una respuesta adecuada. Si nuestro propio gobierno no se esfuerza en este asunto, ¿con quién vamos a hablar? Ésa es la razón de que sigamos luchando.

Me impliqué en el movimiento de las mujeres de solaz en cuanto se formó, por tanto hace 20 años. Un día estaban pidiendo informes de las mujeres de solaz que habían sobrevivido. Así que llamé. Vinieron a verme unas personas, hasta una emisora vino a verme. No recuerdo la fecha exacta, pero el Consejo Coreano de Mujeres Reclutadas por Japón para la Esclavitud Sexual llegó hasta mí y desde entonces estoy con ellas. Al principio fue realmente difícil, pero no podía quedarme cruzada de brazos cuando todas esas personas acudían todos los miércoles a manifestarse por nosotras. Ahora yo también protesto todos los miércoles ante la Embajada. Reclamamos a gritos al gobierno japonés que pida perdón. En este tiempo hemos establecido lazos afectivos.

Cuando asistí a la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de la ONU en Viena en 1993, muchas mujeres de todo el mundo gritaron con nosotras, por nosotras. Aprecio sinceramente el apoyo de otros Estados. Hablan como si estuvieran dispuestos a trabajar a nuestro lado ya mismo. Pero pienso que deben presionar más a Japón si de verdad quieren ayudarnos. Y no parece que sepan que esto no sólo les sucedió a mujeres coreanas. Todos los países cuyas mujeres lo sufrieron deben cooperar más activamente en la protesta contra la negación del gobierno japonés. Todos esos países probablemente conocen los delitos y saben que estuvo mal. Deben cooperar [entre ellos] y pedir a Japón que acepte recomendaciones y dé importancia al reciente proceso de examen periódico universal de la ONU. Estoy deseando que, en vez de palabras, tomen más medidas que ayuden a mantener la presión sobre Japón.

Han pasado varias décadas pero nada se ha resuelto. Cuando oigo hablar de simpatizantes en todo el mundo me siento muy agradecida, y gracias a eso tengo esperanza en que esta lucha pueda terminar pronto. Confío en que cada vez más gente alce su voz para que este asunto se resuelva. Debemos permanecer fuertes y no rendirnos. También pido a las mujeres jóvenes y a los estudiantes que se sumen a nuestra lucha por la justicia: vuestras voces y acciones serán enormemente apreciadas.

Yo ya tengo 90 años, y lógicamente esto me fatiga. Pero quiero recibir en persona las disculpas del gobierno japonés. No lo hago por dinero. Sólo quiero que el gobierno japonés lamente sus acciones, asuma la responsabilidad de lo que hicieron, nos pida perdón a todas y respete nuestros derechos humanos.

A todas las mujeres del mundo, sed fuertes. ¡No a la guerra! ¡No a la violencia contra las mujeres!

Article llegit al bloc de Amnistia Internacional LIVEWIRE

 

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