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11 de abril de 2013

Suicídate antes de matarla

El terrorismo machista se cobra diaria, semanal y anualmente docenas de víctimas. La frialdad de los datos así lo muestra. Y los asesinatos lejos de reducirse, van en aumento. Diariamente vemos en las películas que somos tratadas como cuerpos a los que agredir, la publicidad nos sigue tratando como pedazos de carne con la que comerciar de forma sexista, los videojuegos nos cosifican como elementos a los que violentar, las diferentes iglesias pretenden seguir manteniéndonos en el altar de las marías paridoras y cuidadoras invisibilizadas, las estructuras familiares heterosexuales nos cercan en el espacio privado, los juegos nos recuerdan que el rosa y las muñecas son nuestro ámbito normalizado, se permite gritar y ningunear a una madre tía abuela porque sí, algunos jóvenes dicen amar cuando controlan el móvil de su compañera o las amistades que frecuenta la chica. Y así, seguimos manteniendo una posición simbólica y social totalmente desigual de las mujeres respecto a los hombres.

Ante estos despropósitos, hay aún quien se pregunta qué ocurre para que los asesinatos lejos de reducirse sigan en aumento, y qué falla en las políticas de igualdad para que los roles y estereotipos sexistas pervivan, para que la maté porque era mía siga siendo un lema tristemente ejecutado. Al tiempo que quienes se formulan semejante pregunta, ni plantean la urgencia de cambiar las actuaciones arriba mencionadas, o el introducir en el currículum educativo líneas para promover la equidad entre alumnas y alumnos que compondrán la futura sociedad, o replantear el sistema económico y político androcéntrico.

Debemos de afrontar la situación de forma global, tanto por parte de la ciudadanía en su conjunto como por parte de las administraciones y estructuras sociales presentes, porque este incesante goteo de asesinatos hay que enfrentarlo desde todos los frentes, y porque es un problema de todas y todos. Porque cuando un hombre mata a una mujer, la sociedad, como conjunto de derechos y libertades, se empobrece, se degrada y fracasa. No nos cansaremos de recordar que la violación de los derechos humanos tiene como última expresión de la barbarie el asesinato de una persona, más aún, si el asesinato parte de la mano ejecutora del machismo y se mata por su condición de mujer. Urge por tanto, determinar acciones preventivas, conciliadoras y punitivas sin vuelta, que bajen a la raíz, que aborden la desigualdad estructural de derechos entre mujeres y hombres, con determinación y responsabilidad política.

El terrorismo machista no es primera plana de la agenda política y social, ni abre los telediarios; apenas ocupa las páginas de sucesos. Las víctimas del terrorismo machista no reciben homenajes, las administraciones públicas no condenan dichos asesinatos, los gobiernos no definen políticas antiterroristas para enfrentar semejante sangría, ni la ciudadanía se moviliza en masa ante cada uno de los asesinatos, las familias de las asesinadas ni siquiera son contempladas y menos compensadas moral y económicamente.

Son los grupos feministas y de mujeres quienes diariamente siguen denunciando que no podremos hablar sobre democracias saneadas, ni sociedades normalizadas, mientras exista un solo caso de maltrato, asesinato y agresión sexual contra las mujeres, mientras exista un solo terrorista machista que se crea en el derecho de matar a una mujer porque ya no controla su vida ni las decisiones que la mujer adopta. Parece que la movilización y la alarma encendida ante semejante violación del derecho fundamental a la vida, en este caso, en el caso de las mujeres, es cosa de unas cuantas que seguimos estando solas en el momento de alzar la voz en el "basta ya".

El terrorismo machista, presente en todas las sociedades desarrolladas o no, sigue matando, y aquí no pasa nada más allá de declararse públicamente en contra de la lacra. Es hora de que nombremos a las situaciones como lo que son: terrorismo machista. Es hora de que tomemos conciencia individual y colectiva para enfrentar cada quien desde su ámbito las diferentes violencias ejercidas contra las mujeres, que derivan como máxima expresión en un asesinato.

Es hora de recomendar a los hombres que se consideran con el derecho y hasta el deber de matar a una mujer, cuando han perdido el control sobre ella, y que "por el peso de la culpa por el acto cometido" después de matarla se suicidan, en un gesto heroico para salvar el honor:

Si crees que la vida de una mujer te pertenece, busca ayuda con urgencia. 

Si por el contrario piensas que, como varón tienes en tus manos la potestad de quitar una vida, no lo pienses demasiado y empieza por la tuya. 

Por Ainhoa Beola Olaziregi y Azu Serrano
Artículo publicado el 8 de abril de 2010 en Notícias de Guipúzcoa

Fuente de la imagen:
 http://http://memesfeministas.wordpress.com/2013/04/04/un-consejito/

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