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12 de diciembre de 2013

La violencia contra las mujeres como arma estratégica del poder en la guerra social

Artículo publicado en PERIODISMO HUMANO traducido por Fátima Fafatale

La violencia contra las mujeres a menudo ha sido utilizada como un arma de guerra, con la intención de castigarlas, humillarlas y deshumanizarlas, pero sobre todo, con la intención de reprimir y destruir por todos los medios posibles el grupo al que pertenecen.

En los conflictos armados, esta violencia ha sido durante mucho tiempo asimilada a un signo de dominación más que a una herramienta de destrucción.

Sabemos también que en tiempos de paz, las violencias contra las mujeres pasan sobre todo por ser actos individuales de hombres violentos, y no por armas de destrucción “estratégicas”.

Y bien, ¿Qué diríais si en la situación de crisis exacerbada que sacude Grecia, la violencia contra las mujeres se estuviera convirtiendo en un arma en manos del poder?

En efecto, en los últimos tiempos, los casos de tal violencia se multiplican en Grecia. Es el ejemplo de cuatro manifestaciones emblemáticas:

La primera y ¿más reciente? ha tenido lugar a principios de noviembre de 2013 ante las cámaras, prácticamente en directo, cuando las fuerzas especiales de la policía griega (MAT), quisieron impedir a dos diputadas entrar en el edificio de la Radiotelevisión Pública (ERT), que acababa de ser ocupado por la policía, y las acorralaron contra el portón de entrada de hierro forjado. Las dos diputadas de la oposición parlamentaria, Zoe Konstandopoulou, de Syriza, y Rachel Makris, del partido ‘Griegos Independientes’, fueron muy maltratadas. Especialmente Zoe Konstandopoulou, que fue conscientemente asfixiada y estuvo a punto de morir, ha demandado a sus agresores por intento de asesinato. Y todo esto, porque las dos diputadas querían simplemente ejercer su derecho constitucional de entrar en la Radiotelevisión Pública para impedir el montaje policial (destrucción de material, etc.) que tenía como objetivo ¿ir contra? la lucha de los trabajadores.


La continuación de este suceso es muy elocuente y viene a confirmar nuestra tesis. Al día siguiente, el gran periódico pro-gubernamental ‘TA NEA’, lanzaba una violenta campaña ultra-sexista contra las dos diputadas, publicando una viñeta en portada que presentaba a las dos diputadas… haciendo striptease bailando en una barra ante un público de clientes masculinos habituales de este tipo de locales (ver viñeta). En la leyenda del “dibujo” se podía leer este supuesto intercambio entre dos clientes: “A la derecha está Raquel y a la izquierda Zoe. ¿Y es que ellas hacen también otra cosa? He oído que también emprenden acciones legales. Pero mejor vamos a preguntar al chico”…

La segunda ha dado lugar a un auténtico linchamiento público, acrecentado por las cadenas de televisión, de mujeres seropositivas, algunas de ellas prostitutas. En plena campaña electoral, dos ministros socialdemócratas, tristemente célebres por su papel en la represión salvaje de las manifestaciones contra la Troika y el desmantelamiento del sistema de Sanidad, animaron a la población a denunciar para detener a las que, según los ministros, “constituyen una bomba de relojería sanitaria”, “contaminan a la sociedad con enfermedades contagiosas” y matan de sida a “los padres de familia griegos”.

La tercera manifestación de esta violencia ha tenido como víctimas a las decenas y decenas de mujeres -¡incluso abuelas!- de los alrededores de Skouries, en el norte de Grecia, que se oponen a la sociedad canadiense Eldorado y su proyecto de extracción de oro de la región. Desde hace meses, las fuerzas especiales de la policía, por órdenes directas de su ministro, hacen de las mujeres de los pueblos de los alrededores el blanco prioritario de una represión feroz y en masa que ya ha desembocado en el encarcelamiento de algunas de ellas y en la acusación por… crímenes de aún más (ver las fotos). No es casualidad que esta campaña de represión sin precedentes enmarcada en la imposición del estado de excepción en una región habitada por pacífica/os campesina/os se pretende -a decir de sus responsables- que sea ejemplar con la intención de prevenir la multiplicación de estos actos de “desobediencia civil”. Y evidentemente, no es casualidad que esta “represión ejemplar” se ejerza prioritariamente contra las mujeres de esta población local a la que ha hecho destruir cueste lo que cueste.


Y la cuarta manifestación, el episodio tristemente célebre del diputado del partido neonazi Kassidiaris, que golpeó “en directo” a dos diputadas de izquierda durante una emisión transmitida durante la campaña electoral de la pasada primavera. Este acto de violencia, en lugar de suscitar la indignación y la reprobación, suscitó por el contrario una gran ola de simpatía popular y contribuyó al éxito electoral de Amanecer Dorado.

¿Qué está pasando?

Pensamos que se trata de un nuevo mal que empieza a aparecer. Esta violencia nos lleva a pensar en las violencias exacerbadas contra las mujeres en las guerras étnicas. La violación de mujeres por parte de hombres del bando contrario muy a menudo debe analizarse no como el efecto de un deseo masculino “incontrolable”, sino como parte de una estrategia de conflicto, de combate, en la que las mujeres representan biológica y simbólicamente la integridad de la etnia o de la nación a combatir. Y que hay que destruir. En nuestro caso, es evidente que no estamos en presencia de  una violencia nacionalista con motivo de una limpieza étnica. Estamos en presencia de un conflicto de una naturaleza diferente, de otra guerra, de una guerra social, ¡de una lucha de clases!

En suma, humillar a las dos diputadas identificándolas con bailarinas de stripteaseno significa solamente que dedicarse a la política es ante todo un derecho de los hombres y no de las mujeres. Significa, más vulgarmente, que el papel que ¿se le deja? a la mujer es ante todo estar siempre disponible para ser ¿follada?, poseída y gobernada por los machos.

Igualmente, lapidar a las mujeres seropositivas, criminalizarlas, satanizar su sexualidad, presentarla como una “amenaza” para la ley y el orden que debe reinar en nuestras sociedades, esta amenaza se parece a la que siempre han representado las “clases” que estos señores llaman desde hace casi dos siglos “peligrosas”. Mismo lenguaje, misma  demonización y misma represión…

Así pues, hacer de la misoginia, el odio contra las mujeres, la violencia contra las mujeres y sus derechos un arma de guerra no debería extrañar en la medida en que todas las políticas de quienes mandan en estos tiempos de la Troika triunfante apuntan también a hacernos volver a los peores momentos del capitalismo más salvaje y bárbaro del siglo XIX. Exactamente a una época durante la cual las mujeres no tenían prácticamente ningún derecho…

El hecho de que asistamos a la puesta en marcha de un auténtico ataque frontal, de una verdadera guerra de dimensiones históricas contra la inmensa mayoría de la/os ciudadana/os  (asalariada/os, pobres, parada/os, pensionistas, jóvenes, “diferentes”, inmigrantes, minorías…) debería explicar esta transformación de la violencia contra las mujeres en una verdadera arma que poder y pudientes utilizan en masa y cada vez más frecuentemente. Como en los casos de violaciones en masa que sirven a los limpiadores étnicos para hundir la moral del pueblo víctima y someterle definitivamente, la violencia contra las mujeres ejercida por poder y pudientes en tiempos de guerra social tiene en la actualidad exactamente los mismos objetivos: hundir la moral, romper el tejido social para someter no solamente a las mujeres -que son evidentemente el primer objetivo- sino a todas las víctimas, hombres incluidos, de sus políticas inhumanas y neoliberales.

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